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Del hoyo al triunfo

El ciclista Miguel Ángel Clemente sumó una medalla en tres competiciones en Londres después de superar las secuelas de un grave accidente de tráfico

LONDRES Actualizado: Guardar
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Un automóvil amenazó a Miguel Ángel Clemente con robarle su mayor ilusión. Fractura de vértebras y en las piernas, numerosas heridas y un futuro atropellado por un coche. Entonces el ciclista se alineaba entre los candidatos a participar en los Juegos Paralímpicos en la categoría de discapacitados visuales y debió cambiar sus planes por el de una lenta recuperación. "Él estaba preseleccionado para ir a Pekín. Nuestra polivalencia en las pruebas, tanto en la pista como en la carretera en aquel momento nos habría permitido luchar por un puesto", recuerda Javier Muñoz, su guía-piloto desde que inició las pruebas internacionales. El pensamiento de la retirada rondó su cabeza durante casi un año de rehabilitación.

Miguel Ángel se sublevó contra aquel frenazo y en la siguiente cita ha probado el éxito. "Lo bueno es que ha recuperado el nivel o incluso lo ha mejorado. Estar en Londres ya ha sido estupendo y genial por conseguir una medalla", señala su compañero Muñoz. "Ahora te acuerdas de esos momentos malos en los que la familia te ayuda, de cuando estabas en ese hoyo metido", confiesa Miguél Ángel con su medalla de persecución en pista en la mano.

Además, el ciclista ha vuelto a las carreteras con sus compañeros sin querer acordarse de aquel accidente. "Da respeto, pero como no lo puedo controlar no lo pienso. Es como cuando vas de pasajero en un coche y no puedes controlar la velocidad que lleva el piloto. Tienes que adaptarte. Puedes tener más o menos confianza, pero la sensación que transmite es de seguridad. Pues en la bici te olvidas de los peligros que pueda haber y te centras en disfrutar del deporte que estás haciendo". De hecho, Miguel Ángel asegura que cabalgar sobre dos ruedas es una suerte, aunque sea vinculado necesariamente a un piloto: "Lo que más me gusta es la libertad para poder hacer cosas al aire libre. El tándem me permite practicar un deporte con mis compañeros y amigos. Ellos se suben a la bici individual y yo puedo ir con ellos".

De un comienzo desanimado a medallista

Miguel Ángel tampoco ha olvidado aquella primera vez en que se subió en un tándem en la playa alicantina de San Juan en el año 1998. "Tengo un recuerdo especial . Fue con José Manuel, compañero de entrenamientos. Fuimos a probar, competimos, quedamos en el 12 y pensé: 'Mi primera competición y la última, yo no valgo para esto'", rememora el deportista con retinosis pigmentaria, una enfermedad degenerativa que según explica "se caracteriza por ver en forma de tubo". Ahora Miguel Ángel se programa sus entrenamientos de Alfonso Martínez con antelación porque necesita un guía en los días de carretera. Pero nunca ha querido bajarse de la bicicleta. "Es una sensación muy extraña y diferente porque la mayoría de las sensaciones cuando montas es por la vista: el paisaje que estás viendo, el entorno, los coches que vienen, las curvas. Nosotros percibimos todo por el sentido del oído, que es el que hace que sepas que se aproxima vehículo o la velocidad que llevas. Se transmiten muchas sensaciones pero las percibes de una manera diferente", describe sobre sus adoradas sesiones primaverales sobre el asfalto de Murcia.

Llegó a la bicicleta después de superar las mofas de sus compañeros cuando era un muchacho que intentaba jugar al fútbol o al baloncesto y no veía bien la pelota . Luego superó el accidente y ahora está en la élite de su categoría. Es posible que por superar las circunstancias adversas no salga de su boca una queja, o una protesta por los sacrificios o por depender de otros para lograr su sueño. "A la fuerza tiene que hacer lo que yo digo porque quien tiene todos los aspectos de la estrategia de carrera soy yo. Entonces me tiene que dejar hacer e intentar responder", indica Javier Muñoz. "Son los pilotos los que transmiten si tenemos que hacer un poco de esfuerzo o bajando un puerto si hay curvas a derecha o izquierda o cambios de sentido", reconoce Miguel Ángel. "Si en algún momento no se encuentra bien me lo tiene que decir, pero está supeditado a lo que estoy viendo y a veces aunque uno vaya mal tiene que aguantar. Los dos tenemos que tirar para adelante siempre y él nunca dice '¡Para, para!'", reconoce su guía.

Bronce en persecución, decimoprimero en contrarreloj y retirado en la prueba en carretera a falta cuatro vueltas Londres ha supuesto la otra cara de la moneda de su destino paralímpico. Pero años después de su accidente el éxito deportivo solo es una guinda que ha corroborado su pasión. "Lo que más me gusta es la libertad para poder hacer cosas al aire libre. Es un privilegio poder montar en bici".