
Romney se la juega en Michigan
El exgobernador de Massachusetts afronta una batalla crucial en su estado natal
MADRID Actualizado: GuardarA mediados de enero, Mitt Romney parecía el virtual candidato del Partido Republicano de cara a las elecciones presidenciales de noviembre. Había conseguido imponerse en las primarias de New Hampshire con una amplia ventaja sobre Ron Paul y Jon Huntsman, segundo y tercero, respectivamente, en las votaciones llevadas a cabo en ese estado de Nueva Inglaterra. Días antes se le había proclamado también como vencedor en los 'caucus' de Iowa, si bien finalmente el Partido Republicano de ese estado acabaría reconociendo que el verdadero triunfador, una vez llevado a cabo el recuento, era Rick Santorum, por una diferencia de 34 votos. El dinero no paraba de afluir a sus arcas y el exgobernador de Massachusetts dirigía sus ataques al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, seguro de que el camino hacia la Convención Nacional que los republicanos celebrarán en Tampa (Florida) entre el 27 y el 30 de agosto para designar a su candidato a la Presidencia quedaba expedito.
Craso error. Pocos días después, Newt Gingrich, expresidente de la Cámara de Representantes le propinaba un fuerte varapalo en Carolina del Sur. Valiéndose de sus credenciales conservadoras, fustigando los continuos virajes políticos de su adversario, presentándole como un hombre sin verdaderas creencias, Gingrich resucitaba su moribunda campaña y se convertía en el hombre del momento. Michele Bachmann había quedado fuera de combate en Iowa. Rick Perry y Jon Huntsman también hubieron de aceptar que no tenían opciones y se marcharon a casa.
Restaban cuatro contendientes y el alma republicana estaba partida en dos. Por un lado, Mitt Romney, el candidato aparentemente perfecto: empresario de éxito, telegénico, con un sólido matrimonio y una formidable maquinaria recaudatoria a sus espaldas. Por el otro, los ultraconservadores, ávidos de frenar a un hombre al que percibían como un moderado, un chaquetero, una suerte de 'hereje' que había conseguido hacerse con el poder en uno de los estados más progresistas del país, Massachusetts, y que había vertido en el pasado opiniones que consideraban inaceptables en temas como el aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo.
El hombre del momento
Gingrich necesitaba que ese sector cerrase filas en torno a su persona. Pero sus esperanzas no tardaron en desvanecerse. A comienzos de febrero, el exsenador de Pensilvania Rick Santorum se imponía en las primarias de Minnesota y Colorado, venciendo también en las elecciones no vinculantes llevadas a cabo en Missouri. Finalmente, los conservadores parecían haber encontrado a su hombre, para disgusto de Romney.
Este es el panorama con el que los republicanos afrontan las primarias que el próximo martes se celebrarán en Arizona y Michigan. Romney acumula 99 delegados de cara a la Convención Nacional, fruto de sus victorias en cuatro estados -New Hampshire, Florida, Nevada y Maine- mientras que Santorum tiene 47 delegados tras imponerse en tres estados -Iowa, Minnesota y Colorado, a lo que habría que sumar el aval moral de las votaciones celebradas en Missouri-. Gingrich, por su parte, cuenta con 32 delegados y Paul tiene 20. Pero estos dos últimos parecen contar cada vez menos.
A cara de perro
La guerra la libran ahora Romney y Santorum y tienen ante sí una batalla clave, la de Michigan. Si bien este estado reparte solo un delegado más que Arizona, lo que ocurra allí puede desempeñar un papel fundamental en la evolución de la contienda por la nominación. La razón es que se trata del estado natal de Mitt Romney, aquel del que su padre fuera gobernador en los años sesenta y que le dio su apoyo hace cuatro años cuando peleaba con John McCain por la candidatura a la Casa Blanca.
La situación ahora es muy distinta. De acuerdo con la media de los sondeos elaborada por la página Real Clear Politics, Santorum cuenta con una ligerísima ventaja -menos de un punto porcentual- sobre Romney en Michigan. El exsenador empezó a dispararse en las encuestas tras sus victorias en Colorado, Minnesota y Missouri y el impulso podría llevarle a una victoria en Michigan que le colocaría en una posición inmejorable de cara al 'supermartes', denominación que agrupa las votaciones que tendrán lugar el 6 de marzo en doce estados y que podrían clarificar la disputada carrera republicana. Santorum aventaja ya a Romney a nivel nacional en algo más de cinco puntos, siempre según el promedio establecido por Real Clear Politics, distancia que se amplía a ocho puntos en el sondeo efectuado por Gallup.
Michigan es un estado en el que los votantes moderados y los independientes juegan un papel fundamental, algo que debería beneficiar a Romney. En 2008, el estado se inclinó claramente del lado de Barack Obama, igual que cuatro años antes se había decantado por John Kerry en la pugna librada por este contra George W. Bush. Romney se ha asegurado el respaldo del gobernador, Rick Snyder -claro que eso le valió de poco en Carolina del Sur-, y está esforzándose por convencer a los electores de que es el único que puede plantar cara a Obama.
Pero, una vez más, Romney debe hacer frente a sus posturas del pasado. Si por algo es conocido Michigan dentro y fuera de Estados Unidos es por ser el centro de la industria automovilística. Un sector a cuyo rescate salió la Casa Blanca con un plan al que Romney se opuso con vehemencia. Ahora esas opiniones pueden costarle caras.
"Lo que yo quería era que la industria se declarara en suspensión de pagos para forzar una renovación desde dentro", ha aducido el exgobernador de Massachusetts. "Romney apoyó el rescate de Wall Street y decidió no apoyar el rescate de Detroit. Mi impresión es que el Gobierno no debería rescatar a nadie. Creo que esa es una posición mucho más coherente", atacó, por su parte Santorum. De que los votantes de Michigan crean a uno u otro podría depender el futuro de Romney, el hombre que partió como favorito indiscutible y que ahora no puede dar un solo paso en falso más.