TOROS | FERIA DE ABRIL

Triunfos sevillanos con escuela

Orejas para Fernández y Nazaré, que resultó herido

SEVILLA Actualizado: Guardar
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No estaría mal que en la puerta de las escuelas taurinas colgara un letrero con la famosa confesión de Bernard Saw de que a la edad de siete años tuvo que abandonar su educación para empezar la escuela. Y digo esto porque, después de una tarde como la de ayer en la Maestranza, a uno le parece imposible que un aficionado a los toros cubierto con el velo de la ignorancia, sobre la procedencia de los tres toreros que formaban el cartel, pudiese adivinar que aquella era la tarde de los toreros de la tierra, de los toreros sevillanos. Quizás esas formas aprendidas de la tierra se perdieron en la escuela. Quizás no esté siempre bien presente que entre exigencias de la técnica y los cánones del sitio, la quietud y las suertes, el toreo ha de ser un territorio para la identidad y la creación.

Para Salvador Cortés, quien abría ayer plaza, esta feria ha tenido que ser más amarga que dulce. Si el otro día se le escapaba el mejor toro de la corrida del Conde de la Maza, hoy le ocurría lo mismo al no poder desorejar a su primero, un gran toro, de la muy interesante corrida de Fuente Ymbro. Lo recibió bien al capote Salvador con un par de verónicas de mérito, en las que ya pudo verse la clase del toro. Consciente de ello, el torero quiso lucirlo citándolo desde lejos, y allí acudió el toro, al que sometió Salvador con una tanda muy limpia de derechazos. A partir de ahí nunca estuvo del todo cómodo el torero con un toro con nobleza pero que también exigía en la embestida. Sólo al final, cuando el diestro sevillano decidió bajarle la mano al toro, transmitieron realmente los muletazos, si bien los enganchones privaron a los tendidos de ver tandas del todo limpias. Esto y la ausencia de una idea coral en la composición de la faena, seguramente fueron las razones por las que la plaza no solicitó la concesión de un trofeo para un visiblemente decepcionado Salvador que conoce mejor que nadie el significado de esos silencios sevillanos.

Quizás el mejor toro de la tarde fue el que lidió en quinto lugar Antonio Narazé. Impecable de presentación, el toro demostró desde el primer tercio una extraordinaria fijeza y codicia en la embestida. Le dio muy buena distancia el torero y lo toreó bien por la mano derecha, en dos muy buenas series en redondo, rematada una de ellas con un sensacional pase de pecho que encendió a los tendidos. El peligro del toro estaba en el pitón izquierdo y el torero se exigió torearlo también por ese sitio, y fue cuando intentaba ligar su tercer natural, cuando el toro lo engancho dándole una espectacular voltereta y dejándole una cornada en la cara posterior del gemelo derecho. Se creció Nazaré ante el percance, demostrando que está hecho de buen material torero, y terminó herido su faena con una serie de manoletinas y una estocada muy caída que no desalentó la petición de una oreja, finalmente concedida.

Mando y decisión

Otro gran toro fue el que lidió Esaú Fernández en sexto lugar. Como en su inválido primero, recibió Esaú al toro a puerta gayola y procuró cuidarlo en el caballo. La faena fue de menos a más, no por el toro, sino por Esaú, quien empezó toreando muy despegado con la mano derecha, transmitiendo a los tendidos una cierta sensación de conformidad. Fue cuando tomó la muleta con la mano izquierda cuando el torero pisó los terrenos en los que germina la emoción, y bajando la muleta con mucho mando y decisión, sacó lo mejor de sí mismo y los mejores muletazos de una faena que supo rematar con una soberbia estocada que le valió un trofeo.

Torear como se es, resistiendo la angustia de las influencias y desdeñando autoridades, son máximas de este sublime oficio. En una tarde como la de ayer, sevillana para la Maestranza de Sevilla y con interesantes toros, uno sabe que se ha toreado bien, pero también que se ha quedado con la sensación de no haber podido aprehender la personalidad más esencial de sus protagonistas, por momentos demasiado normalizados, como si esto del toreo estuviera hecho para gente normal.