El orgullo de la Commonwealth
La reunión de Perth refuerza los lazos de los antiguos países del Imperio Británico, que no reniegan de su pasado colonial
MADRID Actualizado: GuardarEl pasado martes, el presidente boliviano, Evo Morales, se descolgó con unas polémicas declaraciones a cuenta de la reciente Cumbre Iberoamericana. “¿Por qué tenemos que seguir rindiendo pleitesía, año tras año, al rey de España?”, se preguntaba el representante indígena, quien aseguraba que la cita entre los países de habla hispana y portuguesa mantiene reminiscencias coloniales, más propias de la era de Colón que de la de Internet. Los problemas de Evo con la monarquía, sin embargo, no son universales. Casi al mismo tiempo, en un rincón del mundo mucho más desarrollado que Bolivia, el primer ministro canadiense, Stephen Harper, obligaba a añadir a su ejército el calificativo de “real” e instaba a todas sus embajadas a colgar retratos de Isabel II, reina de Inglaterra y, todavía, jefa de Estado de Canadá.
Mientras en Asunción, en la Cumbre Iberoamericana, se hablaba de las ausencias y de los desplantes al rey de España y a los otros 10 mandatarios que acudieron al encuentro con sus pares latinoamericanos, a unos cuantos miles de kilómetros de Paraguay, los líderes de 53 países del mundo se pegaban, casi literalmente, por hacerse una foto con la líder de otro país europeo, una reina para más señas. Perth, en Australia, acogía la reunión bianual de la Commonwealth y ninguno de los países convocados al encuentro ponía pegas, todo lo contrario, en reunirse con Isabel II de Inglaterra, cabeza de esta organización intergubernamental encargada de reforzar los lazos entre los países que tuvieron algún vínculo con el Imperio Británico. En la organización están India, Pakistán, Australia y Sudáfrica, pero también Gibraltar, Fiji, las Bermudas y las islas Caimán. Tanto prestigio mantiene la Commonwealth que hasta dos países que nunca estuvieron en el Imperio Británico, Mozambique y Ruanda, forman parte de ella. Otros estados, como Sudán y Argelia, pese a compartir muy poco con el mundo británico, quieren apuntarse a este club porque saben que pertenecer a él sigue proporcionando legitimidad internacional.
Durante muchos años, la Commonwealth fue el faro para el mundo de habla inglesa. Y de alguna manera, lo sigue siendo. Guiados por el respetado liderazgo de Reino Unido, la organización promueve la lucha contra el racismo, la educación universal o el desarrollo sostenible.
Sensación de pertenencia
Y aunque solo sea por no quedar mal ante Isabel II cada dos años, la mayoría de los países miembro trata de hacer méritos y se esfuerza, no siempre con éxito, en cumplir con las reglas básicas de la democracia. Además, las derivadas económicas (Commonwealth Business Council), culturales (Premio Literario de la Commonwealth) o deportivas (Juegos de la Commonwealth) refuerzan aún más la sensación de pertenencia.
Y es que se supone que si uno está en la Commonwealth es porque respeta los principios expresados en la Declaración de Singapur (1971), acta fundacional de la Commonwealth moderna: búsqueda de la paz en el mundo, libertad, derechos humanos, igualdad y fomento del libre comercio, aunque, mirada con lupa, la situación de algunos de los países miembros queda lejos del ideal de democracia liberal. Así lo expresa un panel de expertos que ha analizado la Commonwealth y ha llegado a la conclusión de que la entidad se está labrando una reputación de “hipocresía e indiferencia” ante los abusos que muchos de sus miembros cometen sobre la oposición política, sobre minorías étnicas, sobre las mujeres o sobre los homosexuales. Pero los lazos continúan siendo fuertes y nadie duda de que dentro de dos años, en la próxima cumbre de la Commonwealth, la reina de Inglaterra volverá a sentirse orgullosa de ser la cabeza del mundo anglosajón.