España sale de la «primera línea» de la crisis de deuda
CORRESPONSAL EN BRUSELAS Actualizado: GuardarEl maratón de reuniones celebradas el fin de semana en Bruselas, que no ha logrado cerrar un acuerdo definitivo pero que sí ha dibujado el armazón de lo que se espera sea la vacuna contra el contagio griego, ha servido, al menos, para apartar a España del disparadero de los mercados. Un movimiento que, por contra, ha situado a Italia en el ojo del huracán.
Si la víspera la canciller alemana, Angela Merkel, reclamaba a Madrid nuevos esfuerzos, la jornada del domingo sirvió para enterrar esa idea a cambio de fijar los focos sobre Roma. El propio Nicolás Sarkozy aplaudió -en una comparecencia junto a Merkel- el trabajo de España en su lucha por aplacar el déficit. «España, gracias a los esfuerzos del Gobierno del señor José Luis Rodríguez Zapatero, y al sentido de la responsabilidad de la oposición del señor Mariano Rajoy, ya no está en la primera línea», sentenció el primer ministro. Zapatero se congratuló por el mensaje de Sarkozy, y atribuyó a la «elegancia política» el que el líder galo incluyera a Mariano Rajoy en los parabienes. Afirmó que la estabilidad financiera española es «sólida», aunque reconoció que quedan esfuerzos por realizar, sobre todo en cuanto al crecimiento y creación de empleo.
El gran damnificado del día fue Italia, sobre el que se centra ahora toda la presión y que, en cierto modo, ha quedado expuesto a un severo castigo en las Bolsas. Queda por ver cómo reacciona hoy su prima de riesgo. Europa pide a Silvio Berlusconi que dé a sus socios garantías suficientes de que llevará a término y en el plazo anunciado los ajustes a los que se ha comprometido. Sarkozy reclamó a Berlusconi y al primer ministro griego, George Papandreu, que sean «consientes de su responsabilidad» y tomen «decisiones nuevas». «No se puede pedir solidaridad si aquel a quien se ayuda no hace los esfuerzos necesarios», dijo. Berlusconi tuvo completa su agenda desde primera hora de la mañana. Asistió a dos encuentros privados al margen de la cumbre.
Se reunió tanto con el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy,como con Merkel y Sarkozy. En ambos casos el mensaje fue el mismo: Italia debe acelerar las reformas para tranquilizar a los mercados. La canciller germana fue una de las más claras: «La confianza sólo se recuperará si cada uno hace su trabajo».
Merkel se mostró especialmente preocupada por la elevada deuda de Italia (120% del PIB). «Debe ir reduciéndola», agregó reclamando la necesidad de nuevos ajustes. El presidente comunitario abogó por nuevas reformas estructurales. A su juicio, Italia necesita cambios en el mercado laboral, en las pensiones y luchar más decididamente contra la evasión fiscal. Aún así, Van Rompuy dijo que la situación italiana «no se puede comparar» con la de otros socios como Grecia.
Finalmente, Berlusconi cedió a las presiones y anunció, a última hora, la convocatoria de un consejo de ministros urgente, el lunes, en el que se acometerán nuevos ajustes, sobre todo en materia de pensiones. El Parlamento italiano ya aprobó a mediados del mes pasado un paquete de recortes valorado en 54.000 millones. Los ajustes eran una combinación de subidas de impuestos y tijeretazos públicos. Tras conocerse el visto bueno a las medidas, la directora del FMI, Christine Lagarde, ya alertó de que el reto era ponerlas en práctica.
Todos quieren hablar
Próximo un acuerdo europeo sobre la crisis de deuda, la reunión definitiva llegará el próximo miércoles, cuando está previsto otro consejo extraordinario, que se celebrará como antesala de un nuevo Eurogrupo. La insistencia de los socios ajenos a la moneda única, que no quieren verse excluidos de los cambios que traiga el futuro, ha obligado a tratar los asuntos a 27 y no sólo a 17. Reino Unido ha advertido de que tratará de aprovechar la cita para obtener el mayor beneficio posible. Así lo declaró el mismísimo David Cameron, al que fuentes comunitarias le atribuyen el mérito casi en exclusiva de haber forzado un encuentro global.
La receta sobre la que sí hay consenso pasa una recapitalización de la banca de unos 100.000 millones de euros y por reforzar el papel del fondo europeo de rescate. Los líderes de la UE se mostraron favorables a reformar «de manera limitada» los tratados de la Unión para garantizar una mejor disciplina fiscal y una mayor unión económica.