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¡Y que vote México!

Se da por hecho que el Partido Revolucionario Institucional volverá al gobierno central tras doce años de ausencia

MADRID Actualizado: Guardar
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Se dice que fue Carlos Monsivais quien dijo que "si Kafka fuera mexicano sería un escritor costumbrista", una descripción irónica que es más el delicioso hallazgo verbal de un escritor que una verdad confirmada.

En cuanto llegan las elecciones, como ahora ocurre, se comprueba que hay una coherente conducta social y que los males de la patria son sustancialmente idénticos a los de otros países latinoamericanos y, en cualquier caso, compatibles con la modernización nacional y una mutación social considerable.

Este último domingo de junio se elige al Sr. Presidente de la República, las dos cámaras del parlamento, las autoridades de varios estados, el poderoso Distrito Federal, y varias decenas de miles de cargos menores de toda clase y condición.

Se da por hecho que el Partido Revolucionario Institucional volverá al gobierno central tras doce años de ausencia suplantado allí por la decisión popular de cambiar su hegemonía por la del PAN (Partido de Acción Nacional), una formación de derecha de orígenes católicos literalmente inventada por la política crudamente anti-clerical del PRI, que dominó al completo la vida institucional hasta el 2000.

La anomalía mexicana

El espectáculo electoral tiende a probar de nuevo algo que han subrayado muchos y brillantes observadores: es como si la elección estuviera por debajo del país, sus complejidades, su poderosa sociedad secreta, su escepticismo más socarrón que dramático, como si fuera prescindible, es decir, por completo inadecuada para operar el cambio siempre prometido.

México -y el Octavio Paz de 'El laberinto de la soledad' es un ejemplo de primer orden- es percibido como un sujeto biológico, vivo, una personalidad inaprensible a la que es inútil proponerle recetas redentoras por la buena razón de que se prefiere a sí mismo como está. México, en efecto, parece siempre desventurado y feliz al mismo tiempo y un mexicano medio es, antes que nada, un individuo escéptico.