Lucha Antiterrorista

Una percha para el final de ETA

La conferencia ha pedido una declaración pública de cese definitivo de la violencia de ETA y además ha reclamado que haya un diálogo de la banda con Francia y España

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La conferencia de paz celebrada hoy en San Sebastián, con Martín Garitano, el presidente de la diputación guipuzcoana, como anfitrión, junto al alcalde donostiarra, ambos de Bildu, parece haber respondido realmente a las características que le atribuía el PNV cuando la calificó de “percha que se le ofrece a ETA para que justifique y declare más rápidamente el cese definitivo de las armas”. En este sentido, hemos de felicitarnos, mientras esperamos que ETA cuelgue del perchero su acta de defunción.

La conclusión del acto, organizado por Lokarri, el movimiento pacifista sucesor de Elkarri e inequívocamente vinculado a la izquierda abertzale, y por el llamado Grupo Internacional de Contacto, parece haber respondido a aquellas expectativas en su primera parte: la conferencia ha pedido una declaración pública de cese definitivo de la violencia de ETA y además ha reclamado que haya un diálogo de la banda con Francia y España que trate “exclusivamente de las consecuencias del conflicto”, en alusión a los presos de la banda terrorista. ETA tiene ya el soporte institucional donde depositar su acta de disolución, que probablemente quedará reducida al abandono definitivo de la violencia. Si el evento ha servido para acelerar este final, bien venido sea. Pero conviene que las fuerzas democráticas se ocupen en lo sucesivo, y muy especialmente en esta campaña electoral que de hecho ha empezado ya, de aclarar los términos de esta confusa liturgia y de desmontar, por la cuenta que les tiene y por respeto a las víctimas, el aspecto propagandístico de la conferencia, que, como mínimo, ha concedido a Bildu una peana muy visible y a los terroristas una indeseable e inadmisible respetabilidad.

El presidente del PNV de Vizcaya declaró en los prolegómenos de la conferencia que se trata de lograr una paz “sin vencedores ni vencidos”, y así figura en las hemerotecas. Pues bien: esto es exactamente lo contrario de lo que debe conseguirse. Porque aunque los vascos de buena voluntad estén plenamente dispuestos a abrir un proceso de reconciliación moral, en el que las víctimas del terrorismo deberán desempeñar un lugar destacado, ello no ha de impedir que quede claro que no ha existido simetría alguna en la tragedia.

Después de la desaparición de la dictadura y la edificación de un impecable régimen democrático en este país, el terrorismo ha sido obra de unos fanáticos que decidieron enfrentarse a los demócratas, la inmensa mayoría. Y quienes asesinaron y estragaron en nombre de unos pretendidos ideales que representaban la defunción de la democracia podrán encontrar benevolencia pero no perdón una vez que sus epígonos hayan abandonado las armas. Y aunque sea verdad que ha habido sufrimiento en ambos lados, la ética tiene también que hacer inevitables distinciones.

En el documento, leído por Bertie Ahern al término de la conferencia, se dice que "la paz viene cuando el poder de la reconciliación pesa más que los hábitos del odio, cuando la posibilidad del presente y del futuro es infinitamente mejor que la amargura del pasado". Así es, en efecto, pero también es cierto que la paz no viene completamente si no proviene de una obra de justicia en la que cada cual asuma con claridad sus propias responsabilidades.