Gran velada
Un combate táctico, con poco 'punch' y mucho 'clinch', y un triunfo de Rajoy a los puntos que las encuestas certificarán
Actualizado: GuardarHay que ver qué cantidad de expertos en márketing político caben en este país! La previa del 'match' de anoche ha estado salpicada de sagaces e ilustrados comentarios acerca de lo importante que era el debate o su absoluta falta de importancia, de la enorme ventaja de Rubalcaba o de la descomunal de Rajoy, de lo decisivo de los argumentos o de lo determinante de las formas.
Y a la hora de la verdad ni "Alfredo, bomayé" ("Alfredo, mátalo" como le coreaban en Kinshasa a Muhammad Ali cuando derrotó a George Foreman) ni "Mariano, a por ellos, oé". Ni ha habido K.O., ni demasiada sangre en la ceja de cualquiera de los dos púgiles. Un combate táctico, con poco 'punch' y mucho 'clinch', y, un triunfo de Rajoy a los puntos que las encuestas certificarán.
El púgil más menudo, Rubalcaba, usó más el juego de piernas y buscó el flanco social de forma persistente y hasta pesada. Pero con un error de fondo: su estrategia para acosar a Rajoy pasaba por el reconocimiento implícito de la victoria de su oponente: "Usted va a hacer esto, usted va a hacer lo otro". Vale para lo que buscaba: activar el cuento de terror social para animar a la base izquierdista más desmovilizada. Pero tiene el inconveniente que salta a la vista: si va a ganar Rajoy, ¿cómo animar a la gente?
¿Por qué ganó Rajoy? Porque no podía ser de otra forma. Rubalcaba se ha presentado como el 'ecce homo' de los cinco millones de parados, del déficit, de la deuda y del estancamiento. Rajoy despreció de un papirotazo los intentos de buscarle la mandíbula golpeando en los costados una y otra vez con las cifras y, en una situación como esta, lo que no son cuentas son cuentos. Sin duda, Rubalcaba es mucho mejor cuentacuentos que su oponente, pero la gente es consciente de que un cuento es un cuento, mejor o peor contado, y lo que quiere es otro contable, alguien que haga mejor las cuentas.
¿Efectos electorales? En mi humilde criterio, pocos. Ambos candidatos se dedicaron a su parroquia, a reforzar sus prejuicios y a mantener o activar su movilización. Es que, de hecho, el nivel de indecisión real (la mayoría de los supuestos indecisos son abstencionistas vergonzantes) es bajísimo, el más bajo probablemente de los últimos episodios electorales. Las encuestas de los próximos días nos darán la respuesta.