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'Primavera árabe', un seísmo histórico de alcance mundial
La trascendencia de las rebeliones populares contra las dictaduras del norte de África y Oriente Próximo rebasa su ámbito geográfico y religioso
MADRID Actualizado: GuardarLas revueltas populares contra los regímenes dictatoriales del norte de África y Oriente Próximo han supuesto este pasado 2011 una sacudida social y política de tal dimensión que va más allá de su ámbito geográfico y religioso. La 'primavera árabe' no solo ha derribado a cuatro dirigentes caracterizados por su poder férreo e incontestable –el tunecino Ben Ali, el egipcio Mubarak, el libio Gadafi y el yemení Saleh–, sino que además ha puesto en marcha un cambio de ciclo en el mundo islámico de alcance histórico y mundial. Lejos de la falla norteafricana, resulta sintomático que China emprendiera una ola de detenciones entre la disidencia tras el arranque de la revuelta en Túnez, ante la posibilidad de un posible contagio, y que en Rusia las protestas ciudadanas contra Putin protagonicen un fenómeno impensable hace unos meses.
El movimiento ha surgido con una fuerza brutal y un recorrido espectacular desde que arrancara en enero en Túnez. Las nuevas tecnologías y la red han desempeñado un papel fundamental en la organización e impulso a las rebeliones. Sin embargo, el presidente Assad resiste todavía a sangre y fuego en Siria, mientras el rey Mohamed VI de Marruecos trata de acomodarse a los nuevos vientos con medidas aperturistas. Argelia, Arabia Saudí y las monarquías del Golfo o Irán parecen resistir el contagio, aunque sus efectos ya han comenzado a sentirse.
Muchas 'primaveras'
La realidad es que no se trata de una 'primavera árabe' sino de muchas y diferentes en función de las características de cada país, aunque la corriente subterránea a favor de las reformas y contra la corrupción de los poderes autoritarios parece fluir de manera similar para todos. La endeble cohesión nacional de Libia es muy diferente a la de Túnez o Marruecos, mientras en Egipto, su peso y situación geoestratégica, le añade condicionantes muy particulares. A este nuevo ciclo histórico le queda un largo y, probablemente doloroso, recorrido que puede durar décadas y en el que sin duda abundarán los tropiezos y las derrotas. Los tiranos han caído en Túnez, Egipto, Libia y Yemen, pero a los cuatro les queda una ingente tarea para impulsar reformas democráticas que redunden en mayores derechos y libertades para sus ciudadanos al tiempo que una mejora de sus condiciones de vida y situación económica.
El triunfo de las formaciones islamistas en las elecciones de Túnez, Egipto y Marruecos va a suponer uno de los primeros y mayores desafíos en estos primeros momentos. Conjugar Islam, democracia y derechos humanos es el reto. Muchos miran a Turquía, pionera en esta aventura, aunque a la revolución tranquila de Erdogan todavía le quede mucho por hacer en materia de derechos humanos y libertades básicas. Nadie duda de que va a ser un tránsito arriesgado, pero el acceso al poder de partidos islamistas era una reválida que, tarde o temprano, los países árabes debían de afrontar.
Riesgo terrorista
Hay quien ve todo un símbolo la coincidencia temporal de la irrupción del la 'primavera árabe' y la muerte de Bin Laden. También aquí resulta prematuro pensar, al menos de momento, en una sensible reducción del terrorismo islamista, pero la deseada estabilidad política y social de los países en los que pueda tener arraigo Al Qaida es una de las mayores prevenciones contra su expansión.
Además de los riesgos mencionados, hay que tener en cuenta el difícil contexto económico internacional en el que surge la 'primavera árabe, un obstáculo de peso para lograr que esa dignidad recobrada no naufrague por unas situaciones sociales ya de por sí precarias, como es el caso de Túnez o Egipto. Y para rematar el cuadro hay que mencionar dos conflictos geoestratégicos de primer orden que pueden influir y ser influidos en este proceso: el enfrentamiento con Israel y el problema nuclear iraní.
Las incertidumbres y riesgos son inmensos, pero va a ser muy difícil que esta ola democratizadora no acabe a la postre beneficiando a unas poblaciones hasta ahora sumidas mayoritariamente en la miseria y bajo regímenes casi feudales. La transformación de estos países va a tener también importantes efectos para Europa, que ya se ha visto implicada en el conflicto libio, y que deberá permanecer atento y cercano, en particular España a través de la UE. Estamos en primera línea y todo lo que acontezca en la otra orilla del Mediterráneo tendrá repercusiones muy directas para nuestra propia andadura. De ahí que, sin olvidarnos de nuestras privilegiadas relaciones con Iberoamérica, el nuevo Gobierno no debería escatimar esfuerzos para tener una participación muy activa en todos los debates y decisiones internacionales relacionadas con nuestros vecinos del sur.