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Un cambio cualitativo
Un atentado en Damasco liquida a la cúpula militar del régimen de El-Asad
MADRID Actualizado: GuardarEl conflicto sirio ha sufrido un cambio cualitativo que confirma su definición como una guerra civil: un guardaespaldas del ministro de Defensa se convirtió en hombre-bomba, activó su cinturón de explosivos y mató a tres personalidades de gran peso del régimen: el propio ministro, Daud Rajha, el vicefe de Estado Mayor, Assef Shawkat, y el general Hassan Turkmani, exministro y asistente del vicepresidente para asuntos militares.
Según la TV Al Arabiya también murió el jefe de Investigación de la Inteligencia General, Hafez Majluf, y varias personalidades de alto rango, como el ministro del Interior, Ifrahim al-Shaar y el jefe de la Inteligencia militar, Hissan Bejtyar, resultaron gravemente heridos y se supone, a falta de una lista oficial, que más funcionarios resultaron también afectados porque las ambulancias trasladaron a muchas personas al hospital de al-Shami, una clínica de alto nivel reservada a la élite del régimen.
El presidente, cuyo paradero no era conocido en las horas siguientes al atentado, nombró a toda velocidad a un nuevo ministro de Defensa, el general Fahad Jassim al-Freij, y el alto mando militar emitió un vibrante comunicado reiterando su determinación de “limpiar al país de renegados y terroristas”. Aunque la oposición armada en su expresión más conocida, el “Ejército Libre Sirio” reivindicó la operación, los observadores tienden a creer más en la autoría de una autollamada “Brigada del Islam”, de coloración islamista, que reivindicó de inmediato el ataque.
Un golpe inesperado
La sorpresa ha sido total porque si hay un régimen basado en un blindaje total de sus dirigentes y donde la seguridad es una obsesión es el sirio y la perplejidad se extendió al conocer que el mortífero atentado había tenido lugar en el cuartel general de la Inteligencia Militar, cerrado a cal y canto para el público, en un distrito muy vigilado, no muy lejos del palacio presidencial. Todo quedó claro con la explicación anotada: un miembro de las escoltas con acceso libre e información de que una reunión de ese nivel tenía lugar se suicidó matando a los reunidos.
Aparentemente, pues, no ha sido, como pudo pensarse un instante, al-Qaeda, que ha atentado hasta tres veces en áreas vigiladas, pero siempre en la calle y matando viandantes o soldados de la guardia exterior. Nada parecido a lo hoy, que prueba la existencia no solo de una brecha de seguridad inimaginable en las alturas del régimen, sino la conversión de sus fanáticos y motivados servidores en adversarios del régimen.
Se ha extendido rápidamente el temor de que el poder dé una respuesta ciega y violenta, un escarmiento a la altura de la gravedad del ataque y su extraordinaria resonancia política. En Damasco, según testimonios vecinales, la gente se ha retirado ráìdamente a sus casas y la noche ha caído sobre la ciudad en un ambiente fúnebre y de temor.
El 'caso Shawkat'
Entre los muertos está el mando de los poderosos servicios de seguridad y agencias de inteligencia, civiles como militares, pero no la persona que realmente tiene el poder militar de hecho, Maher al-Assad, hermano menor del presidente, al mando de la Guardia Republicana y la IV División acorazada, las unidades mejor dotadas y más fieles del régimen. Pero sí estaba, en su condición de segundo en el Estado Mayor con rango de viceministro de Defensa, el cuñado del presidente y de Maher, Assef Shawkat.
Algunos creen que es realmente el segundo hombre del poder y, en todo caso, su matrimonio con la hermana de ambos, Bushra, que desagradó profundamente en su día al suegro y presidente, Hafez, le catapultó en pocos años al corazón del sistema, una mezcla de solidaridades confesionales, miedo institucionalizado y buenos negocios. Shawkat, hombre de la sombra por gusto, era con Maher uno de los instrumentos del poder y su muerte es un golpe tremendo para Bashar incluso en el terreno personal.
Más allá de estas consideraciones hay que añadir otra: la guerra, muy extendida en todo el país, del que una buena mitad ya está fuera del control oficial, ha llegado a Damasco. Desde hace cuatro días se combate en la capital y las explosiones las oye casi todo el mundo y, desde luego, las de hoy las han oído claramente en el palacio presidencial.
Tal es el gran cambio y el significado profundo de lo sucedido que, por lo demás, no alterará de inmediato ni la situación sobre el terreno ni mucho menos la conducta de las grandes potencias como se comprueba de nuevo hoy mismo con lo sucedido en la ONU, donde Moscú y Pekín siguen bloqueando toda resolución que, aunque fuera con una rendija (la mención del “capítulo VII de la Carta”) pudiera abrir una posibilidad de intervención extranjera.