El muro de la contestación social
MADRID Actualizado: GuardarHace ya algunas semanas que tenemos que volver a ocuparnos de la prima de riesgo, del IBEX, de los bancos, o la amenaza de intervención. La rebaja de calificación de S&P con la que abandonamos el territorio de la A, o el aviso del Gobierno de que nos subirá el IVA, nos devuelven a algo ya explorado. Cuando creíamos haber pasado lo peor, vuelve la sensación de que las cosas no funcionan. Los resultados de la EPA son un crudo recordatorio. ¿Será verdad que hemos avanzado tan poco?
Aunque se percibe todavía de forma incipiente, todo apunta a que estamos ante de un final de fase, la de la austeridad fiscal como eje de la política europea. ¿La razón? No tanto un cambio de criterio, o la victoria de determinadas tesis sobre la forma de conducir la salida de la crisis, sino la creciente evidencia de que la probabilidad de que los países de la eurozona pongan en orden sus finanzas públicas al ritmo pretendido se va esfumando a igual velocidad con la que, por diversos medios, los responsables políticos acusan recibo de mensajes de preocupación de los ciudadanos expresados por diferentes vías.
Se está tomando conciencia de que estamos cerca de que emerja ‘el muro’ de la contestación social. Esto obliga a modular el mensaje de restricción y a poner el acento en estimular el crecimiento. Observemos y veremos que eso es lo que está pasando en Europa. Lo decía esta semana el presidente del Parlamento Europeo: «un colapso de la UE es posible». Se está preparando una cumbre informal de líderes europeos para trabajar sobre medidas para estimular el crecimiento. ¿Pero cómo?
Recordemos que durante décadas el crecimiento se apoyó en el crédito, razón por la que las deudas del sector privado se dispararon. Con la crisis, el crecimiento se buscó a través del estímulo del gasto público. Lo que se disparó entonces fueron las deudas de los Gobiernos. Buscaron apoyo en los ya maltrechos bancos, y la situación empeoró. Ya nadie presta, y los bancos están en precario. Parece lógico ahorrar, pero los ciudadanos empiezan a manifestar resistencia. Difícil salida. El crédito no es opción. El gasto público no es opción. Solo quedan las reformas estructurales, pero su resultado es demasiado lento. Pero crecer tiene un precio, y encontrar quien lo pague no va a ser fácil. Cada vez más, los deudores sienten que están cerca del límite y la presión bascula hacia los acreedores. Por eso, aunque nos parezca que lo que ocurre ya lo hemos visto, la verdad es que estamos ante algo bastante distinto, pues todo indica que como en la maratón, hemos alcanzado ‘el muro’.