The Smashing Pumpkins, a medio gas
'Oceania', su séptimo álbum, incluye temas más que notables pero el conjunto peca de irregularidad
MADRID Actualizado: GuardarEl pasado 24 de mayo, The Smashing Pumpkins efectuaban su segunda visita a Madrid en menos de medio año. Una parada que, a diferencia de la anterior, en diciembre de 2011, cuando tocaron en la sala La Riviera, no estuvo señalada en su mapa hasta el último momento. El concierto de la sala Arena fue un modo de resarcirse tras la cancelación del festival Rock Coast de Tenerife, cuya celebración estaba prevista para esas mismas fechas y en el que iban compartir cartel con Marilyn Manson, Evanescence y Cypress Hill. Los organizadores argumentaron que la difícil coyuntura económica por la que atraviesa España impedía la viabilidad del evento y se quejaron de la falta de apoyo institucional al mismo. Billy Corgan cambió raudo sus planes y aún más veloces estuvieron sus seguidores, que en menos de dos horas agotaban las cerca de mil entradas que se habían puesto a la venta.
La banda de Chicago salió airosa. El carisma de Corgan es más que suficiente para calmar a los nostálgicos que siguen añorando los tiempos en que tenía a su lado la guitarra de James Iha, la batería de Jimmy Chamberlain y el bajo de D'arcy Wretzky. Además, todo hay que decirlo, sus apoyos actuales son más que solventes técnicamente hablando. Jeff Schroeder y Nicole Fiorentino cumplen y Mike Byrne, el benjamín del grupo, se ha convertido en toda una revelación.
El repertorio estuvo cargado de viejos éxitos. 'Tonight, Tonight', 'The Everlasting Gaze', 'Zero' o 'Today' transportaron al público a aquellos gloriosos años en que convertían en oro cuanto tocaban. El problema es que solo integraron tres de los temas que conforman su nuevo álbum, dejando la sensación de que no confiaban suficientemente en los mismos. El reto que se les presenta, por tanto, es demostrar que dicha percepción era falsa.
Un álbum dentro de un álbum
'Oceania', que sale a la venta este martes, es el séptimo disco de estudio de The Smashing Pumpkins y el segundo que ve la luz desde que la banda renaciese en 2005 tras haberse disuelto cinco años antes. Un trabajo definido como "un álbum dentro de un álbum", puesto que forma parte del proyecto 'Teargarden by Kaleidyscope' que Corgan puso en marcha poco después de que Jimmy Chamberlain, el único de los componentes originales de la formación que le acompañó en la nueva andadura, se bajase del carro, y que, una vez completado, constará de un total de 44 canciones.
Trece de ellas son las que ahora llegan a las tiendas. Maduradas durante el invierno de 2011, el objetivo era que se integrasen armoniosamente en el conjunto, huyendo de la obsesión por los hits que domina la industria. Configurar, en definitiva, una hoja de ruta para los Smashing Pumpkins de los años venideros, redefinirse pero sin perder sus raíces sonoras.
Una empresa noble pero cuya materialización deja un sabor ambivalente. En 'Oceania' hay temas más que notables. 'Quasar' permite evocar la deslumrante irrupción de los Smashing Pumpkins con 'Gish'. Las apabullantes guitarras de 'Panopticon' retrotraen a esa joya que les consolidó llamada 'Siamese Dream'. Y en la ambiciosa canción que da título al disco late el aliento de 'Mellon Collie and the Infinite Sadness', el álbum que les garantizó un lugar entre los más grandes de los noventa. Mas el conjunto es un tanto irregular. Un salto adelante tras el mucho menos logrado 'Zeitgeist' pero lejos de aquellas elevadas cumbres que conquistaron en los noventa. A Billy Corgan puede y debe exigírsele un poco más.