Francia: Silva de varia lección
Si gana el presidente Sarkozy, lo que todos los sondeos dan como muy improbable, tal vez se dé un cierto cambio de rumbo
Actualizado: GuardarLo de Francia – la elección presidencial de mañana y, en definitiva vuelta, el seis de mayo – suscita un interés literalmente europeo. Es lo que nuestros clásicos llamaban silva de varia lección, una miscelánea que cubre escenarios, géneros y pronósticos diversos.
Para empezar, el resultado, si gana el candidato socialista François Hollande, puede ser un fuerte mensaje al conjunto de la UE, y singularmente a Berlín, sobre la necesidad de modificar calendarios y medios en el largo combate contra la crisis.
Se dice que incluso si gana el presidente Sarkozy, lo que todos los sondeos dan como muy improbable, tal vez se dé un cierto cambio de rumbo de creer a los portavoces de su campaña que dejan caer a los periodistas que el Elíseo podría dar por concluido el programa de ajuste severo y sobriedad presupuestaria y sopesa fomentar en Bruselas el recurso a medidas de estímulo de corte norteamericano. Merece un subrayado el hecho de que Angela Merkel, que pensaba acudir a un par de mítines electorales de Sarkzozy, no lo ha hecho finalmente.
En realidad, esta versión es difundida por medios pro-socialistas, en un intento de acreditar su última aportación a la batalla electoral: Sarkozy estaría robando a Hollande y su equipo determinadas iniciativas que implicarían eventualmente, se diga como se quiera, alguna clase de divorcio con la gran dama berlinesa, ante cuyos criterios París, pero también el resto de la UE, se ha inclinado hasta hoy.
Un referéndum de hecho
En estas circunstancias, la elección tiene también un valor oficioso de referéndum y no solo sobre la gestión del presidente Sarkozy, sino también sobre la estrategia de la izquierda, como un todo con muchas corrientes, humores diversos, ensayos de renovación de extracción varia e intentos de encuadrar a los indignados y los movimientos urbanos jóvenes poco sintonizados con la izquierda convencional.
Eso se verá sobre todo a través del resultado de Jean-Luc Mélenchon, un ex-socialista clásico criado a los pechos de lo que fue la “Sección Francesa de la Internacional Obrera”, que tal era el nombre del invento en los grandes días de la travesía del desierto que terminaría con la llegada de François Mitterrand al poder en 1981… la prehistoria en términos prácticos.
Mélenchon no es un joven prometedor surgido al calor de las nuevas tecnologías, redes sociales y demás: tiene sesenta años, es eurodiputado, fue ministro en un gobierno Jospin y debió fijarse en el experimento, tan parecido, que ejecutó en Alemania Oskar Lafontaine, también socialista clásico, hasta que se sintió a disgusto con lo que él juzgó como capitulación incesante de la socialdemocracia convencional. En Alemania se llamó el partido “Die Linke” (“La Izquierda”) y dispone ahora de 79 diputados en un parlamento de 622. Y el ensayo francés, exactamente igual, “Partido de la Izquierda”, aunque su marca electoral es “Frente de Izquierda”.
Cómo lidiar el fenómeno Mèlenchon
Mélenchon podrá medir su peso político tras las legislativas… es decir, tan pronto como a mediados de junio, pero sus expectativas son razonablemente buenas porque sus votantes, que en su mayoría apoyarán a François Hollande en la segunda vuelta el seis de mayo, sí podrán darse el gusto de constituir un grupo parlamentario propio a la izquierda del socialismo tradicional. En el momento de escribir, los sondeos le atribuyen un 13-14% de intención de voto, un tesoro pensando en una eventual negociación.
El fenómeno Mèlenchon, única sorpresa de la campaña, porque el lento auge del Frente Nacional estaba descontado desde hace un par de años, remite a la cuestión central de qué haría Hollande con el “Frente de Izquierda” si gana la presidencia. No hay la menor previsión de union de la gauche y solo con los resultados en la mano será posible hacer pronósticos. A día de hoy los socialistas no tienen la fuerza parlamentaria para sugerirla, ni, que se sepa, la intención… pero todo podría cambiar si las elecciones legislativas, como esperan, les son también favorables y el fenómeno de La Izquierda se mantiene.
Hay en la cita, como flotando en el aire, una cierta sensación de la inminencia de un changement de régime, advirtiendo al lector rápidamente que el sustantivo régimen se entiende aquí como situación, práctica y liderazgo y carece de todo valor constitucional. Se diría que, tras 17 años de gobiernos conservadores (doce de Chirac y cinco de Sarkozy) “toca” un Elíseo socialista…