Bankia fue parcialmente nacionalizada la semana pasada./ Afp
análisis

Y a los accionistas que les parta un rayo

Las acciones de Bankia han llegado a caer hoy en Bolsa más de un 28%

MADRID Actualizado: Guardar
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Las acciones de Bankia caen hoy más de un 28%, y la Comisión Nacional del Mercado de Valores considera que no hay razones para suspender la cotización de acuerdo con la normativa vigente (en algunos mercados, la suspensión temporal es automática cuando la oscilación supera determinado umbral). El regulador tampoco la suspendió mientras se estaba produciendo la nacionalización de Bankia la semana pasada, en medio de informaciones contradictorias, por lo que sus teorizaciones de hoy sobre la existencia de “una información no difundida de forma simétrica” resultan poco convincentes.

En definitiva, los cerca de 400.000 pequeños inversores, clientes en su mayor parte, que acudieron a la oferta pública de suscripción por medio de la cual Bankia salió a Bolsa hace menos de un año y conserven sus títulos, y que contribuyeron con unos 3.000 millones de euros a la recapitalización de la entidad, acumulan ya pérdidas cercanas al 70% (el 50% desde que Rato fue despedido y sustituido por Goirigolzarri). La acción lleva diez días de caídas continuas.

Los inversores ya saben las incertidumbres que abre siempre el mercado, por lo que en principio deberían conformarse con su infortunio. Pero sucede que la nacionalización de Bankia se ha hecho desde el Gobierno con una opacidad incomprensible. De hecho, todavía no se sabe bien qué ocurrió para que Rato fuera descabalgado, ni se tiene la menor idea de cuáles son los planes del nuevo presidente, ni si se mantendrá el obsoleto marco jurídico de las cajas de ahorros que todavía mantiene a políticos y sindicalistas en los consejos de administración.

Es lógico, en fin, que los accionistas y los mercados desconfíen de un valor basado en una institución cuyas cuentas han sido rechazadas por el auditor y cuyo destino es altamente incierto. Pero es difícil negar que esta manera de hacer las cosas constituye una agresión a los pequeños ahorradores de este país, gracias a los cuales existe un denso tejido productivo. Cualquier mediano entendedor sabe que Economía pudo hacer mucho mejor las cosas, sin perjudicar a quienes eran por completo inocentes del desastre.

Pero es que, además, ¿cómo vamos a pedir confianza a los mercados internacionales para la deuda española si el cuarto banco de este país está en caída libre en España? Es difícil no detectar en todo este proceso una gran ineptitud, que obliga a cuestionarse si vamos a ser realmente capaces de remontar la pendiente.