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Siria: amnistía general, ¿para qué?

MADRID Actualizado: Guardar
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Súbitamente, el presidente Bashar el-Asad ha emitido esta mañana un decreto-ley de amnistía de amplio alcance para todos los delitos relacionados con los acontecimientos sobrevenidos desde el 15 de marzo hasta el día de hoy… y, un dato relevante, quienes deseen acogerse a la misma tienen de plazo (específicamente para entregar eventualmente armas o municiones) hasta el 31 del corriente mes de enero.

La pregunta elemental es ésta: ¿la amnistía, que parece de calado, es la ejecución de una de las exigencias centrales del plan de la Liga Árabe en procura de un desenlace político negociado? Y si es así, ¿por qué no se dice?

La sobriedad, laconismo en realidad, del anuncio que hizo por la mañana la agencia oficial de noticias, SANA, con un solo añadido a cargo del ministro de Justicia sobre el calendario de su entrada en vigor, parece indicar una voluntad oficial de no reconocer que, a trancas y barrancas, se aplica el plan, como está sucediendo con los observadores de la Liga desplegados sobre el terreno.

Dividir a los árabes

El decreto presidencial llega cuando quedan exactamente dos meses para que la revuelta cumpla un año y el régimen parece haber probado algo que le resulta esencial: demostrar que no será abatido por la fuerza, entendiendo por tal una mezcla de manifestaciones pacíficas (teóricamente autorizadas con la firma del plan inter-árabe el 19 de diciembre).

Está cundiendo la impresión de lo que podríamos llamar yemenización del conflicto: en Yemen hay un punto muerto completo sobre el terreno con el presidente Alí Abdullah Saleh prácticamente dimitido, pero manteniendo el control de la situación con la lealtad del núcleo central de las fuerzas armadas y de seguridad intacta y su partido, “Congreso General del Pueblo”, a pleno rendimiento.

La situación debe terminar allí, tras elegir un gobierno de coalición, con un proceso constituyente ya establecido en su forma y calendario… pero todo está parado porque el presidente exigió la inmunidad para él y su familia antes de dejar el poder… y presentó una lista con 400 “familiares”, un blindaje que pareció excesivo.

Un caso particular

En Damasco no hay nada parecido, ni gobierno de concentración ni la ciudad dividida de hecho en dos mitades, una por bando, ni bajas tan nutridas entre las fuerzas leales (aunque en el caso sirio es un hecho que militares y policías están pagando un precio alto, a juzgar por los funerales y entierros que diariamente son televisados sin ninguna inhibición) ni una promesa explicita del presidente de que él, sea cual sea el resultado del proceso, abandonará el poder.

Si Damasco ha conseguido acreditar la impresión de que, en efecto, puede resistir y tiene la voluntad y bastantes medios para hacerlo, la oposición, en cambio, desautoriza por completo el gesto de hoy, lo considera de nuevo como un intento de seguir “comprando tiempo” y mantiene su opción: cambio de régimen.

Otra cosa es que, además del “Consejo Nacional Sirio” (oposición exiliada y la más nutrida y políticamente relevante, con gran presencia de los Hermanos Musulmanes, que adoptan un tono menor) lo rechace también la “Comisión Nacional de Coordinación Democrática”, (interior, con figuras clásicas de la oposición civil y percibida como más permeable y hostil a toda intervención extranjera). Si esto funciona, la división embrionaria de la oposición podría confirmarse y complicar aún más el papel de la Liga.

Eso debe relacionarse con la notable observación del emir de Qatar, el país punta de lanza del proceso interventor, que ayer sugirió por vez primera la eventual conveniencia de “enviar tropas árabes”. Hoy por hoy no hay masa crítica para eso en la Liga y el emir al-Thani lo sabe. Siria no es Libia (donde el papel de Qatar fue sencillamente decisivo)…