Dívar, la dimisión irremisible
El presidente del CGPJ y del Supremo anuncia su marcha tras la polémica suscitada pos sus viajes a la costa marbellí
MADRID Actualizado: GuardarDívar ha presentado, como estaba previsto, su dimisión irremisible después de haber protagonizado un serio escándalo al haber actuado con ligereza en la justificación de sus gastos oficiales, confundidos frecuentemente con otros estrictamente privados. Esta evidencia, unida a la reiteración de larguísimos fines de semana fuera del despacho con el pretexto de alguna ocupación oficial -las célebres ‘semanas caribeñas’, en la jerga que utiliza el propio Consejo General del Poder Judicial-, había hecho insostenible su posición.
No parece capcioso decir que en este caso, en que la Fiscalía del Estado y la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo no han encontrado indicios de delito, los medios de comunicación han -hemos- desempeñado un papel profiláctico de gran importancia. Porque han sido ellos los que han movilizado a la opinión pública frente a unos actos que, con independencia de su tipificación jurídica, eran políticamente incorrectos y éticamente inaceptables: quien ha presidido hasta hoy el tercer poder del Estado, que controla a los otros dos, tiene que tener el techo de cristal y ha de dar pruebas de una ejemplaridad intachable.
Como se recordará, la acción investigadora de los medios y su insistencia en afear las conductas impropias de Carlos Dívar fueron primero respondidas con evasivas, después con la promesa de ‘transparencia’, y sólo mucho más tarde convencieron a los partidos políticos, al gobierno y a los propios compañeros de Dívar en el CGPJ de que la posición de éste era efectivamente ‘insostenible’. La prensa ha sido otra vez, brillantemente, el watchdog –perro guardián- de la democracia. La clase política, las instituciones y la propia judicatura han ido a remolque de la corriente imparable y soberana de la opinión pública.