¿Dónde nos hemos olvidado al niño?

Un bebé de 18 meses, una réplica de la antorcha olímpica, una urna con cenizas. Son tres de los objetos más curiosos que han encontrado los empleados de la cadena británica de hoteles Travelodge en sus instalaciones durante el último año. La lista es tan extensa como sorprendente.

Quién sabe lo que pensaron esos padres al descubrir que se habían olvidado a su pequeño, o los motivos que llevaron a aquella novia a abandonar, con conocimiento o sin él, su vestido de la cotizada Vera Wang, o cómo abrió su Ferrari 458 aquel caballero sin la llave que se dejó en el cajón, o a qué nuevo muñeco se abrazarían los 75.000 niños que no se llevaron consigo sus osos de peluche.

Repasando la lista, se pueden inventar mil historias para encontrar razones a tantos y tan extraños descuidos. Aunque, en la mayoría de los casos, la imaginación debería ir demasiado lejos para fantasear con cómo pudo llegar a algunas de las habitaciones, de los salones o de los comedores del medio millar de establecimientos que Travelodge tiene repartidos por el mundo una réplica de la antorcha olímpica, una maleta con cómics antiguos de Marvel, un hámster Roborowski llamado Fredrick, la gran figura de Santa Claus decorada con adornos, luces y un reno, o la bolsa de un diseñador de trajes para perros.

El inventario de 2011 también pasa revista a los objetos más frecuentemente olvidados, que van de los clásicos pijamas, neceseres, libros y cepillos de dientes, a los más tecnológicos teléfonos móviles con sus correspondientes cargadores, ordenadores portátiles, iPads o libros electrónicos.

Los artículos que no han sido reclamados por sus dueños en los tres meses siguientes han sido donados a la asociación Cancer Research UK, una de las organizaciones benéficas elegidas por Travelodge junto a KidsOut.