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‘Joachimbruni’: Los consortes de ‘Merkozy’
Mientras Nicolas y Angela luchan por salvar Europa, en casa esperan Carla Bruni y Joachim Saue
MADRID Actualizado: GuardarAngela Merkel y Nicolas Sarkozy son la pareja de moda, los Piqué y Shakira de Europa. Nicolas llegó a decir antes de esta semana maratoniana de citas que Merkel y él eran «una bonita pareja». «Un equipo eficaz», matizó la alemana. ‘Merkozy’ están casados para la historia, como lo estuvieron otras grandes parejas francoalemanas, como De Gaulle y Adenauer rezando juntos en Reims, como Mitterrand y Kohl dándose la mano en Verdún. Mientras ellos se hacen carantoñas políticas en el sombrío parque de la crisis de la deuda, alguien les espera en casa. Hasta el último ermitaño europeo sabe de la existencia de esa supercantante, modelo y mujer, la Bruni, pero del ‘Fantasma de la Ópera’ teutón no se conoce casi nada. Los dos consortes se parecen como una pera y un helicóptero. En estos días, una compone, canta y da de mamar; el otro trabaja en su laboratorio.
En 2008, comenzaba el noviazgo de estado entre ambos. En París se entregaba el Premio Charlemagne –a las personalidades que más han hecho por la unidad de Europa– a Angela Merkel, y ‘Sarko’ nombró al «Señor Merkel». Había metido la ‘patte’, pues Merkel es el apellido de casada de Angela Dorothea Kasner... pero de su primer matrimonio. Afortunadamente, se dejó aquel apellido, pues su segundo marido, con el que se casó en 1998, se apellida ‘Sauer’, que se traduce del alemán como ‘amargo’. Sería hoy la ‘señora amarga’ y con la que está cayendo, no le hubieran quitado el mote ni frotando.
A Joachim Sauer, de 62 años, el apellido le viene al pelo. En el piso de la familia frente al Museo Pérgamo de Berlín, debe de ser un tipo encantador, pero de cara al público lo disimula estupendamente. Sauer es, eso sí, una eminencia de la química y profesor en la Universidad Humboldt de Berlín, una de las mejores del mundo.Cuando ‘Angie’ fue llamada por el destino a ser la primera mujer en la cancillería alemana, ella dejó claro cristalino el papel que tendría su pareja en la esfera pública : «Yo quiero ser canciller y mi marido quiere seguir siendo científico».
Por no aparecer, no estuvo ni en la investidura de 2007, un día histórico para la señora Merkel y para el propio país, que veía cómo una mujer –una de armas tomar, es cierto–, llegaba a la cumbre del poder germano. En el palco del Reichstag se dejaron ver sus padres, su hermano... ¿Y su esposo? Según un comunicado, el señor Sauer tenía tareas que hacer en la universidad y vería el evento por la televisión. No se volvió a saber de él, excepto en contadísimas ocasiones.
El indescifrable profesor acude de vez en cuando, casi a regañadientes, a los viajes oficiales. Recientemente, accedió a acompañar a su esposa al Vaticano a reunirse con Benedicto XVI y a Washington, donde sorprendió al público norteamericano junto a la familia Obama con un elegantísimo esmoquin.
En su país, se deja hacer una foto al año, con metódica cadencia, en un lugar concreto: la ópera, aunque no en cualquier ópera. Joachim Sauer es un amante de Wagner y nunca falta del brazo de su esposa a la inauguración del excelso festival de Bayreuth, dedicado a su querido compositor. De aquel genio le gustan hasta los andares, quizás por eso haya bebido de la solemnidad de su música, pues cuentan los invitados a tan selecta velada que cuando alguien intenta establecer comunicación con el reservado Sauer, no consigue más de cinco segundos de charla. El resto se reduce a monosílabos. Él va allí a escuchar música, ya lo dejó claro en su primera visita en una kilométrica declaración a la prensa. «No tengo prevista ninguna otra aparición pública. No diré nada ante su micrófono», espetó, y calló para siempre.
Es difícil saber lo que el ‘señor Amargo’ hace cuando no atiende a la prensa, que es todo el rato. Alemania es un país extremadamente cuidadoso en el respeto de la vida privada de sus ciudadanos, así que se supone que el tiempo libre lo pasa igual que el resto del tiempo: trabajando en la Universidad. No le ha ido mal: es uno de los químicos más reputados del mundo y, con eso de no salir, en el trabajo conoció a las dos mujeres de su vida: una compañera de universidad con la que tuvo dos hijos y la propia ‘Angie’, a la que aconsejaba cuando trabajaba de investigadora en la Academia de las Ciencias. En la Universidad están prohibidas las visitas de extraños a sus clases magistrales y si sus alumnos largan en la calle chascarrillos del profesor, se arriesgan a la expulsión.
Que sea un mudo mediático no quiere decir que no tenga su sentido del humor. Se rumorea que cuando comenzó a gestarse la pareja ‘Merkozy’, el hombre le regaló a su esposa un recopilatorio con lo mejor de la filmografía de Louis de Funès, para que fuera entendiendo a los galos.
Una cumbre y un bebé
«Cuando me conociste, yo ya era así», podría haberle dicho Sarkozy a Carla Bruni cuando no pudo estar en el nacimiento de la pequeña Giulia en octubre.Estaba, cómo no, con Angela. El marido de Merkel y la modelo y cantante francoitaliana se parecen en... nada. Mientras Sauer pasea por su facultad, la bella Bruni se dedica a dar el pecho al bebé en su piso de París, a componer, a prepararse para la Navidad y a atender sus labores benéficas. Esta semana se ha dejado ver en el Casino de París, para actuar en una gala coral bajo el título ‘100 Navidades para 100 hospitales’.Ha sido una de sus pocas apariciones desde el nacimiento de Giulia, al margen del día contra el sida, una lucha en la que participa activamente, pues es embajadora de una fundación contra la enfermedad. Mientras Nico se juega los cuartos en Berlín, en su casa hay tranquilidad y sensación de hogar: el lloro de un bebé y los acordes de una guitarra con nuevas melodías para el cuarto disco de la Bruni. Además, entre esas paredes se respira aire de tregua... y no es la de los mercados. La revista ‘Voici’ publica hoy mismo que esta semana se ha producido en la casa de Bruni otra importante cumbre, esta vez de exmujeres del presidente, gracias a la visita de Cecilia Ciganer-Albéniz y su actual marido, que han cubierto de regalos a la pequeña Giulia. Al fin, las dos mujeres de Nicolas sellan la paz.