PALESTINA

La hora de la unidad

La decisión de crear un Gobierno de coalición supera un problema central del proyecto de reunificación: el veto de Hamas a que Abás liderase el Gobierno

MADRID Actualizado: Guardar
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“O la paz con Israel o la paz con Hamas, deberán elegir porque no podrán tener ambas cosas a la vez”… tal fue la reacción del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, al conocer el anuncio hecho hoy en Doha (Qatar) de que las grandes facciones palestinas, Al-Fatah (nacionalista laico) y Hamas (islamista) han alcanzado un acuerdo de reunificación de filas con un proceso de elecciones legislativas y presidenciales y la rápida creación de un gobierno interino al efecto.

Una gran novedad es que será primer ministro de ese gobierno el propio líder de al-Fatah (y de la OLP), Mahmud Abbas, presidente de la llamada “Autoridad Palestina”, que administra las partes del territorio evacuadas por Israel en función de los “acuerdos de Oslo”.

La decisión, innovadora y sorprendente, supera un problema central del proyecto de reunificación del acuerdo en ciernes: el veto de Hamas a que fuera jefe del gobierno interino el ahora primer ministro, Salem Fayyad, sin filiación política partidaria conocida, muy apreciado como administrador en Occidente y como liberal y hostil a la acción armada en Israel. El nuevo ejecutivo, según se supo, estará integrado por técnicos independientes.

Un proceso largo

El acuerdo fue anunciado en Doha, la capital del emirato de Qatar, que está en todas las salsas de Medio Oriente y cuyos medios financieros y activismo gubernamental parecen haber convertido en protagonita de toda iniciativa sobre los problemas regionales. Su cadena de TV, “Al-Yazeera”, masivamente seguida en el mundo árabe, se ocupa de distribuir la noticia de modo ininterrumpido.

El proceso está a falta de precisiones y en realidad debe ser tomado con cautela porque hace un año se abrió con buenas perspectivas, bajo los auspicios egipcios, y terminó descarrilando a la vista de las diferencias de opinión entre las dos partes. Ahora no es difícil advertir el benéfico efecto que la llamada primavera árabe aporta al escenario, incluyendo el dato central de que Hamas, poco a poco, ha ido evacuando su cuartel general en Damasco y, sin romper oficialmente con el régimen sirio, se puede dar por trasladada y aún sin domicilio estable. ¿Tal vez se muda a Doha?

El propio emir en persona, Hamad bin-Jalifa al-Thani, se empleó a fondo para alcanzar el acuerdo, cuya importancia, si se consolida, puede ser decisiva porque sobreentiende dos cosas esenciales: a) Hamas aceptará de un modo u otro (aunque su líder, Jaled Meshaal, ya lo ha hecho de facto en declaraciones de prensa) la opción de las vías puramente políticas para alcanzar su objetivo de un estado nacional palestino (sobreentendido: en las fronteras del 67); b) probablemente Hamas (acrónimo de “Movimiento de la Resistencia Islámica”) ingresará al efecto en el gran aparato de la resistencia nacional, la Organización para la Liberación de Palestina fundada en su día por Yasser Arafat.

Un visto bueno occidental

El arreglo es de principio y le faltan concreciones, por ejemplo, las fechas para las elecciones presidenciales y legislativas (ambas llevan un retraso de años sobre la previsión legal y Abbas es, de hecho, un presidente pasado de mandato), pero sí se ha fijado una magna reunión en El Cairo para el día 18 a la que acudirán también las facciones palestinas menores (como los Frentes—democrático y popular – y la no desdeñable Yihad Islámica) que, supuestamente, han dado su aprobación de principio al proyecto de modo discreto.

La reacción occidental no coincide con la severidad israelí, que ve incompatible todo arreglo con la presencia del Hamas. Un portavoz de Catherine Ashton, jefa de la política exterior de la UE, dio su bienvenida al acuerdo, lo describió como potencialmente útil y solo recordó la posición europea: recurso exclusivo a los medios políticos, reconocimiento eventual de Israel y decisión de negociar un arreglo general de la crisis de Oriente Medio. Washington no había dicho nada oficialmente en el momento de redactar esta nota, pero dejará más clara su hostilidad al movimiento islamista, calificado (pero también lo está en la UE) como “terrorista”.

Sin embargo, hay pocas dudas de que la administración Obama – el primer presidente que se atrevió, en mayo pasado, a mencionar las “fronteras del 67” como el razonable punto de partida de la negociación y se ganó el repudio de los medios ultrasionistas – no objeta en el fondo el proceso que, entre otras cosas, impulsa su estimado socio qatarí. Meshaal, además, ha hecho saber que no aspira a la reelección como líder del Hamas y, en realidad, lo único que en términos políticos queda por dilucidar es qué hará el gobierno islamista de Gaza, cuyo jefe, Ismail Haniyeh, es menos entusiasta con el camino emprendido.