El 'método Busta'
Tiene la vida resuelta, está enamorado hasta las cachas de Paula y luce un cuerpo 10. David nos cuenta el secreto de su felicidad
MADRID Actualizado: GuardarDarse una vuelta con David Bustamante por un mercado de Madrid tiene algo de batalla aérea con cazas, como en la película 'Top Gun'. El radar está que pita: a las 'doce', un matrimonio de jubilados piden foto para su nieta Laura que se ha comprado todos los discos; a las 'tres', los carniceros pidiendo autógrafos para sus chicas; el charcutero, lanzado en picado a las 'seis' con un iPhone en la mano; a las 'dos', dos tenderas de la frutería hacen un 'looping' alrededor de las lechugas para ponerse a su lado. "¿Puedo tocar el tomate?", pregunta él. "Tú puedes tocar lo que te dé la gana...", responde pícara Marta, como un misil guiado por calor. Es objetivamente duro ser una estrella del pop: en un par de horas de callejeo ha firmado cincuenta y seis autógrafos y ha posado en ciento tres fotos, todas con una sonrisa, un beso, una palmada en el hombro. A Luisa, pensionista que no sabe utilizar el móvil, incluso le busca la cámara en el teléfono. "Me encanta, porque me consideran de su familia. Son gente cordial, muy amable, me hacen feliz", admite un hombretón musculado y encantador que un día fue el chaval que con 19 años asomaba las lágrimas y la voz en el primer Operación Triunfo. Justo diez años después explica las claves del 'método Busta' para mantener en forma abdominales y emociones y llegar fresco de cuerpo y alma al séptimo disco, 'Mío', que saldrá a la venta el próximo día 25 con baladas y rock.
A los 15 curraba en un andamio, a los 19 era una 'star', a los 24 se casó y a los 26 fue padre de Daniela. Ahora tiene 29 y se ha dejado en el camino 18 kilos. Hace cuatro años llegó a pesar 92 y nadie lo diría ahora que cuando se quita la chaqueta le asoma una masa muscular propia de un fibroso 'argamboi'. "Niña, ¿voy bien conjuntado?", pregunta a la cámara. Viste vaquero granate y una camiseta verde agujereada de Zara que se empeña en remendar su abuela cada vez que la ve. En la trinchera de un puesto de frutas del madrileño mercado de San Antón, en pleno barrio de Chueca, entre chirimoya y escarola, desvela el secreto de su cuerpo. Se levanta a las nueve porque se acuesta tarde componiendo (la víspera de la entrevista le metió mano a una balada sobre el amor de un hombre con una mujer casada). Para desayunar, licuado de todo lo que queda en el frigo (engulle 20 piezas de frutas al día) con una tostada con aceite y pavo. Cinco comidas al día, dieta disociada, pasta o arroz para comer y por la noche, pescado o ‘pollo a la envidia’, pues mientras él le pega a una pechuguita a la plancha, Paula Echevarría, su mujer, puede estar mojando pan en unos huevos con chorizo. Pocas delicatessen al alcance de su poderosa cartera: a él lo que le privan son los macarrones gratinados con tomate natural de Paula, el cocido de su madre y la fabada de su suegra. Eso, y mucho deporte con su entrenador personal. Corre 40 minutos y ahora le ha dado por el 'parkour' y se dedica a dar brincos "como un loco" por el monte. Después, musculación sin máquinas. "Unas 60 flexiones como estas", dice, y se las casca en el suelo del mercado frente a un puesto de zumos en medio del crujir de 40 teléfonos móviles que retratan su inusitado lance.
Con semejante ajetreo de firmas, a Bustamante se le supone un psicólogo sosteniéndole la existencia. No lo lleva. "Mi locura, mi manera de ser extrovertida me ayuda a relacionarme con la gente". Se confiesa un tipo "absolutamente feliz", aunque le haya costado más trabajo que los bíceps, desde que se metiera en la ‘lavadora’ de OT Un buen día se dio cuenta de que le centrifugaba el mundo y que al salir ya no estaba allí la infancia en San Vicente de la Barquera. Una noche los de OT le subieron a Montjuic y le enseñaron la manta de tejados de Barcelona. "¿Ves todas esas casas con luces?" Sí. "Te imaginas toda la gente que vive dentro?" Sí. Pues todos te conocen. "Asimilar eso fue difícil. Yo no era Bustamante. Yo era Titín, el hijo de Tito y la televisión destruyó todo ese mundo. La televisión es un monstruo".
La bestia ya se lo había merendado cuando pisó por primera vez San Vicente de la Barquera después del programa...
- ¿Cuándo se dio cuenta de que había cambiado su vida?
Me fui al Spider, mi bar de toda la vida, donde andaba siempre con mis colegas y esos botellines de cerveza de 125 pelas y de pronto se juntó todo el pueblo y entró todo el mundo. Mis amigos de siempre me miraban sin decirme nada... Eso es duro de asimilar. Te das cuenta de que todo ha cambiado, que ya no te ven a ti, sino a Bustamante. Tuve que aprender a vivir de nuevo desde cero y aprender a demostrar que era yo. '¡Eh, tío! ¡Que soy Titín'. Ese fue el precio que tuve que pagar por todas las cosas positivas que vinieron después, entre otras, 1,5 millones de discos vendidos y 500 conciertos.
- Habrá ganado mucha pasta...
Sí.
- ¿Suficiente para vivir usted y los suyos el resto de tu vida?
Sí.
"¡Una foto para mi hijo, que tiene todos sus discos!", interrumpe una mujer. Y otra. Y otro más. Y otro. Él sonríe. No hay en 'Busta' ni rastro de artistas atormentados por ácido, ni estrellas de rock de esas que destrozan las habitaciones de los hoteles en las resacas de absenta. 'Busta' es Amy Winehouse, pero al revés. Pese a todo, cuando está de gira, pese a estar rodeado de cientos de admiradores, David necesita a su hermano Iker en una habitación cercana: "Tengo fobia a estar solo". Tampoco le agrada la falta de intimidad y lo que dicen de él las revistas. "Me pone negro que me sigan cuatro coches continuamente. Esos tipos me insultan para provocarme, es muy desagradable. Luego está la prensa del escándalo, que se inventa cosas para ganar dinero. Eso está muy feo. Son unos sinvergüenzas". Su última aparición en el couché ha sido por una supuesta crisis de pareja. "Sí, me llamó Paula riéndose y me dijo: 'Cariño, estamos en crisis'. Pues bendita crisis; que dure".
"Tienen que inventar porque soy feliz". Y a 'Busta' se le nota, aunque no pueda darle fuerte a las patatas fritas que sirve una camarera ni encenderse un cigarro ante la cámara, "por los niños". Fuma unos quince al día y tiene otros vicios menores, entre ellos la descarga de endorfinas por el esfuerzo físico y los coches. No dice cuántos tiene ni cuales -"muchos"- pero hay uno especial. "Es un jeep del 88 verde con el que me lo paso pipa con Daniela por el campo buscando liebres. Paula me echa la bronca porque los demás coches duermen en la calle, pero el jeep... Ese duerme a cubierto". Nunca pensó en el hombre que hubiera querido ser, pero debe parecerse bastante a él. De momento ya ha cumplido algunas metas. "Toda mi vida había soñado una escena: una casa con jardín y perro y una mujer vestida de blanco esperándome". Y se cumplió hace un tiempo, a la vuelta de un viaje de mes y medio en Miami. Al llegar a la puerta de la casa de la Sierra de Madrid esperaban Paula y Daniela vestidas de blanco. "Esa es la foto de mi vida".
- ¿Y la canción?
'Hoy soy feliz', de Nino Bravo.