Monarquía

Arabia Saudí: en la muerte del heredero

Todas las apuestas sobre la sucesión favorecen al ministro de Defensa, príncipe Salmán, de 76 años, quien visitó España hace un par de semanas y mantiene una estrecha relación con el rey Juan Carlos

MADRID Actualizado: Guardar
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No hay inquietud aparente en el reino de Arabia Saudí tras el anuncio esta mañana de la muerte del príncipe heredero, Nayef bin-Abulaziz al-Saud, de 78 años, quien había sucedido en el crucial puesto a su hermano Sultan en octubre pasado, a la muerte de éste. Tal y como se apresuró a indicar 'Al Yazeera' mencionando opiniones oficiosas, pero solventes, el mecanismo sucesorio que se ha activado de inmediato responde a los arreglos pacientes y de naturaleza meta-institucional que, prudentemente, consiguió arreglar el rey Abdula, de 89 años, en el interior de la familia, los Saud.

Nunca han trascendido los detalles, en realidad limitados a quién debe ser el príncipe heredero y desde que Nayef, que accedió a esa condición tras haber sido un inolvidable ministro del Interior y patrón de la seguridad absoluta del reino, todas las apuestas favorecen hacia el ahora ministro de Defensa, príncipe Salmán, de 76 años, quien visito España hace un par de semanas y mantiene una estrecha relación con el rey Juan Carlos.

El 'sistema Saud'

Con ese título fue publicado en Francia hace muchos años un libro interesante y bien documentado, pero hostil al régimen saudí, y se puede decir hoy que el así llamado “sistema Saud”, por el nombre del fundador del reino en 1935, el rey Abdulaziz, ha funcionado, a su manera, como una maquinaria engrasada. La aparición en escena de una nueva generación – la de los nietos, muy numerosos y todos descendientes directos de las uniones que tuvieron los 37 hijos del fundador – planteó un problema particular relacionada con la alta de conexión con lo que fue, realmente, una gran hazaña del viejo rey: derrotar el plan británico para crear las monarquías regionales empezando por la del Neyed, el corazón del país a partir del clan del entonces gobernador de La Meca, un hashemí, es decir descendiente directo de la familia del Profeta.

Los Saud eran y son wahhabíes, una rama rígida de la confesión musulmana así llamada por su fundador, el reformador Abdul Wahabb, en el siglo XVIII, que se casó con una Saud. De esa unión procede la legitimidad religioso-política de la familia, que rehusó aceptar el programa británico. Saud, en realidad, encabezó una gran rebelión, como recordó en su vejez, “con trescientos leales, un rebaño de camellos y doscientos fusiles”. Pero lo consiguió.

Seguridad, legitimidad

El casi completo desconocimiento de lo que es el wahhabismo y la historia del país hacen difícil discernir en Occidente el “hecho saudí”, pero su duración y consolidación se derivan de la obra del viejo rey. Abdalá, el monarca reinante, que en agosto cumplirá 89 años, y que ha sabido arbitrar las tendencias y pasa por ser un moderado.

De la misma imagen dispone el probable nuevo príncipe heredero, Salmán, quien, además, es hijo del fundador y de la princesa Hassa Sudeiri, con otros seis de los vástagos, la élite entre la dirección del reino y de la que procede buen número de los responsables del país, incluido el rey Fahd, antecesor de Abdalá. En cambio, el príncipe heredero muerto ahora fuera del país – no está claro en este momento si en Suiza o e Estados Unidos – bajo cuidados médicos de los quese informó poco y no muy bien, pasaba por ser poco amigo de innovaciones. Nayef se dedicó íntegramente a combatir a al-Qaeda, con total éxito por lo demás, y será recordado como un conservador atento a la seguridad material y política del reino. Con solo 74 años y buena salud, su eventual sucesor y, tal vez futuro rey, Salmán tal vez autorizará una gestión más modernizadora.