TOROS | FERIA DE ABRIL

Una tarde para Alfred Hitchcock

Nada pudieron hacer los tres espadas en una tarde llena de despropósitos

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Ya estaban en la plaza casi todos los franceses del sur y de Paris, toda una legión de buenos aficionados que peregrinan anualmente a Sevilla tiñendo la Maestranza y sus aledaños de un feliz color cosmopolita. Se las prometían muy felices al entrar de nuevo en el coso sevillano, pero seguro que no tardaron mucho en darse cuenta de que lo que allí se representaba era una película de terror. El cielo de Sevilla era propio de Transilvania, y el viento helado de este tonto abril parecía un fenómeno paranormal. Nadie estaba para muchas bromas pero estas empezaron pronto.

Abrió cartel Diego Urdiales quien quiso poner clara su voluntad de vencer los elementos con una serie de verónicas desiguales y unas ceñidísimas gaoneras que entonaron con el tremendismo general del ambiente. El toro apretó en banderillas donde dio alguna muestra del recorrido que demostró tener en el último tercio. Con mucha decisión, Urdiales planteó una faena con ambición de dominio. Irreprochable en su colocación, bien cruzado y dejando la muleta muy plana, quiso someter a un toro que embestía, pero al que nunca supo encontrar el sitio entre muletazo y muletazo, realizando una faena tan entregada como deslavazada. Todo fue un esfuerzo inútil y, como se sabe, estos provocan melancolía, que era precisamente lo que le faltaba al acto.

Salió también Fandiño con voluntad de sobreponerse a los elementos. Recibió al toro con dos limpias verónicas y lo cuidó en el caballo, consciente de la debilidad del animal. Ahora bien, aquí apareció un elemento con el que nadie contaba, y este fue un quite de Jiménez Fortes, al que con muy buena intención, se le ocurrió descalzarse para la ocasión, y a la plaza, que no es proclive a la sobreactuación y que no estaba hoy para este tipo de alegrías, no le hizo ninguna gracia, sino todo lo contrario. Así que de nada le sirvieron a Fortes esas verónicas con los pies al aire, que precedieron una faena también melancólica de Fandillo, quien no encontró pitón por el que el Ventorrillo no se quedara a medias. Dejó su estocada bastante caída el torero y, cuando estaba el subalterno en la tarea de descabellar, ocurrió lo inaudito: un grito de mujer, seco, agudísimo rechinó en la plaza como caído de los cielos. Creo que ni Edvard Munch ni el propio Alfred Hitchcock hubiesen podido imaginar un alarido tan terrible. La gente se puso muy nerviosa intentando adivinar el tendido del que procedida ese aullido, que muy probablemente no haya sido una psicofonía venida del más allá.

En fin que llegó el tercero entre el desconcierto y el miedo general y allí se escuchó una de las tres grandes ovaciones de la tarde que fue para Tito Sandoval, quien ejecutó la suerte de varas con gracejo y precisión, luciendo a un toro que, la verdad, no tenía mucho que lucir. Lo intentó Fortes de todas la formas y por ambos pitones, pero ninguna acometida pasó de la media embestida. Al final con un arrimón y una media muy trasera cubrió el torero el expediente.

Suspense

En el cuarto de la tarde empezó el baile de corrales, absolutamente inválido, el presidente sacó su pañuelo verde, con la indignación de todos los presentes, menos de un grupo de chinos, cada vez más frecuentes en la plaza, que literalmente enloquecieron de emoción cuando vieron salir a los cabestros y llevarse al toro a los corrales, con la segunda gran ovación de la tarde, que fue para el pastor. Con inquebrantable espíritu, Urdiales volvió a intentar levantar la tarde con un sobrero también del Ventorrillo, bien presentado, al que recibió a la verónica. Lo brindó al público el riojano e inició su faena con una buena serie por el pitón izquierdo. Repetía el toro por ese pitón, pero tampoco consiguió el torero acoplarse a la embestida. Intentó llegar a los tendidos con una serie de naturales poco templados y ya con el toro muy orientado. No fue su tarde.

Manso y de muy mala presentación fue el quinto de Fandiño. Eso sí, tenía cierta fijeza y respondía con nobleza a los toques, y el torero pudo sacarle unas buenas tandas en redondo con la derecha y al final unos naturales, estos más templados, que tampoco llegaban a transmitir dada la falta de clase del animal.

El sexto de la tarde fue también devuelto a los corrales provocando de nuevo el algarabío entre el público chino y la ovación, tercera de la tarde, para el pastor. Se justificó Fortes con una serie de derechazos que no acaban de tener profundidad, en gran medida, porque tampoco era mucho el recorrido del sobrero de Montealto. Otro arrimón y una estocada dieron fin a esta tarde tan llena de suspense.