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Javi Varas, el niño que quería llamarse Unzué

El portero sevillista busca retomar ante el Racing la conquista del récord de imbatibilidad de Palop

SEVILLA Actualizado: Guardar
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Su actuación ante el Barcelona lo encumbró, pero la realidad es que Javi Varas lleva ya una temporada y media siendo el mejor del equipo. Osasuna, Sporting, Atlético de Madrid en ocho jornadas le ha dado al Sevilla hasta siete puntos con sus intervenciones. La historia de este guardameta no es solo la típica de superación, tan hollywoodiense en tiempos actuales. Ha pasado de la retirada para ser administrativo, cobrando 1000 euros y pagando una hipoteca al 5% de interés, a permitirse un chalet de dos plantas sin problemas.

Porque él era humilde hace dos días, cuando tenía el sueldo más bajo de la plantilla, y lo sigue siendo ahora, dentro del 'top ten' tras su ampliación de contrato. El ejemplo de cómo aceptó la oferta de renovación hasta 2015 explica su personalidad. Su representante lo llamó: "Tenemos un millón para empezar, subirán".

Varas fue a tomarse una cerveza con su mujer al bar de la esquina y a la vuelta llamó para decir que aceptaba. "No sirvo para regatear", admite el futbolista.

Así es el nuevo ídolo del sevillista. Cara de niño en un cuerpo menudo, a la par de una mentalidad y unos reflejos prodigiosos. Un tipo sencillo. El típico vecino de bloque al que le comentas en el ascensor que va a llover, aunque haga un sol radiante, solo para que no haya un silencio incómodo. Cuando se le pide consejo para ir a comer no recomienda un restaurante a los pies de la Giralda.

Prefiere los caracoles de 'Los Vázquez' o la carne a la brasa de 'Los baturrones', ambos en su territorio de toda la vida, Pino Montano.

En la mochila que llevaba al colegio siempre tenía dos cosas: la estampa de la Virgen de la Macarena y el carné del Sevilla que poseía desde pequeño. Devoto sincero y apasionado de lo primero, amante de lo segundo sin pudor. Fue ese amor al rojiblanco lo que le llevó a entrar en el equipo de la Peña sevillista del barrio.

Casualidades del destino aquel bar se llamaba Pablo Blanco, nombre del coordinador de la cantera nervionense.

Éste, un mediodía de clima fresco hispalense, vio a un delgado jugador bajo tres palos que llevaba el nombre de Unzué a la espalda. "`Qué casualidad, como el mítico que tuvimos!" fue lo primero que pensó. Pero aquello era una de esas mentiras que las madres consienten a sus hijos. Quería llevar consigo a su ídolo de los 90.

Camino a la grandeza

Poco a poco el mundo parecía que se ponía a disposición de Varas para que cumpliese su sueño. En una tanda de penaltis en Pontevedra empezó a parar la pena máxima de Messi del sábado. Con sus intervenciones en tierras gallegas el Sevilla Atlético ascendió a Segunda y después Jiménez hizo que diera el paso al primer equipo. "Ahora o nunca, tú decides chaval", le dijo. Era su hora.

Todavía su ángel del destino decidió que tenía que ganarse el derecho a soñar. Tuvo que ver desde el banquillo durante años a un Palop en decadencia, que ya jugaba casi por contrato. Pero a ver quién era el valiente que se atrevía a quitar al 'Santo' de las UEFA sevillistas. Una mañana, con 25 años recién cumplidos en septiembre, vio a su hijo en la cuna, le cantó canciones de su abuela y estuvo cerca de aceptar una oferta de administrativo.

Entonces, parafraseando a Alan Poe, se dio cuenta que ser soñador de día era mejor que serlo de noche. Así que continuó luchando y ya ese ángel de la guarda que tantos tropezones le hizo pegarse lo dejó en paz. "Anda, pequeño, cómete el mundo" pareció decirle. Logró la temporada pasada la titularidad definitiva. Y este año, si no hubiera sido por el tanto de Barral, hubiera logrado quitarle el récord de imbatibilidad a Palop. Ahora, contra el Racing, quiere volver a empezar con ese objetivo. Solo así logrará alcanzar a Unzué en el hueco de la historia en Nervión.