Manuel Alcántara: «Quisiera debutar después de Semana Santa; el Domingo de Resurrección es mucha coincidencia»
El escritor y columnista pide paciencia a sus lectores mientras se recupera en el hospital de una fractura de cadera
MÁLAGA Actualizado: GuardarEl mobiliario que rodea a Manuel Alcántara ha cambiado estos días. El despacho lleno de recuerdos ha sido reemplazado por monitores y goteros que, afortunadamente, no necesita. En la cama de al lado le acompaña, convaleciente por desuso, su inseparable Olivetti, a la que mira de reojo como el torero inquieto que se prepara para una nueva faena. La vida, que ha sido generosa con él, le ha dado una cornada en su maltrecha cadera. Sus muletas son ahora los amigos, que desfilan diariamente por su habitación en la Clínica Rincón, su hija Lola y sus dos nietas, Marina y Clara. Su botella de oxígeno, la rendija de una ventana por la que se ve el mar.
PREGUNTA: ¿Cómo se encuentra?
RESPUESTA: Lo difícil es encontrarme. Me busco afanosamente, pero no me encuentro del todo desde la caída. Excepto un tifus que tuve en el Antiguo Testamento, con 13 años, no he padecido la menor enfermedad en más de 70 años. Nos contagiamos todos los alumnos de un curso entero de los Reverendos Padres Agustinos. Bebimos agua en un arroyo y contrajimos las fiebres tifoideas. Me pelaron al cero, como tú... He destruido todos los documentos gráficos de aquel tiempo.
P: Se puede decir que ha gozado de una salud de hierro...
R: La verdad es que sí, y eso me ha permitido ser una cosa tan rara como el decano de los columnistas españoles. Durante 70 años, en un periódico o en otro, he escrito al menos un artículo diario.
P: Se le ve cansado de hospital.
R: Estoy harto de convalecer. Daría algo por salir a la calle e ir a tomarme algo ahora contigo... Esa es otra. He cortado bruscamente todas mis costumbres, las mejor mantenidas, durante largos años. Hace un mes que no me tomo un dry martini ni un 'gin-tonic', y lo que es peor, `ni un vasito de vino tinto!
P: Sus lectores se preguntan qué le sucedió exactamente.
R: Pues solo se lo puedo contar parcialmente. Regresé en taxi a mi casa tras reunirme con mis amigos de siempre del pueblo (ocurrió el 20 de febrero). El taxista me advirtió de que no subía las escaleras del mismo modo, y se quedó preocupado. Entonces, volvió a mi domicilio y vio que no contestaba nadie. Yo lo único que recuerdo es que estaba en el sofá frente al televisor, como en las películas, y me levanté preguntando dónde estoy. Al parecer, me encontraron en el suelo. La caída no fue un largo trayecto, simplemente del sofá al puñetero suelo, y ahí perdí el conocimiento. Como debut no está mal. Yo me creía que era la última, pero parece que los médicos me dan esperanza. He descubierto que las cosas que hacía con 83 años no se pueden hacer con 84. Creía que la vejez era más gradual, pero irrumpe de pronto... En los países americanos, cuando alguien envejece, se dice «a fulano le ha caído un viejazo», como si le hubiese dado una breva en lo alto de la cabeza. Nosotros lo llamamos bajón. Yo creo que la enfermedad no es otra cosa que la acumulación de calendarios.
P: ¿Ha empezado ya la cuenta atrás, como en el boxeo, para levantarse?
R: Va a empezar el lunes. Vendrán Luis Méndez, Pedro Aparicio y otros traumatólogos. La recuperación es muy lenta. Me han prescrito inmovilidad, que es muy difícil, pese a que yo nunca he sido muy nervioso ni muy agitado. Llevo un mes durmiendo con la pierna estirada. Puedo decirte que lo me han recomendado los médicos es que estire la pata cuanto antes (sonríe). No quiero perder la perspectiva. No tengo miedo, pero sí cierta curiosidad respecto al más allá, que preferiblemente llegue en la casa de uno. Yo espero que la otra vida sea encontrarme con la nada, como antes de nacer, o con la misericordia divina. Pero, lo que es miedo, quiero decirte que no tengo. No he hecho daño a nadie conscientemente, y eso es de las pocas cosas que he conseguido en mi vida. Si yo tuviera en la mesita de noche una varita mágica para procurarle un mal a cualquiera, la habría roto.
P: ¿Se siente más fuerte con el paso de los días?
R: Yo me sentía fenomenal antes de que me pasara esto. Aun así, sigo comprándome cuatro periódicos para enterarme de la poco agradable situación de la vida española, donde todos los días hay un recorte nuevo o una catástrofe. Pero el mundo tampoco va muy bien, fíjate lo de Siria o lo de Líbano. El ser humano es muy belicoso. A mí no se me cae al alma a los pies, más que nada porque cuando se te cae el alma a los pies, te tienes que agachar a recogerla y yo no estoy en disposición; he perdido agilidad. Es muy desmoralizador leer un periódico o ver un telediario.
P: ¿Cómo se ha adaptado al nuevo horario? ¿Continúa levantándose nueve horas después de acostarse?
R: `Bueno! Me levantan a las ocho de la mañana, en duro contraste con mis costumbres. Luego paso a lavarme...
P: ¿Y cómo lo lleva?
R: Fatal, fatal. Yo soy muy lento, un elogio de la lentitud. Detesto la prisa. Siempre que veo a un tío que corre mucho pienso '¿qué venderá?'. No me gusta apresurarme. Ahora tengo que estar nueve horas con la pata extendida y he empezado a tener pequeñas estancias en la butaca. Antes estaba todo el día en la cama...
P: Ahora que ha estado postrado en una de ellas, ¿sigue pensando que el mundo es un gran hospital donde todos los enfermos quieren cambiar de cama?
R: Sí, sí, es un hospital que tiene mucho de antesala hasta que llega un momento en que se adopta la más duradera de las posturas y se anula la capacidad de elegir hospital.
P: ¿Qué cura más: el mar, el 'gin-tonic' o las medicinas?
R: El mar. Además, no da tiempo a bebérselo todo.
P: Y entre las otras dos, ¿depende de la enfermedad?
R: Hombre sí, aunque yo siempre he sido más partidario de tomar una copita...
P: ¿En que marca ha dejado la cifra de artículos consecutivos sin faltar a su cita un solo día?
R: Muy cerca de los veinte mil. Cunde mucho con los tres días de vacaciones que tienen los periódicos. Yo he estado muchos años escribiendo dos y hasta tres artículos diarios.
P: ¿Se siente liberado de lo que usted llama 'la última forma de esclavitud' o le ha costado desintoxicarse de la disciplina del artículo?
R: Se ha roto una costumbre muy larga de escribir todos los días durante años y años, aunque si las cosas van mejor no lo doy todo por acabado. Es lo que he hecho toda mi vida. Escribir, mirar el mar y tomar una copita con mis amigos. Y todo eso, cuando se corta bruscamente, te desconcierta un poco.
P: ¿A qué dedica el tiempo que le deja libre los artículos?
R: A nada, a seguir vivo nada más. Y a leer.
P: ¿Se siente como un futbolista truncado por una lesión?
R: No, porque yo ya tengo la carrera hecha. El único contacto con los futbolistas es que en estos momentos ni ellos ni yo podemos dar pie con bola. Fíjate cómo tengo la pata.
P: Leyendo cuatro periódicos diarios, ¿cuántos toros aseados para una buena faena ha dejado escapar?
R: Muchos, todos los días me sugiere algo. Pero para escribir hace falta tono y fuerza. Yo me levanto, voy al servicio empujando el carrito -ya tengo carné de primera para manejarlo-, pero para eso aún es pronto.
P: ¿Cómo se ve el mundo desde esta habitación?
R: ¡No se ve! Yo me asomo, miro por una rendija y por ahí se ve el mar. Me lo cuentan, pero no lo veo. La hospitalización es muy mala.
P: ¿Qué es lo primero que quiere hacer cuando salga?
R: Mirar. Mirar el mundo, que no es lo mismo que verlo en horizontal. Bueno, no es que yo tenga mucho interés en seguir, pero parece que no es la última enfermedad.
P: ¿Qué le queda por hacer?
R: Me hubiese gustado hacer algún viaje todavía. Tenemos algún proyecto de excursión improbable, pero sobre todo volver a Bilbao, a ver a mis amigos de Vocento, a José Luis Peñalva y a Juan Bas.
P: Si pudiera, ¿iría a la huelga por la reforma laboral?
R: No, aunque tuviera las patas fenomenal, no iría. En este momento no corrige nada. Creo que los que vayan tienen suficientes razones para acudir a la huelga, pero no arregla nada.
P: ¿Y a votar?
R: Para votar tampoco estoy en disposición, ni siquiera antes de partirme la cadera lo estaba. Yo soy muy escéptico en materia de política.
P: ¿El periodismo está en la uvi?
R: Sí. Tiene posibilidades de salir y cambiar de sala, pero sí que lo está. Yo aspiro a hacer un cucurucho con uno de mis últimos artículos y tirar a la papelera 'mi corazón de papel'. Mi vida siempre ha estado muy ligada al papel de periódico.
P: ¿Es, como dice usted, el fin de una raza?
R: Es el fin de un tiempo, de una época, pero las épocas se relevan. Del tiempo no conocemos nada. Lo único que sabemos de él es que es sucesivo y transcurre.
P: ¿Cómo ve la revolución de internet, las redes sociales, la globalización?
R: Pues que viene un mundo nuevo. Tengo una falta de habilidad absoluta para las cosas manuales, para eso de los móviles, que todos tenéis uno... A mí me regalan un embudo y he de pedir el manual de instrucciones.
P: Los usuarios de las redes sociales se presentan ante el resto de la comunidad en su perfil. ¿Qué pondría usted en el suyo?
R: Con un epitafio. Nací en Málaga, me di una vuelta por el mundo, porque he viajado bastante en tiempo, y luego me dediqué a escribir versos y artículos. Fui amigo de mis amigos y quise a algunas personas. Definirse es muy difícil.
P: Dicen que los buenos amigos se miden en los malos momentos.
R: En todo momento. Los amigos también son buenos para divertirse, para entretenerse... Soy absolutamente rico de amigos. Es una demostración constante, abrumadora. Mi mayor preocupación es merecer a los amigos que tengo, esto es un desfile constante, me traen libros, de todo.
P: ¿Cuándo volverá al ruedo del artículo? El Domingo de Resurrección parece una buena fecha.
R: El Domingo de Resurrección sería ya demasiada coincidencia con el Sumo Hacedor, pero será por esa fecha. Quisiera debutar después de Semana Santa. Bueno, hacer la 'rentrée', como Ortega Cano con la vuelta, aunque sin atropellar a nadie, porque yo me he atropellado solo. Cuando regrese, me gustaría estar por lo menos como antes. No quiero empezar y a los tres días parar.
P: ¿Qué mensaje trasladaría a sus lectores?
R: Yo necesito paciencia para curarme, y ellos necesitarán paciencia para seguir leyéndome.
P: Por último, ¿cómo empezaría un artículo sobre lo que le ha pasado?
R: Podría empezar diciendo que yo ya hacía algún tiempo que me tenía preocupado a mí mismo...