Análisis

El 'sistema Saud'

Derrotó política y militarmente los planes de Gran Bretaña en la región, que pasaban por dar la corona al jerife Hussein, custodio de los santos lugares del islam y emir del Hedjaj, el corazón de Arabia

MADRID Actualizado: Guardar
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Difícilmente un príncipe heredero llega en tal condición a los 87 años y, por tanto, no es raro que muera sin heredar, es decir sin ser rey. Y eso ha ocurrido, como podía esperarse por su avanzada edad y su mala salud, conocida desde hace años, con el príncipe heredero de Arabia Saudí, Sultan bin-Abdul Aziz quien era, además, intocable ministro de Defensa desde 1962.

El nombramiento de heredero no le vino, porque el llamado “sistema Saud” no lo prevé así, por un relevo hereditario en la persona el mayor de los descendientes, al modo europeo o japonés, sino como resultado de un consenso entre los clanes de la prolífica descendencia del fundador del reino, el rey Saud bin-Abdul Aziz, creador del Estado.

Este hombre, a quien sus admiradores, que han sido numerosos, llaman “el Grande”, llevó realmente a cabo una gran hazaña derrotando política y militarmente los planes de Gran Bretaña en la región, que pasaban por dar la corona al jerife Hussein, custodio de los santos lugares del islam y emir del Hedjaj, el corazón de Arabia. Y, de paso, llenar el Oriente Medio de monarquías fieles a Londres… de las que queda una, la de Jordania.

De puertas adentro

El sistema mencionado –gráfico título de un libro ya muy viejo del colega francés Claude Feuillet– es perfecto como mecanismo para arreglar todos los problemas de puertas adentro, en familia. Esta ha crecido mucho (hay varios miles de príncipes pegados al presupuesto nacional) pero siempre tiene disponible una élite de un par de docenas de personas que preparan la sucesión sin trauma. Eso ocurrió invariablemente tras la muerte de todos los monarcas que siguieron al padre común Saud: Saud el segundo, Feisal, Jalid, Fahd y el reinante, Abdalá, quien lo es desde 2005, cuando tenía ya 81 años.

Esa fecha es clave para entender lo que, probablemente, sucederá ahora. El no era –y este es un dato para iniciados, pero muy significativo– un miembro del llamado “clan de los Sudeiri” formado por los siete hijos (y sus familias) que dio al fundador Hassa Sudeiri, una de sus esposas, influyente, inteligente y, se dice, el único amor verdadero.

Un 'consejo de notables'

Abdala, que heredaba a Fahd –un Sudeiri– creó en 2006 una instancia sin precedentes y destinada, más o menos, a coordinar todas las ambiciones y mantener todos los equilibrios, el llamado “Consejo de la lealtad” (es difícil de traducir, me dicen, y podría decirse también de la obediencia o la adhesión, muy en la tradición árabe del vasallaje voluntario). En ese contexto, el príncipe Sultán, ministro de Defensa y Aviación, fue designado príncipe heredero.

Pero en 2009, vista la mala salud del heredero, y siempre por acuerdo entre bastidores, el príncipe Nayef, ministro del Interior y muy acreditado en su combate contra al-Qaeda, fue designado viceprimer ministro, un movimiento sin precedentes que fue interpretado como una señal de que el consenso estaba hecho: era el “heredero del heredero”.

Todo en los límites del “sistema Saud”: lento, por acuerdo entre los notables y con una condición que ahora –tras el paréntesis del rey Abdalá– parecía obligado: Nayef es un Sudeiri, nacido en 1933, es decir bastante joven para los estándares saudíes.