LONDRES 2012

No son paralímpicos, son paralímpicos

Los deportistas sin minusvalías comparten en la boccia de forma intensa los éxitos de los jugadores, sin posibilidad de competir de manera directa

Londres Actualizado: Guardar
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Los deportes de los Juegos Paralímpicos se subdividen en numerosas categorías según los grados y tipos de minusvalías de los participantes. Además, las competiciones se completan con algunos atletas sin deficiencias que resultan necesarios para el desarrollo de las mismas. Así, guías de corredores y ciclistas o guardametas en el fútbol para invidentes participan de una manera activa junto a sus compañeros. Pero existe otra categoría de colaboradores cuya contribución está altamente restringida sin impedir que se sientan copartícipes de los éxitos y fracasos.

Se trata de los deportistas de apoyo de la boccia. Todos ellos ejercen las funciones de sostén psicomotriz y psicológico de los participantes con parálisis cerebral o con discapacidad física severa en este juego similar a la petanca. «Deberíamos influir lo mínimo posible en el deporte porque lo juegan ellos. Nosotros tratamos de que piensen y jueguen por sí mismos», describe el gallego Isaac Penín. «En mi caso es la categoría en la que más influyes, pero pasas al campo y manipulas el material como el deportista quiere», explica el riojano César Carcamo, encargado -entre otras funciones- de empujar la pelota por la canaleta de los atletas con mayores dificultades físicas. «Todos los componentes tienen la suficiente personalidad para establecer su independencia a todos los niveles. Después de tantos años, tanto en la vida diaria como en el terreno deportivo, cualquier gesto o mirada ya lo captamos tanto de ellos hacia nosotros como de nosotros a ellos. Eso es bueno, porque te permite anticipar cosas en competición e ir reciclando», le secunda Miguel Ángel López, otro de los veteranos del equipo. El gaditano José Rodríguez asegura que en el campo «cada uno aporta el 50%».

Los técnicos de boccia no tienen minusvalías pero conviven en la Villa Paralímpica con el resto de participantes. Se sienten uno más, sin ser extraños entre lo que Miguel Ángel López define como «una convivencia utópica». Al fin y al cabo, la función de estos preparadores se ha extendido más allá de las jornadas deportivas. «Nuestra realidad es más especial porque para entrenar no basta con ir al pabellón donde te espera el deportista. Tardas una hora en llegar al lugar, tienes que buscar pabellones adaptados, encontrar material, el deportista tiene que regresar a su casa, que está en un pueblo y el entrenamiento al final supone seis horas de tu día. Eso lo multiplicas, lo vas acumulando e implica muchas cosas y a veces la realidad te dice hasta aquí», señala Miguel Ángel López. «Son horas que dejas de dedicar a la familia y llega un momento que dices que hasta aquí llegamos. En mi caso no ha ocurrido porque me llevo a mi hijo, pero lo he visto muchas veces», reconoce José Rodríguez, cuyo club pasó de 16 deportistas a estar formado solo por su vástago, que compite en Londres. «No solo son los preparadores. Todos los que han llegado a los Paralímpicos tienen una liga que se sustenta gracias al trabajo de mucha gente que busca las instalaciones, los árbitros..», recuerda César Carcamo.

Menor reconocimiento

Lo cierto es que los llamados ‘deportistas de apoyo’ de la boccia acostumbran a estar en un segundo plano y a compartir de manera solidaria triunfos, fracasos y reconocimientos. «Los momentos los disfrutas con él porque él es quien te trae aquí», confiesa José Rodríguez. Aunque el sentido solidario y colectivo no impide que reclamen su papel y recuerden sus sacrificios. «Estar aquí supone renunciar a días de trabajo, sueldo, vacaciones... A los técnicos a veces no se nos valora lo suficiente. Evidentemente, los protagonistas son los deportistas, pero alrededor de ellos hay un grupo de muchas personas que también suman. Cada uno está porque nos gusta esto y la boccia es parte de nuestra vida, pero no lo tenemos fácil», cuenta Miguel Ángel López. «Soy un privilegiado porque soy profesor y tengo unas buenas vacaciones, pero yo tengo que presentarme en septiembre y tengo unos compañeros maravillosos a los que he dejado todo preparado y van a trabajar por mí y yo no tengo manera de devolverlo. Si tuviera que dedicar una medalla la tendría que repartir en muchos trocitos», reconoce César Carcamo.

Sin embargo, admiten que el esfuerzo de sus deportistas y sus sacrificios propios se compensan en los Paralímpicos. «En un Campeonato de España de boccia el público que puede haber son familias. Aquí sales a la calle y estás firmando y haciéndote fotos continuamente», explica Isaac Penín, con cuatro Juegos en su historial. «Luego vas al pabellón y piensas: ‘Es lo que he soñado, con 4.000 personas, y además me está viendo mi país por la tele’. Es algo utópico. Luego bajas a tu realidad y es como un sueño que lo guardas ahí y ojalá se vuelva a repetir. Y ahí se empieza otro ciclo», repasa Miguel Ángel López. «Son mis primeras ‘paraolimpiadas’ y los primeros días estaba esperando caerme de la cama. Es ideal», confiesa Carcamo, el más joven de un grupo en el que se reparten funciones, consejos y emociones durante los días de competición, en los que tratarán de proyectar el protagonismo hacia sus deportistas. Porque ellos no son técnicamente paralímpicos, pero nadie discute su ‘status’ de deportistas paralímpicos, aunque sean de apoyo.