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El trastorno obsesivo por aumentar la masa muscular
La vigorexia es la enfermedad inversa a la anorexia que lleva a los que lo padecen a realizar compulsivamente ejercicios para elevar su volumen
MADRID Actualizado: GuardarLa dismorfia muscular, más conocida como vigorexia, es una enfermedad basada en un trastorno obsesivo por el físico. Los que la padecen tienen el deseo de aumentar su masa muscular constantemente, debido a que ellos mismos se encuentran con carencia de tonicidad y no están satisfechos con su físico. Es el caso inverso a la anorexia. Es decir, los vigoréxicos, en su mayoría hombres, se miran al espejo y se ven fofos, lo que provoca que se pongan compulsivamente a hacer ejercicio de aumento de masa muscular.
La obsesión por elevar su volumen y su tonificación deja de lado muchas cosas. La persona que sufre vigorexia es capaz de rechazar actividades de ocio y culturales, citas con los amigos e incluso se encierra diariamente en un gimnasio durante muchas horas para cambiar su autoestima y su imagen corporal. En ocasiones, este trastorno psicológico puede provocar el aislamiento de la sociedad, ya que la baja autoestima de la persona le incita a ocultarse por miedo a que los demás le rechacen al no tener el mejor físico de todos. Los descansos en los vigoréxicos están prohibidos, debido al temor de que un músculo pierda algún centímetro de volumen.
Esa baja autoestima induce a la ingesta de alimentos que únicamente aportan proteínas e hidratos de carbono, además de complementarlos con esteroides y anabolizantes. Cambian la dieta radicalmente y ese contraste puede hacer que el organismo se resienta.
La adicción a la báscula es un hábito y este desorden psicológico y dietético puede llegar a ser mortal. Sobre todo, porque puede producirse la falta de llegada de sangre a los músculos que padecen artrofia. Además, el riesgo de sufrir un infarto de miocardio aumenta, debido a la fatiga constante a la que someten su cuerpo. Los vigoréxicos no son conscientes de su enfermedad y creen que todo lo que hacen es positivo para su salud y su organismo. El tratamiento psicológico intenta abstraer al paciente de esa enfermedad y hacerle ver desde fuera que puede ser estimado igualmente por la sociedad. Además será fundamental que aprenda a valorar su autoestima con generosidad.
El ejercicio físico es recomendable, pero con ciertos límites en cuanto a esfuerzo y tiempo. Los extremos no son buenos. Ni doce horas diarias en el gimnasio, ni cero. Con un tiempo estimado entre media hora y dos horas diarias, o alternando un día sí y otro no, será suficiente. Tampoco será una tragedia si el deportista decide tomarse una semana de descanso para retomar la actividad física con muchas más ganas. En una semana perderá muy poca tonicidad pero cuando vuelva a ejercitarse verá que dispone de la misma fuerza y su ambición habrá aumentado.
Lo importante es aprender a valorarse a uno mismo y estar satisfecho con su cuerpo sin pensar en el qué dirán.