La ISS, el laboratorio del espacio
La Estación Espacial alberga experimentos para hallar vacunas o nuevas terapias para frenar el cáncer
MADRID Actualizado: GuardarMide 108 metros de ancho por 74 de largo y, a una velocidad de 26.000 kilómetros hora, completa una vuelta a la Tierra cada 90 minutos. Se trata de la Estación Espacial Internacional (ISS) uno de los mayores logros tecnológicos creado jamás por el ser humano. Su importancia en la carrera por conquistar el espacio es fundamental, tanto como base permanente para los astronautas como por los experimentos que se pueden realizar en el ella en ambiente de microgravedad.
Actualmente participan en ella 16 países -EEUU, Canadá, Rusia, Japón, Italia, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Noruega, Francia, España, Alemania, Gran Bretaña, Suecia, Suiza y Brasil-. Su creación comenzó a gestarse ya en la década de los 80. Entonces, en plena Guerra Fría, Ronald Reagan lanzó el proyecto para crear una base espacial permanente. Tanto soviéticos como estadounidenses ya habían puesto en órbitas pequeñas estaciones pero todas ellas se quedaron obsoletas cuando la URSS puso en funcionamiento la MIR. Los 13 años que esta estuvo operativa, aunque su vida en principio se calculó solo en cinco, convencieron a los gobernantes de las principales potencias de la necesidad de contar con una nueva estación. Y para hacerlo la mejor manera de afrontar el alto coste de su diseño fue la cooperación, un punto en el que la inclusión de Rusia resultó decisiva. Se calcula que al final de sus días se habrán invertido en la ISS 100.000 millones de dólares.
El 20 de noviembre de 1998 un cohete ruso colocó en órbita el primer módulo de la futura ISS, diseñado para dotar a la Estación de la energía y propulsión iniciales. Poco después se le unieron nuevos componentes y la primera tripulación permanente llegó en el año 2000. Desde entonces, siempre ha habido al menos dos personas en su interior, aunque tiene capacidad para seis.
Cuenta en su interior con cuatro laboratorios. En ellos se ha experimentado en áreas que van desde la medicina a la química o la botánica. Gracias a sus pruebas se ha sabido, por ejemplo, que la bacteria de la salmonella se hace aún más agresiva en el espacio lo que ha permitido identificar el gen que la transforma con vistas a la fabricación de una posible vacuna. La lucha contra el cáncer también ha ocupado el tiempo de la tripulación de la Estación. En su interior se han probado unas microcápsulas que pueden dirigirse directamente sobre un tumor sin dañar zonas sanas del cuerpo humano.
También resulta importante observar la respuesta del cuerpo humano ante la estancia prolongada en microgravedad, uno de los grandes problemas a resolver antes de emprender misiones más allá la Luna. La forma de alimentarse, la protección de la masa muscular, los efectos de la radiación...Todo ello puede observarse a bordo de la ISS.
Se le ha sacado incluso provecho como destino turístico. Seis personas, previo pago de una cantidad cercana a los 35 millones de dólares, se han sacado su propio billete al espacio. Toda una forma obtener rentabilidad económica de la Estación.
El mantenimiento
Mantener la ISS a pleno rendimiento no resulta sencillo. Su integridad está amenazada de forma permanente por la chatarra espacial. Los millones de piezas de satélites que vagan alrededor de la Tierra suponen una seria amenaza en caso de colisión y ya han sido varias las ocasiones en las que ha debido modificarse la órbita de la ISS para evitar el riesgo. En una ocasión, incluso, los astronautas a bordo debieron protegerse en el interior de la nave Soyuz que siempre permanece en la estación para ser utilizada en caso de evacuación forzosa.
Hace unas semanas saltó a la luz pública otro potencial enemigo: los hongos. Al igual que le ocurriera a la Mir, estos microorganismos capaces de sobrevivir en las condiciones extremas del espacio están dañando el metal y otros componentes de la ISS. Literalmente, se la están comiendo.
El lento proceso de su construcción ha hecho que en algunos aspectos se haya quedado obsoleta y ya haya quien reclame sustituirla por una base más moderna. La esperanza de vida de la ISS se fijó en un primer momento en 2016, aunque el año pasado esta fecha se postergó a 2020. Llegado el momento, tal y como ocurrió con la MIR, se procederá a su reentrada controlada en la atmósfera para que caiga sobre el mar. Hasta entonces seguirá siendo uno de los laboratorios más prolíficos que jamás haya poseído la humanidad.