El Barça vuelve a reinar
Guardiola se despidió a lo grande con una exhibición ante un Athletic otra vez acomplejado
MADRID Actualizado: GuardarUn Barça imperial apabulló a un Athletic acomplejado en la fiesta de fin de curso, con permiso de esos políticos que buscan protagonismo a costa del deporte y no se dan cuenta de que el fútbol es de la gente, del pueblo. Guardiola cerró el círculo mágico en su despedida y recibió el mejor homenaje posible de su gente. Había ganado el primer título frente a este mismo rival en la final copera de Mestalla en 2009, y repitió éxito con idéntica suficiencia. De nuevo, la peor noticia para el Athletic es que ni tan siquiera compitió. Fue una caricatura. Solo asomó cuando ya todo estaba perdido. Cuestión más de orgullo que de fútbol.
Catorce títulos de 19. Un legado extraordinario de Pep para Tito Vilanova, su sucesor. Preparó el partido a conciencia en dos semanas, tiempo impensable para el Barça, recurrió a sus cánones clásicos y se marchó brindando la mejor versión de su equipo. No se merecía el mejor técnico en la historia del Barça irse con el sabor de las derrotas en Liga y ‘Champions’. Y en ese tiempo, Bielsa le dio tantas vueltas a este choque y a la final de la Liga Europa ante el Atlético, que se equivocó de lleno en el planteamiento.
Si el himno duró 27 segundos, la final se acabó en dos minutos. Lo que tardó Pedro en abrir el marcador y en demostrar a Del Bosque que puede llegar a la Eurocopa con vigor energía y frescura. En realidad, el desequilibrado duelo se finiquitó ya en la pizarra, cuando Guardiola volvió a sus orígenes, a ese 4-3-3 con el que su Barça ha maravillado al mundo, y a Bielsa le entró un ataque de pánico que desnaturalizó al Athletic. ‘Leones’ mansos. Ni carne ni pescado.
Nada de experimentos en el de Santpedor. Pese a las sensibles bajas de Puyol, Abidal y Alves, desplegó a sus hombres con suma racionalidad. Todo lo contrario que un Bielsa al que igual es cierto que le vienen grandes las finales. Si en la de Bucarest el Athletic superado por la responsabilidad de alcanzar la segunda cima europea, en el Calderón no compareció. Tanto se preocupó el técnico rosarino del rival que condicionó a todo su equipo. Se quemó el ‘Loco’ a lo bonzo.
Las ausencias de Iturraspe, por gripe, y de Ander Herrera, dos centrocampistas puros, concedieron demasiada ventaja al equipo con mejor media del planeta. Pero, sobre todo, ver a Amorebieta salir a perseguir a Messi hasta el centro del campo era retroceder al fútbol de los años setenta. Ocurrían dos cosas con ese marcaje individual: que el central no llegaba ni una vez antes que el rosarino y que Javi Martínez perdía su condición de ancla en la zona ancha para situarse como central. En consecuencia, más superioridad azulgrana en la sala de máquinas.
Antes del tempranero gol, el Barça ya había dispuesto de dos grandes ocasiones. Messi se movía a su antojo y tanto Xavi como Iniesta mostraban su jerarquía. Jugaban a su antojo en tiempo y forma. Pero el primer gol llegó de córner. Error en el despeje de Javi Martínez y remate certero del extremo tinerfeño. Cuando los bilbaínos trataban de desperezarse, el segundo les mató. Amorebieta le regaló el balón a Iniesta en un despeje ridículo, y preludió una acción impecable. Tanto el pase del manchego como el disparo seco, y con la diestra, del argentino. Firmaba su gol 73 de la temporada. Una bestialidad. Y sin tiempo casi para la reacción, Pedro logró el tercero tras un disparo sutil.
Era un combate entre un peso pesado y otro pluma, entre un equipo acostumbrado a las grandes batallas y un grupo de jugadores meritorios pero sin experiencia ni cuerpo para estos pulsos. Es un bloque de gran presente y enorme futuro pero, si no le había ganado en 13 partidos al Barça de Guardiola, lo normal es que tampoco lo hiciera con un trofeo en juego.
El árbitro contribuyó al desarme moral del Athletic. La final estaba finiquitada pero ni el andaluz Fernández Borbalán ni su asistente advirtieron el claro penalti de Piqué sobre Llorente. Lo vio todo el estadio, desde la primera fila hasta la última del gallinero, donde su ubicaban los periodistas. Era pena máxima y expulsión. Jugada de libro que se fue al limbo.
Llegado el descanso, Bielsa trató de animar, uno a uno, a sus soldados. Mejoró las prestaciones de su ejército al darle mayor versatilidad con Herrera e Iñigo Pérez. En realidad, el Barça le permitió crecer y disponer de un par de excelentes ocasiones para soñar. Comenzó a jugar con el resultado y dio la sensación de no querer hacer sangre ante un clásico con una afición grandiosa, y hermanada en Madrid con los culés. La gran fiesta fue azulgrana, pero los rojiblancos celebraron su regreso a la zona noble. Gran mérito y espléndida temporada, aunque las derrotas siempre duelen. Y si este Barça apunta a fin de ciclo, que venga Dios y lo vea. Solo Pinto le afea.