Delacroix, la incesante búsqueda de un genio
La mayor muestra en medio siglo sobre el genial pintor romántico ofrece un nuevo perfil de su múltiple talento a través de 130 piezas
MADRID Actualizado: Guardar"Delacroix es búsqueda. Se reinventa sin descanso. Su obra es un giro continuo para agotar cada tema y alcanzar la expresividad pura". Así se refiere al poliédrico talento de Eugène Delacroix (1798-1863) Sébastiene Allard, comisario de la espectacular exposición que trae a España el grueso de la obra del genial pintor romántico francés. Es la más importante desde la que le dedicó el Louvre en 1963 con motivo de su centenario y un "homenaje póstumo de Delacroix a España" según Allard. Recorre la variada y proteica obra de Delacroix, un talento poderoso y múltiple que tocó muchos palos y que saltó de la religión a la mitología, del retrato al orientalismo, del paisaje y la estampa en todas sus variables. Un pintor grande seducido por Goya y por España, clásico e innovador al tiempo -el primer moderno según Baudelaire- que sedujo a su vez a Picasso, Cezanne o Degas. Su más completa retrospectiva en medio siglo es la culminación del acuerdo de colaboración entre la Obra Social de La Caixa - que la trae a Madrid y Barcelona- y el museo del Louvre, suscrito en 2009.
"Soy un pintor clásico" decía de sí mismo Delacroix, que se tuvo por el sucesor de Velázquez y Rubens, maestros cuya obra admiró y estudió juntoa la de Goya, otro de sus faros. Pero en su constante búsqueda no renunció a la innovación y la experimentación temática y compositiva. No en vano el propio Cezanne aseguró que Delacroix "fundó la pintura moderna" con un cuadro excepcional 'Las mujeres de Argel en sus aposentos'. Es una soberbia y sensual pintura de gran formato, el mejor fruto del crucial viaje de Delacroix a Marruecos en 1832, que forzó su paso por varias ciudades españolas y que el Louvre ha cedido para la ocasión a pesar de tenerlo declarada como imprestable.
"Cuando pinto un cuadro no escribo un pensamiento" advirtió Delacroix en unos monumentales diarios ahora estudiados en profundidad y reeditados, que arrojan nueva luz sobra la figura y las ambiciones de un artista que cuestionó la necesidad del tema en la pintura. De ese diario surge la nueva lectura del pintor en la que incide esta histórica muestra que reúne más de 130 obras cedidas por sesenta colecciones públicas y privadas de Europa y América.
Revolucionario
La exposición aleja a Delacroix de su asociación con los monumentales lienzos de tema histórico, para presentarlo como un revolucionario enfrentado a las rígidas convenciones neoclásicas. Un espíritu inquieto para quien la emoción que genera una pintura está en sus valores plásticos -materia, luz, color-, más allá de la escena que represente.
Reconstruye la muestra su evolución pictórica recorriendo todas las etapas de su producción, desde sus inicios en busca de inspiración en temas clásicos y textos literarios, hasta su etapa final, marcada por la síntesis. Una madurez en la que repite temas anteriores con nuevas perspectiva e intenciones, en especial en sus obras históricas y orientales.
Es una selección realizada "desde el placer visual y seriedad intelectual" que ofrece una nueva interpretación del "romanticismo" de Delacroix. Explora cómo se planteó la cuestión del tema y de su necesidad, y cómo surgió la idea de una composventó antes de confrontarla con la revolución del realismo a mediados del siglo XIX.
También se ocupa de su menos conocida faceta como retratista y lo reivindica como maestro del género a través del gran retrato de Louis-Auguste Schwiter, soberbia pieza que sedujo tanto a Degas que lo compró. El autorretrato también ofrece lo mejor de Delacroix a través de los tres únicos que realizó y presentes en la exposición: el famoso 'Autorretrato con chaleco verde' y el 'Autorretrato como Ravenswood', ambos del Louvre, y el 'Autorretrato' de1842 que prestan los Uffizi.
A pesar de la ausencia del emblemático y gigantesco 'La libertad guiando al pueblo', la exposición es una ocasión única para disfrutar de iconos como 'Grecia expirando sobre las ruinas de Missolonghi', uno de los bocetos de 'La muerte de Sardanápalo' o la citada 'Mujeres de Argel en sus aposentos'. En torno a este lienzo primordial se cocina otro de los platos fuertes de la exposición, que reúne por vez primera todos los grandes lienzos orientalistas ejecutados por Delacroix a su regreso de Marruecos.
Junto a los óleos de gran formato hay bocetos, dibujos, acuarelas y grabados que ofrecen un testimonio de la rica vida interior del artista y lo aproximan a la sensibilidad contemporánea. Son sus creaciones más desconocidas, en especial la producción gráfica, con personalísimos dibujos y unos grabados que deben mucho a Goya.
Alma española
La muestra indaga en el profundo vínculo de Delacroix con España. Su obra evidencia una "fuerte influencia española" y "respira cierto aire goyesco" según Sébastien Allard, conservador jefe de pintura del Museo del Louvre que recordó como Delacroix fue uno de los primeros franceses en conocer los 'Caprichos' de Goya, ya que en su viaje a Marruecos hizo escalas en Algeciras, Cádiz y Sevilla. "Todo Goya palpitaba a mi alrededor", escribiría el pintor francés a su amigo Pierret, manifestando su precoz interés por el arte goyesco que cubrió de tiniebla un etapa de su obra. Además de evidenciar la poderosa influencia goyesca en Delacroix, la exposición anticipa la que este ejercería en el gran maestro español del siglo XX, Pablo Picasso, que le honró con una serie inspirada en 'Las mujeres de Argel'.
En Barcelona, donde la exposición se podrá ver partir del próximo mes de febrero, coincidiendo con el décimo aniversario del centro cultural y social de La Caixa, convivirá con otra amplia retrospectiva sobre Francisco de Goya con fondos que atesora el Museo del Prado.
Además de las magnas obras del Louvre, la exposición cuenta con préstamos de la florentina Galería de los Uffizi, el British Museum y la National Gallery de Londres, Metropolitan Museum of Art de Nueva York, el Musée d'Orsay de París, The Art Institute de Chicago, o el Musée des Beaux-Arts de Burdeos, y un buen puñado de de colecciones privadas.