Bob Marley de carne y hueso
Un documental de Kevin Macdonald recuerda la vida del cantante jamaicano que se convirtió en un mito
MADRID Actualizado: GuardarAlgo de paraje mágico tiene Santa Ana, el pueblo jamaiquino en que nació Bob Marley. El director Kevin Macdonald ('El último rey de Escocia') vuelve repetidamente a esas colinas onduladas durante su documental 'Marley', para quizás tratar de entender la cualidad sobrenatural de la tierra que dio a luz al gran mito del reggae, ese hombre mitad blanco, mitad negro, que se convirtió en la personalidad más influyente de Jamaica, icono de la paz racial y profeta musical del rastafarismo.
No estamos ante una hagiografía, sino ante el retrato de un hombre con sus virtudes y debilidades. La película busca ante todo humanizar la leyenda y huir del tópico de icono del reggae que solo fumaba porros sin descanso. Para ello, el documental se nutre de multitud de voces cercanas al músico, desde su mujer, Rita Marley, a sus múltiples amantes, dos de sus hijos, sus compañeros en los Wailers, el mítico productor Lee Scratch Perry o incluso Edward Seaga, presidente de Jamaica de 1980 a 1989.
Definido por dos de sus 11 hijos como un hombre distante y competitivo en los juegos (el fútbol en especial), Marley aparece retratado también como una persona ambiciosa y de gran autoindulgencia. El director subraya también la inocencia política de un hombre considerado un revolucionario. «Era un rastafari por encima de todo, un hombre religioso que no creía que la política tuviera importancia. Al no prestarle atención, se metió en embrollos como tocar para el dictador de Gabón en su primer y esperado concierto en África», indicaba Macdonald en una entrevista al 'Daily Telegraph'.
La raza
Pero si algo fue central para Marley fue la raza. Su abuela lo llamaba 'el niño alemán', un nombrete que apelaba al color desteñido del niño: hijo de padre blanco y madre negra. La identidad racial fue el leitmotiv de su vida: era mestizo, aunque se sentía más próximo a su origen africano. De hecho hizo de la abolición de las divisiones raciales el centro de su pensamiento y sus canciones y de África el centro de su mitología.
En 'Marley' recorremos los orígenes de la leyenda, sus inicios. Desde la canción del burrito que solía cantar con su primera maestra en Santa Ana a los primeros contactos musicales en Trenchtown, el guetto de Kingston donde se trasladó con su madre a los 12 años. También conocemos cómo el reggae nació de un hermoso accidente: un amplificador que retrasaba la señal y hacía que sonara el contratiempo característico.
Marley componía sin descanso, y solo paraba para jugar al fútbol, su otra gran pasión. Durante el exilio londinense, provocado por el atentado contra él y los Wailers en 1976, compuso con los Wailers el álbum más emblemático de la banda, 'Exodus', y lo hizo durmiendo solo 4 horas por día. Marley había adquirido más que un oficio una misión: la música.
En 1979, cuando arrancó con sus giras por todo el mundo, era ya una súper estrella internacional, la primera pop star del tercer mundo. Pero por mucho tiempo el público negro de EE UU se le resistió: sus conciertos estaban llenos, pero solo de blancos. Cuando en 1980 hizo de telonero de The Commodores en el Madison Square Garden se produjo la epifanía: Marley conquistó al público afroamericano. Sin embargo, como en las mejores leyendas, pronto llegaría el contrapunto. Al día siguiente, sufre un colapso mientras corre por Central Park, señal inequívoca de un cáncer galopante. Un año después, y tras un largo y frustrante tratamiento, moriría a los 36 años. El mito lo sobrevive.