Fraga, medio siglo de política española
Actualizado: GuardarNunca sabremos probablemente las intenciones últimas de Felipe González cuando le dijo a su antagonista Manuel Fraga aquello de que "le cabía el Estado en la cabeza". Lo cierto es que el líder socialista, que tenía razón en aquel juicio, reconoció siempre la valía de su oponente conservador, con quien mantuvo aquellas interminables y curiosas escenas de sofá, que exasperaban a los partidarios de ambos interlocutores, que no entendían que aquellos dos políticos de gran fuste tuvieran tantas cosas que decirse.
Lo cierto es que Manuel Fraga, que se nos acaba de ir a una provecta edad y que deja tras de sí una dilatada y plena biografía, ha sido una pieza esencial de la evolución de este país durante la segunda mitad del siglo XX, sin la que no se entenderían probablemente algunos de los principales retazos de nuestra historia. Fraga fue -y es justo reconocérselo- el germen reformista del franquismo, y quien, gracias a su acción modernizadora, que no le redime obviamente de las responsabilidades que deban incumbirle, alivió muchos sufrimientos en aquella época inclemente y facilitó después el tránsito incruento de la dictadura hacia la democracia. Posteriormente, ya en la Transición, Fraga fue el catalizador que contuvo muchas expansiones peligrosas de los nostálgicos de la dictadura, frenó innumerables derivas autoritarias y terminó persuadiendo a una parte significativa de los protagonistas del franquismo de la necesidad de evolucionar, de resignarse patrióticamente al eclipse y de dar paso a los tiempos nuevos. Más tarde, Fraga fue el indiscutible progenitor de una derecha moderna y desvinculada de sus ancestros, y tuvo la grandeza de entregársela a las siguientes generaciones cuando se convenció de que él ya no era el líder adecuado para llevarla al poder.
En lo personal, Fraga fue una fuerza incontrolable de la naturaleza. Dotado extraordinariamente para la tarea intelectual, fue catedrático y diplomático, jurista y constitucionalista de prestigio. Fue el principal redactor de la Constitución de 1978, que para lo bueno y para lo malo se ajusta a sus teorizaciones académicas (el bicameralismo, por ejemplo, es obra suya), y aunque no alcanzó la presidencia del Gobierno del Estado -sí fue largos años presidente de la Junta de Galicia-, puede asegurarse que, con Suárez y con González, pertenece a la tríada de políticos eminentes a la que corresponde la paternidad principal del modelo democrático de que disfrutamos.