Estandartes desgastados
El baile constante de jugadores, la escasa apuesta por la cantera y la crisis económica que obliga a vender a los jóvenes talentos a los clubes poderosos, impiden que las aficiones encuentren referencias que recojan los valores con los que identifican a su club
MADRID Actualizado: Guardar"Carlos Jiménez, qué huevos tienes", le cantaba la Demencia en Vistalegre el pasado fin de semana al gran líder silencioso de Estudiantes, al último ídolo de los aficionados del equipo colegial que, pese a ofertas superiores, ha decidido meter sus últimas canastas con la camiseta que guardó en el primer cajón cuando hizo la maleta para instalarse en el Martín Carpena, consciente de que tarde o temprano acabaría poniéndosela de nuevo.
Los ‘dementes’ son de los pocos privilegiados que pueden sentirse identificados con su equipo en unos tiempos en el que el baile constante de jugadores, la escasa apuesta por la cantera y la crisis económica, que obliga a la gran mayoría de equipos a dejar marchar a sus jóvenes talentos a los clubes más poderosos a cambio de unos miles de euros que ayuden a cuadrar las cuentas, impiden que los seguidores encuentren referencias que recojan los valores con los que se identifica a la entidad.
Si antes era habitual disfrutar de una carrera con comienzo y fin en un equipo (Epi y Solozábal en el Barça; Corbalán y Romay –salvo en los últimos tiempos de su vida deportiva- en el Real Madrid; los Margall y Villacampa en el Joventut; o los Arcega en el Cai Zaragoza), ahora resulta complicado ver cómo un proyecto de jugador se forma, madura y explota dentro de un mismo club. De hecho, en la mayoría de los casos, solo el cupo obligatorio de españoles en las plantillas hace que entren en las actas de los partidos nombres salidos de las categorías inferiores de la entidad, como simples comparsas que calientan el banquillo y recogen los minutos de la basura.
Además de los canteranos, las aficiones contaban entre sus ídolos con algunos de sus extranjeros, que antaño llegaban para quedarse. Pinone y Winslow, Norris y Trumbo, Brian Jackson, Granger Hall, Turner, han impreso sus nombres entre los clásicos de los clubes en los que jugaron. De la amenaza constante de la atractiva –deportiva y económicamente- NBA solo se salvan, y únicamente en algunas ocasiones, los más fuertes. El resto, se ve abocado a cambiar fichas en cuanto una de ellas destaca por encima de lo normal.
Los estandartes pasados han perdido el color por el desgaste del cambio. Pocos se mantienen, aunque algunos se han renovado y mantienen los nexos entre el club y sus seguidores. En Valencia, Claver es la esencia de una plantilla con cambios constantes; el Barça está liderado por el talento y el corazón blaugrana de Navarro; el Madrid vive del espíritu de Felipe Reyes, estudiantil de formación pero que capitanea a los blancos desde hace muchos años; Berni Rodríguez es el superviviente del trío que formaba con Cabezas y Gabriel, el orgullo de la excelente hinchada de Unicaja. Y en Estudiantes ya buscan al jugador al que dedicar sus gráficos cánticos cuando Jiménez diga basta. Carlos Suárez era la gran esperanza pero, como tantos otros, acabó en el odiado rival vikingo.