Amundsen, el último conquistador
El miércoles se cumplen 100 años de la llegada del explorador noruego al Polo Sur
MADRID Actualizado: GuardarRoald Amundsen fue «un profesional en la era de los amateurs», según reza el dicho que corre de boca en boca entre los investigadores polares. El miércoles se cumple un siglo desde que este explorador noruego conquistó el Polo Sur. Hoy la Antártida es un territorio sumamente protegido. Su frágil ecosistema sirve a los científicos de todo el mundo, incluidos españoles, para determinar y pronosticar el deterioro al que está sometido el planeta azul y las consecuencias que ello tendrá para las generaciones venideras.
Experimentado en las duras condiciones de frío, este explorador ya había triunfado en el Polo Norte. Una vez cumplidos todos los objetivos en el Círculo Polar Ártico, puso sus ojos en el Antártico. Sin los modernos neoprenos, forros polares o tejidos estancos al frío y agua, el 14 de enero de 1911 y en pleno verano antártico Roald Amundsen llegó a bordo de la goleta ‘Fram’ a la Plataforma de Hielo en el Mar de Ross. En la Bahía de las Ballenas levantaron el campamento base, el ‘Framheim’. Movido por el afán de conquista no pudo evitar anunciar a su directo competidor en las exploraciones en el Antártico, el británico Robert Falcon Scott, sus intenciones de llegar al Polo Sur. De esta manera, el desafío más duro se convirtió a la vez en una dramática carrera contrareloj.
Hasta bien entrado el mes de abril, antes de la llegada del invierno polar, Amundsen se dedicó a buscar su propia ruta y establecer unos puntos de avituallamiento en el camino al sur. Sin embargo, las tormentas de nieve y las temperaturas inferiores a 20 grados bajo cero le impidieron llegar a la cordillera de los Montes Transantárticos. Durante los cuatro meses siguientes el equipo se dedicó a preparar y mejorar el material. Para la travesía, la expedición noruega contaba con trineos tirados por 52 perros de raza groenlandesa.
Los expedicionarios decidieron partir el 8 de septiembre aprovechando una subida de las temperaturas. Sin embargo, el verano no había llegado y un temporal con temperaturas de -50 grados les hizo regresar, tras alcanzar el refugio que habían levantado en el paralelo 80. El fracaso enfrentó al grupo, por lo que Roald Amundsen decidió dividir la expedición en dos. Una que exploraría la Tierra de Eduardo VII, una región del continente descubierta antes por el británico Scott y otra en la que viajarían rumbo al sur él mismo junto a Olav Bjaaland, Helmer Hanssen, Sverre Hassel y Oscar Wisting.
Un grupo unido
Aquellos hombres no se sometían a los controles psicofísicos por lo que pasan los expedicionarios actuales, según explica el capitán de navío de la Armada, Enrique Moreu, uno de los pioneros españoles en el continente a bordo del buque ‘Las Palmas’, en la década de los 80.
En condiciones extremas, es necesario contar con un «grupo estable, unido», en el que no falten los valores de la «amistad, de la camaradería y de la confianza», apunta el teniente coronel médico de la Armada, Asís Fernández, otro veterano del Polo Sur. «Allí es necesario conseguir la piña humana y tener un liderazgo». «No se puede ir en plan soberbio», añade el capitán de navío Moreu.
Y estos extremos los consiguió Amundsen, quien el 19 de octubre, con una subida de las temperaturas, cuatro trineos y 52 perros, guiados por la hembra ‘Etah’, salió del campamento base con sus compañeros. El 15 de noviembre llegan a los Montes Transantárticos y seis días después alcanzan la Meseta Polar. Allí montan el campamento que llaman ‘Carnicería’, nombre debido a que allí matan a 24 de los perros. Parte de su carne serviría para alimentar a los canes
El 7 de diciembre, el grupo superaría el punto más sur al que llegó la expedición del irlandés Ernest Henry Shackleton, otro de los grandes exploradores del continente helado. Acelerando el paso, Amundsen conseguía su objetivo el 14 de diciembre, al izar la bandera noruega en el Polo Sur. Allí levantó el campamento ‘Polheim’. Antes de volver, por si morían en el camino, dejaron una tienda de campaña en el lugar con un mensaje en el que daban cuenta del hito conseguido a la expedición de Scott, que llegó 34 días más tarde.
Regresaron por el mismo camino, llegando casi sin provisiones a ‘Carnicería’, donde tuvieron que reabastecerse. El 25 de enero de 1912 eran recibidos como héroes en ‘Framheim’. Sin embargo, hasta el 7 de marzo no comunicaron al mundo su proeza. Para ello tuvieron que llegar a Australia. Para el teniente coronel Fernández, la proeza logrado por Amundsen «fue un milagro». No en vano, coronaron la hazaña con unos equipos muy precarios, basados en las prendas que empleaban los lapones.