EL SONIQUETE

¡Tomad música, bastardos!

Las estanterías recuperan un disco 'esencial' de Bruce Willis, donde se demuestra que el protagonista de 'La jungla de cristal' no es tan duro

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Antes de calzarse el meyba rojo, David Hasselhoff conducía rápido un coche negro. Él le hablaba al coche. El vehículo le respondía. Aquello rompió la pana. La gente estaba acostumbrada a sacar el dedo al vecino de carril o a hurgarse en la nariz delante de un semáforo, pero conversar con el salpicadero era nuevo. Bastaba pararse en una acera para ver a los automovilistas mirar con precaución en la guantera a ver si había alguien. Por la noche, cerrabas despacio la puerta para no despertar al coche. Pues bien, Hasselhoff constituye uno de los ejemplos arquetípicos de estrella de cine (o televisión) devenida a músico, fórmula diseñada a medio camino entre Hollywood y la industria discográfica que consiste en que la mencionada estrella grabe un disco y se hinche a vender, sean cuales sean sus cualidades vocales o musicales.

Hasselhoff, hay que reconocerlo, pasó del asfalto al vinilo empujado por una muy relativa necesidad. 'El coche fantástico' se mantuvo en antena entre 1982 y 1986, un largo periodo para un serial televisivo que le hizo popular en todas las gasolineras del mundo. Luego, Michael Knight salió despedido del asiento del piloto hasta el trasero, lo que aprovechó para grabar tres álbumes (uno de ellos, listo él, titulado 'Knight Lover') hasta su incorporación a 'Los vigilantes de la playa' a finales de esa década. Hasselhoff solía aparecer en sus actuaciones con camisas abiertas, chaquetas ochenteras y pantalones push up (cuando todavía no existían los pantalones push up) ceñidos al muslo, tanto que era imposible guardar las llaves de casa en el bolsillo sin apuñalarse una arteria o algo peor. Su impagable actuación en 'Sabado noche' con una chaqueta ¡luminosa! le hace merecedor del título de 'El cantante... fantástico'.

Pero antes que él hubo otros. David Soul, el inolvidable policía rubio de ojos azules protagonista de 'Starsky & Hutch', tuvo más méritos en su carrera que el de ser uno de los retratos del 'Super Pop' más presente en las carpetas adolescentes de los años 70 (ah, qué dura competencia la de aquellos tiempos de instituto). Al revés que Hasselhoff, él fue primero cantante y, sobre todo, un tipo singular: en 1967 aparecía regularmente en un show televisivo estadounidense ataviado con un pasamontañas porque quería que le conocieran únicamente por su música. A los feos no les ocurre eso. Ni que decir tiene que, aparte de la Policía antiterrorista, llamó la atención de la industria del espectáculo. En 1973 fue llamado a realizar un papel secundario en 'Harry el fuerte' (éste sí, a cara descubierta) y, dos años más tarde, empezó a ejercer como compañero de Paul Michael Glaser en la popular serie que alumbró el subgénero de las parejas policiales que combaten el crimen. El descapuchado Soul aprovechó el tirón de 'Starsky & Hutch' y que él era el poli guapo de la serie de manera innegable: grabó un par de discos melódicos e hizo unas cuantas giras antes de perderse en el anonimato. Por cierto, en 1989 participó en una miniserie televisiva de aventuras llamada 'El secreto del Sahára' con nada menos que Miguel Bosé. Y no se puso pasamontañas. Como Rosendo, dando la cara.

El caso de Bruce Willis es diferente. Su triunfo en el cine y la televisión ha sido paralelo al de su carrera como músico aficionado, que para él parece haber sido esencialmente una válvula de escape, una diversión y una ocasión para codearse con B.B. King, las Pointers Sisters o Billy Preston en conciertos estelares y benéficos. Es lo que tiene ser John McClane: abates a los criminales, las heridas de bala no te quitan la ironía, Eric Clapton sube a tocar contigo y al final de la noche te llevas a Demi Moore (cuando las cosas van bien y no hay adolescentes a la vista, claro). También cuenta el hecho de ser propietario de un Hard Rock. Puedes montar la Bruce Willis Blues Band y tocar allí cada noche sin miedo a que te despidan. O te silben, porque para eso tienes de socio a Arnold Schwarzenegger.

Bromas aparte, Willis no es ningún novato y afronta con torerío el micrófono, especialmente cuando sopla la armónica. Empezó en una banda de instituto, Loose Goose. Debutó en primera división con el LP 'The return of Bruno', un guiño a su apodo como líder de Bruno & The Accelerators. Un comienzo a lo grande, digno de 'La Jungla de Cristal': en el disco, producido por la Motown, intervinieron los Temptations y Booker T. Jones. Evidentemente, no puedes ser un 'bluff' al lado de tipos así. A partir de ahí, ¿qué más se puede decir? Más álbumes y una avalancha de 'singles', que abarcan desde el blues y el rock and roll de raíces a los estándares americanos. La recopilación 'esencial' que ahora es posible encontrar en algunas tiendas españolas (que en realidad data de 2005) reúne una galería temática sobre el personaje, aunque incompleta: dado que se centra en su época primigenia, peca de un abuso sostenido de los saxos melódicos, los teclados y el rock ochentero apto para interpretar con zapatillas de deporte blanco, nada que ver con su sólida carrera de los últimos quince años.

Por cierto, si buscan en las estanterías y quieren más actores con una sólida trayectoria músical a sus espaldas, quedénse con Kevin Costner & The Modern West. El protagonista de 'Bailando con lobos' lleva la friolera de 23 años al mando de una reputada banda de folk, rock y country conocida en todos los clubes del Medio Oeste. En nuestro país, por donde pasó en 2008, se han editado dos discos suyos, exactamente los mismos que de otro talentoso intérprete de country y blues: Jeff Bridges. Y que no quede en el olvido: también Steven Seagal hizo sus pinitos con la guitarra, pero, por fortuna, el Tibet se cruzó en su camino.