Paneles de la Bolsa de Madrid./ Zipi (Efe)
análisis

Desconfianza de los mercados

Hoy, la prima de riesgo ha alcanzado los 410 puntos y el IBEX ha cerrado sin variaciones

MADRID Actualizado: Guardar
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Ayer, miércoles, los mercados volvían a acusar clara desconfianza hacia la economía española. El diferencial de nuestra deuda con relación a la alemana se aproximaba a los 400 puntos, ya claramente por delante de Italia, y el BCE pedía claramente a España más reformas para calmar las tensiones (hoy ha hecho lo propio el FMI). También el Tesoro acusaba la situación: por primera vez desde diciembre, la colocación de deuda no llegaba al máximo previsto -3.500 millones- y se quedaba en la parte baja del rango: con la prima de riesgo en aquel momento por encima de los 375 puntos, el Estado español tenía que conformarse con colocar 2.590 millones –la demanda caía casi a la mitad- en bonos y obligaciones a medio y largo plazo, pagando hasta un 28% más. La bolsa española también se desplomaba: el IBEX caía más de un 2%, aunque, en honor a la verdad, todas las bolsas europeas se daban el batacazo (Frankfurt bajaba el 2,84% y París, el 2,74%).

Hoy, la tendencia continúa: la prima de riesgo ha superado la barrera psicológica de los 400 puntos -ha llegado a los 410-, y el Ibex, que ha caído durante todo el día, ha conseguido la remontada a última hora al mejorar la posición de Wall Street, cerrando sin modificaciones, con una variación del 0% respecto a la apertura.

En estas circunstancias, cuando el Gobierno español ya ha realizado la gran reforma laboral y ha presentado -demasiado tardíamente, pero ésta es otra cuestión- sus presupuestos que consagran un ajuste de 27.300 millones que ha de ser capaz de reducir el déficit público al 5,3% al final del ejercicio, la pregunta que se hace la opinión pública es ¿qué se puede hacer más? Porque la sensación que muchos tenemos es la de que se nos empuja hacia una perversa paradoja: se nos conmina a tomar medidas de austeridad, procíclicas, que nos hunden todavía más en la recesión, y después se nos recrimina que no estemos creciendo…

Sin embargo, la pregunta -¿qué se puede hacer más?- tiene una respuesta, que requiere una serie de matices. En primer lugar, el Gobierno debe programar diversas reformas de gran calado a medio plazo, como la de la administración, capaces de reducir significativamente el déficit estructural; sin embargo, tales reformas requieren tiempo y los mercados no pueden exigirlas en el corto plazo.

En segundo lugar, el presupuesto 2012 arroja dudas, no tanto por su contenido cuando por sus circunstancias: preocupa la resistencia autonómica al mandato de austeridad, como preocupa la actitud beligerante de la oposición en un asunto en el que consenso sería benéfico.

En tercer lugar -y en este punto está la clave de lo que ocurre- es manifiesto que los mercados desconfían de la reforma del sistema financiero, que es clave en la salida española de la crisis. Los analistas -con Draghi a la cabeza- coinciden muy mayoritariamente en que estamos abordando -este gobierno y el anterior- el problema de la falta de solvencia de nuestras instituciones financieras con demasiada premiosidad, auspiciando las fusiones voluntaristas -que no son la panacea universal- en lugar de forzar una recapitalización potente y de una sola vez.

Los países que han padecido una burbuja inmobiliaria -Estados Unidos, Reino Unido, Irlanda, entre otros- han resuelto el problema por la vía expeditiva de la recapitalización. Aquí, en cambio, estamos actuando con una cautela injustificable, dando plazos dilatados para el saneamiento, y demorando por tanto que las instituciones de crédito empiecen a funcionar como tales. Y no hemos de engañarnos: ya podemos reformar cuanto queramos el mercado de trabajo que si los empresarios no pueden financiar su producción con cierta facilidad, no se pondrán en marcha. La mayoría de las reformas estructurales son instrumentales; la del sistema financiero es esencial.

Finalmente, conviene dejar sentada una afirmación objetiva: el hecho de que la prima de riesgo haya llegado al entorno de los 400 punto no nos sitúa en posición terminal, ni nos aboca irremisiblemente a un rescate que ni siquiera está en el horizonte. Teniendo en cuenta la bajísima cotización de la deuda alemana, el interés que ha de pagar España por su deuda es perfectamente soportable. No debemos, pues, incurrir en el catastrofismo, que, aunque no hace mella en los actores económicos porque ellos sí saben el terreno que pisan, en nada ayuda a la recuperación de la confianza.