Alicia Armesto y Vene Alhambra. / Virginia Carrasco
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Aquellos días de mayo

Los 'indignados' recuerdan, un año después, cómo se forjó un movimiento que nació con la idea de cambiar el rumbo de la sociedad

MADRID Actualizado: Guardar
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17 de mayo de 2011. Carlos Paredes, un comercial dedicado a la venta de productos informáticos, llega a la Puerta del Sol. Portavoz entonces de Democracia Real Ya, Paredes ha sido una de las caras visibles durante la manifestación del 15M y regresa al lugar donde, dos días antes, desembocó la marcha. Quiere protestar contra la actuación policial que ha tenido lugar durante la madrugada anterior. La noche del 16 al 17, más de una veintena de ‘indignados’ fue desalojada. Cuando Paredes llega al lugar de los hechos, se queda con un detalle: “A pesar de que la afluencia de gente a las seis de la tarde era la normal, había un dispositivo policial muy fuerte rodeando las calles aledañas de la Puerta del Sol, con siete u ocho furgones antidisturbios y un importante número de agentes”, recuerda. Ante tal estampa, este autónomo de 32 años –entonces 31- siente “pánico”, así que se dirige a las autoridades para comunicar que va a venir bastante gente y preguntar cómo pueden evitar cualquier conato de violencia. Al fin y al cabo, dice, “ellos son los expertos en seguridad”. Le derivan al responsable de la seguridad en aquel momento: “Era un policía enorme”, señala. Es un agente fornido, mide alrededor de dos metros de altura y se presenta con un saludo militar. Paredes no es precisamente alto.

“Buenas tardes, es usted el que ha organizado esto, ¿no?”, le espeta el agente. Paredes lo niega y trata de hacerle ver que la convocatoria ha sido espontánea y se ha generado a través de Internet, un hecho este que se convertirá en una constante en el movimiento. “Todo su afán consistía en hacerme responsable de lo que allí sucediera”, dice ahora. La tensión va en aumento y el agente le replica que pida tranquilidad cuando suba al escenario. Pero Paredes no sabe si habrá escenario, ni tan siquiera si habrá discursos. Rodeado ya por un nutrido grupo de cámaras que se han acercado a registrar la escena y “muy, muy nervioso”, Paredes dice “mire, lo vamos a grabar todo y si hay violencia vamos a saber quién ha sido”. En ese momento, este joven autónomo se dirige a las cámaras de televisión y pide a todos los ciudadanos que han acudido a la concentración que graben con sus teléfonos todo lo que ocurra. Los ciudadanos, que han asistido al tenso intercambio de pareceres, rompen la tensión con el primero de los muchos aplausos que se sucederán a lo largo de la tarde.

Desde el presente

La imagen bien puede resumir el espíritu de un movimiento que aunó las reivindicaciones de ciudadanos de todas las edades y todos los estratos sociales. “Era difícil contener la emoción”, explica ahora quien trabajó durante meses en la organización de aquella primera manifestación multitudinaria. Ya había habido, sin embargo, varios avisos. En enero de 2011, el pensador francoalemán Stephan Hessel agitaba las conciencias publicando ‘¡Indignaos!’, un panfleto que animaba a salir de la indiferencia en la que la sociedad parecía haberse instalado. En abril, Juventud Sin Futuro organizaba una concentración para llamar la atención sobre las dificultades que atravesaban los jóvenes. Ante unas perspectivas de futuro más bien negras, cientos de personas salieron a la calle para reivindicar un trabajo y una vivienda digna. A la par, surgían movimientos como #nolesvotes, que animaban a buscar alternativas a los dos grandes partidos políticos.

Y en todo aquello, Internet jugó un papel esencial. “Sirvió de catalizador para todas estas propuestas”, explica el cineasta Stéphane Grueso, que ha documentado el movimiento desde sus inicios en un proyecto de vídeo y libro llamado ‘15m.cc’. “Personalmente, jamás había hecho activismo y precisamente por eso me acerqué. Me había gustado la manifestación de Juventud sin Futuro y me encantó la del 15M. Fue algo muy festivo, con muchas familias y pocos activistas y pancartas”. Grueso conoció a la que luego sería su compañera en esta aventura, durante la acampada. Seguidora de grupos como #nolesvotes, la periodista Patricia Horrillo, llegó a la manifestación animada por una convocatoria en Facebook. Habiendo dado cobertura a todo tipo de concentraciones, Horrillo también vio “un espíritu muy distinto al de otras marchas. Habían acudido muchas más personas y en los mensajes y las pancartas daba la sensación de que la gente despertaba y se reflejaba un descontento general hacia la clase política”, apostilla.

Más que debate, diálogo

Vene Alhambra se adhirió al movimiento unos días mas tarde, cuando el campamento se hizo fuerte en Sol. Lo que le enganchó a este psicólogo de sesenta años de edad fue el micrófono abierto. “Era algo muy vivo. Cualquiera podía expresar las cosas que le preocupaban y era un diálogo distinto al de los bares. Aquí, los turnos de palabra se respetaban. Incluso cuando alguien decía algo muy fuerte, los demás argumentábamos sin perder el respeto y sin caer en las descalificaciones”, afirma. También quedó sorprendido por la forma en que la acampada rompía con las estructuras sociales: “Ninguno sabíamos a qué estatus social pertenecía el otro, ni cuál era su trabajo. Simplemente dábamos nuestro nombre y nos convertíamos en uno más de esta gran familia. Era importante que todos fuéramos anónimos y que nuestra palabra valiera lo mismo”. Lo dice con conocimiento de causa ya que, a pesar de que se encontraba en la comisión de Psicología, no dudó en echar una mano a la de Infraestructuras, como hicieron todos, cuando la lluvia amenazó la supervivencia del campamento. Editor de libros, la vida en el campamento fue robándole más y más tiempo. “Tuve que pedir que no me encargaran trabajos urgentes para poder encajar en los plazos”.

Allí conoció a Alicia Armesto, una secretaria de dirección de 41 años de edad que se gana la vida “currando en lo que va saliendo”, tras haber cerrado una tienda de moda debido a la crisis. “Acudí a la concentración en la Puerta del Sol porque tenía amigos en Juventud sin Futuro y les habían pegado”, dice. Una vez en la plaza, se dio cuenta de que había algo más. “Se trataba de conseguir un cambio social, la gente traía propuestas y creía que mediante asambleas iban a poder cambiar algo. Yo aún sigo creyéndolo. Creo que la voz del pueblo tiene suficiente poder como para ser escuchada”, apunta quien dedica su tiempo casi exclusivamente al movimiento. “Han sido muchas horas, hemos hecho muchas amistades y prácticamente seguimos todos juntos. Hemos abandonado a la familia y a los amigos de siempre”, dice entre risas.

El punto de inflexión

Cabe preguntarse si el 15M hubiera explotado de no ser por la actuación policial. Pablo Gómez lo ve claro. “Muchos piensan que la Policía fue la que comenzó el 15M porque fue un acto violento e innecesario”, comenta este biólogo de 32 años que vivió el desalojo en persona. “Tras la manifestación, volví a la plaza y vi que había gente que hablaba de quedarse, medio en broma medio en serio. Nos fuimos emocionando y ya el primer día se montó una minicarpa”. Pese a que las autoridades tomaron la precaución de desconectar las cámaras de seguridad que vigilan día y noche la plaza –“Si buscas las imágenes de aquella noche, no las vas a encontrar”, advierte Paredes-, no cayeron en la cuenta de la fuerza que tiene Internet. Cuando comenzó el operativo, “nosotros empezamos a retransmitir en tiempo real todo lo que sucedía”, cuenta Gómez, “y en menos de doce horas ya estaba montada la marimorena”. Por su parte, Patricia Horrillo reconoce que el desalojo fue el punto de inflexión pero también cree que había tal caldo de cultivo que “aquello iba a salir por algún lado”. Fascinada, la joven periodista vio cómo lo que estaba sucediendo en Sol se replicaba en diferentes redes sociales. “Subían vídeos con el desalojo y pronto comenzaron los mensajes de apoyo a la acampada. No podré olvidar esa experiencia. Fue algo muy espontáneo, sin una planificación previa. Surgía de las tripas”, sentencia.

Durante aquellas semanas, “la respuesta fue masiva y recibimos un apoyo brutal. Hubo una entrega total, mucha emoción e ilusión y también algo de miedo”, rememora Gómez. Aquellos primeros días, la generosidad marcó la tónica. “Hubo restaurantes que cerraron antes para traernos comida y hubo quien desde Asturias encargó pizzas para todos los acampados”. Paredes asegura que llegó a llorar “por lo que habíamos conseguido. Me ponía a caminar entre las carpas y alguien venía y me daba un gorro, donado por algún establecimiento, para protegerme del sol, o crema donada por particulares. Hizo salir lo mejor que llevamos dentro. Nadie buscaba un interés personal. Simplemente buscaba soluciones a los problemas que los políticos no habían podido resolver”. Stéphane Grueso y Patricia Horrillo lo resumen así: “El 15M no es un movimiento, es un cambio en las personas, un despertar que está generando cosas fantásticas y redes entre los ciudadanos que se habían roto”.