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Borja Bergareche: «Assange es mesiánico y dogmático»

"Wikileaks no es ni el principio de algo nuevo ni el final de una era", sostiene el periodista y autor de 'Wikileaks confidencial'

MADRID Actualizado: Guardar
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"Como el rosario de la aurora". Así acabó el teóricamente "perfecto" matrimonio entre Wikileaks y los grandes medios que dieron respaldo logístico y cobertura global a sus revelaciones. La organización abanderada de la lucha contra el secreto de Estado y la plena transparencia en la era digital podría acabar siendo víctima del enorme ego y la controvertida y opaca personalidad de su fundador, Julian Assange, "un Juno del siglo XXI, príncipe de la transparencia para algunos y señor de las tinieblas para otros".

Del origen y el futuro de Assange y su criatura digital, y, sobre todo, de cómo su irrupción obligó a los medios 'convencionales' a redefinir su esencia y sus estrategias, habla el periodista Borja Bergareche (Bilbao, 1977) en su libro 'Wikileaks confiencial' (800 Books). "Antes que sobre Wikileaks, es un libro sobre la era Wikileaks" acota el hoy corresponsal del diario ABC en Londres donde cubrió el juicio a Assange. Experto en periodismo digital, Bergareche desentraña en "el reportaje más ambicioso y extenso" de su andadura profesional zonas oscuras de un "matrimonio interesado" que suscita más preguntas que respuestas.

- ¿Investiga sobre Wikilieaks o levanta acta de situación del periodismo en la era digital?

Ambas cosas. Las tres filtraciones masivas de Wikileaks en 2010 son el pretexto para indagar en sus implicaciones en el mundo del periodismo y en el de la diplomacia y las relaciones internacionales.

- ¿Obliga el fenómeno Wikilleaks al periodismo a cuestionar su esencia y sus métodos?

Sí. Mi actitud hacia Wikileaks es distante, como cualquier investigador sobre el objeto de su estudio. En España sufrimos, además, un exceso de ingenua fascinación por Wlkileaks y Assange que no se dio en el Reino Unido, Estados Unidos o Francia. Admitiendo que el fenómeno, la dimensión de la filtración y lo rocambolesco de la historia son fascinantes, no faltó el debate. Ahí empieza mi trabajo.

- No es el principio de algo nuevo ni el final de una era, dice.

Es una muestra de la era de lo digital al cuadrado. Nos permite ver como la era digital revienta las costuras del mundo en que vivimos. Lo que no quiere decir que no ofrezca algunas lecciones que debemos aprender. Wikileaks no ha revolucionado el periodismo, Es la era digital la que revoluciona la práctica del periodismo.

- Assange, ¿es un héroe, un Robin Hood de la era digital, un delincuente, un paranoico?

Filtrar documentos clasificado por cualquier gobierno está tipificado como delito en todas partes. Para Bradley Manning, el soldado de 23 años que los descargó, es un hecho ineludible. Más cuestionable es hablar de Assange como delincuente. Hay dos principios legales enfrentados. Robar secretos es un delito, pero a Assange le protegen las mismas garantías que amparan la libertad de expresión, por más que Wikileaks no haga periodismo y Assange no sea periodista. Ni el director del New York Times ni Assange deben ir a la cárcel por revelar secretos del Pentágono. Dicho esto, es obvia la enorme inteligencia de Assange, casi tan grande como su egolatría, y su impredecible autoritarismo. Su vida ha sido conflictiva, extraña y opaca desde su infancia. Además de escurridizo y esquivo, es dogmático y mesiánico. Se cree llamado a cambiar el mundo y capaz de hacerlo. La situación que atraviesa le ha instalado en cierta paranoia. Aun así, la simpatía y la antipatía que genera equilibran la balanza.

- Sin él, ¿Wikileaks tendría mejor futuro?

Sin duda. Su peculiar manera de ser malogrará la agenda de la organización. Pero también es cierto, que sin él no estaríamos hablando del fenómeno Wikileaks, que está aquí para quedarse. Si desparece, habrá otros que tomen el relevo. Los buzones para gargantas profundas han existido siempre y pervivirán, sean físicos, virtuales o digitales.

- ¿Ha llegado a los secretos más tenebrosos de Wikileaks?

No entro a investigar ni los secretos financieros de la organización ni los devaneos sexuales de su creador. Estudio un movimiento que, antes que por la trasparencia, lucha contra el secreto en todas sus formulaciones, lo que hace que su agenda, que no comparto, sea más radical.

- ¿Es asumible que el paladín de la transparencia no sea tranparente?

Es obvio que no predica con el ejemplo y que, sobre sí, traiciona su propio evangelio: dejad que los datos hablen por sí mismos. Las dificultades legales y financieras de Assange, que cotiza a la baja, pueden además arrastrar a su organización.

- Los medios que aceptaron su peligroso juego, ¿han salido escaldados o reforzados?

Los periódicos decidieron bailar con la pareja más promiscua de la fiesta. Fue una apuesta de riesgo y lo que debía ser un matrimonio perfecto acabó como el rosario de la aurora. Assange sabe que sin los periódicos el eco de sus revelaciones es mínimo. Necesita aliarse con los grandes medios, titulares de la legitimad y la credibilidad. Los periódicos hicieron lo que debían y lo que garantiza su futuro: analizar un material interesante, destilarlo, jerarquizarlo, clasificarlo y aplicar los criterios deontológicos del oficio a la ingente cantidad de material que facilitó Assange. Al final hubo guerra de egos, infidelidades y ruptura, en algunos casos muy dramática, como con The Guardian o The New York Times que ha propinado la mayores bofetadas a Assange y a su organización.

- ¿Es viable un mundo totalmente transparente sin secreto profesional, político o diplomático?

La transparencia total no es deseable. Un mundo con un nivel cero de secreto sería peor que el que conocemos. Hay quien habla de la pesadilla de la transparencia total. Estados, gobiernos y estamentos, como la prensa o la diplomacia, tiene derecho al secreto. Otra cosa es que los Estados deban cambiar totalmente su caduca concepción del secreto y la clasificación de documentos. Ahí Wikileaks ha sido una ayuda. Los sistemas de la guerra fría son inútiles y ridículos en la era digital. Es inconcebible que en EE UU se haya estampado el sello de secreto en 750 millones de páginas en un solo año. Wikileaks ha desvelado apenas un 2,3% de los cables clasificados entre 2004 y 2010. Estados y gobiernos deben guardar menso secretos y hacerlo mejor.

- ¿Plantea muchas más preguntas que las que responde?

Doy algunas respuestas, pero es cierto que abre más interrogantes, e invita a los profesionales del periodismo a sentarse en el diván y repensarse un poquito.

- Cómo estamos en España en cuestión de seguridad y secretos de Estado.

Debemos abrir una nueva era. Somos uno de los patos feos del UE; carecemos de una ley de transparencias y tenemos una cultura burocrática especialmente opaca. Los funcionarios se consideran dueños y señores de la información y graciosamente la facilitan con cuentagotas a los administrados. Es imposible acceder a información elemental; saber cuántos inmuebles alquilados tiene el Ministerio de Justicia o el número de militares heridos en las últimas guerras y misiones en el exterior. Las Administraciones han de aprender a levantar aquí una cortina que sigue siendo muy pesada. La ley de secretos oficial es preconstitucional e impide a los ciudadanos el acceso a datos básicos.