Marilyn Monroe, en pleno rodaje de 'La tentación vive arriba'. / Archivo
MODA

La pasarela del cine

Edith Head, Adrian o William Travilla fueron algunos de los artífices del glamour de los años dorados de Hollywood

MADRID Actualizado: Guardar
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Nació antes de que los hermanos Lumiére proyectasen las primeras imágenes en movimiento, pero el cine no puede ni debe entenderse sin Edith Head (California, 1894). Esa mujer menuda, con flequillo y eternas gafas de pasta, que convirtió a otras (muchas) en auténticas divas de la gran pantalla y el glamour. "Para ser una buena diseñadora en Hollywood una tiene que ser una mezcla de psiquiatra, artista, diseñadora, costurera, canguro y agente", dijo en una ocasión.

Y es que 50 años cosiendo para Hollywood tienen mucha tela que cortar. Ocho Oscar, 35 nominaciones de la Academia, más de 1.000 películas y, sobre todo, ser la artífice de buena parte del esplendor de la época dorada del cine, pues por la aguja de Head pasaron actrices de la talla de Bette Davis ('Eva al desnudo', 1950), Gloria Swanson ('El crepúsculo de los dioses', 1950), Elizabeth Taylor ('Un lugar en el sol', 1951) o Audrey Hepburn, a quien vistió en 'Vacaciones en Roma' (1953) y 'Sabrina' (1955), que le valieron sendas estatuillas.

Pero con ninguna se llevó también como con Grace Kelly, reconoció Head en una ocasión. La actriz y la diseñadora fetiches de Alfred Hitchcock compartieron muchas horas de trabajo en 'La ventana indiscreta' (1954) y 'Atrapa a un ladrón' (1955), el proyecto favorito de la creadora por la fantástica pareja que formaban Grant y Kelly.

Tras más de 40 años trabajando para la Paramount, Head decide unirse a Universal en 1967, donde ya se había marchado su gran amigo Hitchcock. Allí su labor no fue tan extensa, aunque también dejó su magnífico sello en la película 'El Golpe' (1973), por la que consiguió su último Oscar al mejor vestuario.

La leyenda cuenta que fue Edith Head quien le dio a Travis Banton (Texas, 1894) el empujón definitivo para que fuese expulsado de la Paramount, aunque sus problemas de alcoholismo ya le tenían en la cuerda floja. El diseñador texano desembarcó en la productora en 1924, tras haberse hecho cargo del vestuario de la película 'Poppy' y del traje de novia de Mary Pickford. Durante los años 20 y 30 vistió a las grandes actrices de la época como Clara Bow, Claudette Colbert, Carle Lombard, Mae West y Marlene Dietrich, a quien convirtió en símbolo de mujer fatal en 'El Expreso de Shangai' (1932) o 'El diablo era mujer' (1935).

Otras figuras, también se labraron una brillante trayectoria al amparo del las grandes productoras, como Orry Kelly (Nueva Gales del Sur, Australia; 1897) o Adrian (Connecticut, 1903). Bette Davis, en 'Jezabel', Dolores del Río, en 'I live for love', y Shirley McLaine, en 'Irma la dulce', fueron algunas de las actrices a las que el australiano durante su prolífica carrera. Aunque el mayor reconocimiento le llegó con 'Casablanca' (1942) y ‘Un americano en París' (1951), que le valió uno de sus tres Oscar.

Adrian no consiguió nunca el reconocimiento de la Academia, pero Greta Garbo fue su principal valedora. El creador norteamericano le diseñó gran parte del vestuario de su carrera cinematográfica: 'Mata Hari' (1931), 'La dama de las camelias' (1936), 'María Walewska' (1937) o 'Ninotchka' (1939) son algunos de los títulos en los que el creador puso su talento. La idílica relación que mantenían actriz y diseñador finalizó cuando la Metro Golden Mayer quiso renovar la imagen de la artista. "Cuando el glamour acaba para Garbo, acaba para mí", manifestó en aquel momento Adrian.

Vestido blanco

Pero si hay un nombre que se asocia a la imagen de una actriz ese es el de William Travilla (California, 1920). El modisto creó para Marilyn Monroe el vestuario de ocho de sus películas, entre ellas, como 'Cómo casarse con un millonario' (1953) por la que recibió una de sus cuatro nominaciones a los Oscar. Sin embargo, el tándem Travilla-Monroe permanecerá en el imaginario colectivo por aquel impresionante vestido blanco de falda plisada que se levantaba con el aire del metro de Nueva York, en 'La tentación vive arriba' (1955).

Aquella escena de la película de Billy Wilder convirtió a Marilyn en un símbolo sexual del s. XX, aunque sería Jean Louis (París, 1907) el que firmaría otro de los trajes más famosos de la actriz: el que lució cuando le cantó a Kennedy "Happy birthday, mister president". 2.500 cristales de Swarovski adornaban el ajustado vestido color nude que exhibió durante la actuación en el Madison Square Garden.

Rita Hayworth también sucumbió a los diseños de Louis en 'Gilda' (1946), tras enfundarse en un vestido de raso negro sin tirantes, cuya hechura permitía a la actriz movilidad suficiente para realizar aquel baile en el que se quitaba sensualmente uno de los guantes. El creador parisino no obtuvo el Oscar por este trabajo, pero a lo largo de su carrera fue aplaudido por la Academia hasta en 14 ocasiones, llevándose el galardón en 1956 por 'Un cadilac de oro macizo'.