Ministro y aspirante
En el complejo tramado politico-institucional saudí el príncipe Salmán es mucho más que un ministro de Defensa: él dispone del peso y la autoridad que da ser uno de los seis supervivientes del clan Sudeiri y es candidato a la sucesión del rey Abdalá
MADRID Actualizado: GuardarDescrito como una especie de modernista moderado, el ministro saudí de Defensa, príncipe Salmán Bin Abdulaziz, podría ocupar jugar pronto un papel crucial en la sucesión del rey Abdalá. Está desde este jueves en España, formalmente invitado por su colega Pedró Morenés –quien estuvo en Ryad hace pocas semanas–, y su condición personal y su peso político convierten su visita en algo más que una misión de compra de materiales militares.
Según el protocolo que la Casa de los Saud recibe del protocolo y la Casa Real en España el príncipe será recibido por el rey Juan Carlos, al corriente de la relación bilateral y discreto pero eficaz apoyo en la sombra para llevar a buen puerto los asuntos bilaterales. En esta ocasión, como otras veces en el pasado, es la eventual venta de equipo militar al reino wahabbí, singularmente carros de combate y, eventualmente, fragatas.
La visita se produce en un delicado escenario regional, cuando las instancias políticas y los gobiernos del Golfy o sin excepción, aunque con matices, expresan abiertamente sus aprensiones ante el auge de la potencia militar iraní y lo que entienden como aspiraciones de liderazgo regional salpicado de interferencias políticas. El caso más conocido es el de Bahrein, cuya dinastía está sostenida por una fuerza militar saudí enfrentada al activismo iraní. A fin de cuentas, y con otro nombre, la vieja rivalidad árabo-persa…
El peso personal
Salmán tenía solo nueve años cuando su padre, el fundador del reino, Saud, padre del Estado y líder de la gran hazaña nacional que significó derrotar el plan británico para la península tras la I Guerra Mundial, se reunió en febrero de 1945 con el presidente Roosevelt a bordo del crucero “USS Quincy”. Los dos hombres se entendieron a las mil maravillas y lo que allí se acordó fue y sigue siendo la clave de la política exterior y de seguridad del reino: una sólida alianza con los Estados Unidos.
En el complejo tramado politico-institucional saudí el príncipe Salmán es mucho más que un ministro de Defensa: él dispone del peso y la autoridad que da ser uno de los seis supervivientes del clan Sudeiri. Así se conoce a los hijos que el rey Saud tuvo (entre más de cincuenta con varias esposas) con la princesa Hassa Sudeiri, literalmente la mujer de su vida y de la que, como probaron los hechos no pudo prescindir. Esta especie de sangre de la sangre ha suministrado los reyes desde la muerte del fundador.
Tiene 76 años y buena salud y ha pasado la mayor parte de su vida activa como Gobernador de Ryad (una mezcla de alcalde y gobernador civil) con un éxito innegable si se consideran los cambios sobrevenidos en la capital y a calidad presente de sus servicios. Intocable en el puesto fue llamado al ministerio de Defensa cuando, en octubre pasado, murió el titular del puesto desde 1962, príncipe Sultán bin Abulaziz, otro miembro del grupo Sudeiri que era, además, príncipe heredero.
Le sucedió como sucesor el ministro del Interior desde hace 36 años, príncipe Nayif, un conservador sobre cuya salud corren ahora rumores aparentemente avalados por sus largas estancias en el extranjero para recibir atención médica. En este contexto el visitante Salmán que para los hábitos del reino no es percibido como un anciano achacoso a sus 76 años muy bien llevados, podría jugar un papel central en el relevo del rey Abdalá, de 88 años, que ha hecho esfuerzos para establecer un mecanismo sucesorio basado en el acuerdo, un Consejo de la Sucesión que deberá cooptar un nombre entre las diversas tendencias.