Una mujer espera a una sucursal cerrada del Banco Nacional griego. / Efe
crisis financiera

'¡Yo no pago!'

La crisis hace que Grecia se llene de grupos que promueven el 'simpa', tretas para trampear la luz y tiendas de trueque son algunas respuestas a la crisis en la calle

ENVIADO ESPECIAL A ATENAS Actualizado: Guardar
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Para millones de griegos que no llegan a fin de mes debe de ser una satisfacción estar en la cola de la autopista y que unos chalados levanten la barrera para que todo el mundo pase gratis. Son el grupo '`Yo no pago!' (Den Plirono), una de las últimas e imaginativas respuestas a la crisis en Grecia . Surgieron el año pasado a raíz de la brutal subida del 40% en el precio del transporte. Se organizan por Internet y convocan acciones festivas en el metro, las estaciones o las autopistas. Llegan con sus banderas amarillas y bloquean las máquinas de pago. La respuesta de los empleados, en general, es dejarles hacer, pues también ellos sufren y les comprenden. Este tipo de iniciativas, pegadas a la vida cotidiana, ha sustituido como rabieta civil a la gran movilización de los Indignados, que ocupó la plaza de Syntagma, frente al Parlamento, de junio a agosto. Al final había cierto agotamiento, reconocen algunos de los acampados.

"Seguir allí se convirtió en una fijación, en un fin en sí mismo, que consumía toda la energía. Al final sólo se quedaron los que no tenían donde ir o nada que hacer, había mucho 'friqui'", explica con sinceridad Christina, que trabaja en una tienda. Los Indignados siguen coleando, mantienen su web y organizan asambleas en Syntagma, pero es un fenómeno latente. Atenas necesitaba una pausa. Ha habido tres semanas sin recogida de basuras o 22 días de huelga de taxis en agosto, para horror de los turistas, por el plan de liberalización de profesiones, que también afecta a abogados o dentistas. La gente ahora ejerce resistencia a pequeña escala. Por ejemplo, con la factura de la luz, que esta semana incluye por primera vez la famosa tasa por metro cuadrado de casa. Aplicando lo mínimo, cuatro euros, a una vivienda de 50 metros salen 200 euros.

Pero si no pagas te cortan la luz. Las oficinas de DEI, la compañía eléctrica pública, tienen colas enormes estos días para protestar.

Pero hay otra solución, incluso si llega la interrupción de la electricidad. Vídeos colgados en Youtube explican cómo manipular el contador o engancharse a la corriente. Es más, hay un grupo subversivo de empleados de DEI que, por solidaridad y en plan Robin Hood, la restablecen de forma clandestina a los ciudadanos. Su lema, 'Ninguna casa sin luz'.

Tampoco hay un solo colegio con libros, que tradicionalmente suministraba el Estado. Ahora se ha enviado un CD a cada centro con el material para que se copien o impriman. Aunque en muchas escuelas tampoco hay calefacción y los padres hacen colectas para comprar desde los lápices al papel higiénico. La solidaridad y el ingenio son valores en alza. Hay comedores populares, bancos del tiempo donde se intercambian horas de servicios con lo que sabe hacer cada uno. Se buscan ideas con charlas sobre la colectivización en Argentina o experiencias de otros países que han pasado ya por las penurias de una crisis salvaje.

Trueque sin dinero

Exarquia, el barrio anarquista e histórico foco de protesta social de Atenas, bulle de iniciativas de este tipo. Como 'Skoros' (La Polilla), un local de trueque donde no hay dinero. Se dejan cosas y se puede coger lo que se necesite. Sobre todo hay ropa, pero también libros o muebles. Para objetos voluminosos hay largas listas en la pared de gente que ofrece cambiar un Ford Fiesta o regala una lavadora.

"La idea es criticar la forma de consumir, que es el origen de la crisis. Además de ayudar, pretendemos enseñar a vivir con lo necesario y no desperdiciar las cosas", explica Heracles, uno los quince voluntarios que llevan el local. Abrieron hace dos años y con la crisis tienen más gente. Pagan los 400 euros de alquiler, luz y agua con donativos. Paradójicamente, Heracles trabaja en publicidad. Pero más curioso es que hayan tenido casos de robos, y de gente que intenta llevarse a escondidas más de cinco objetos, límite marcado para evitar excesos. Tampoco ellos escapan al arte de la picaresca griega.