Una bandera palestina ondea durante el funeral de Issam Badran, de 37 años, en la localidad de Qusra, situada cerca de la ciudad cisjordana de Naplusa. / Efe
análisis

Palestina: un antes y un después

Palestina ya está en la ONU, pues así lo ha decidido la opinión internacional. Solo falta el trámite, la formalidad de una votación

MADRID Actualizado: Guardar
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Una prueba de la relevancia y la envergadura de la operación palestina de ayer en la ONU es su extraordinaria cobertura mediática: todos los grandes periódicos y cadenas de radio y televisión le concedieron sus espacios centrales, muchas transmitieron en directo la histórica sesión y organizaron debates.

Esa habría sido, según muchas interpretaciones, la razón última de por qué finalmente el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, acudió para hablar el mismo tiempo, en el mismo foro y ante la misma audiencia: porque se aceptó el recomendable axioma diplomático francés, según el cual 'l´absent a toujours tort' (el que no está presente siempre se equivoca).

Había un riesgo en el viaje: el de que los aplausos de la concurrencia fueran más intensos para Mahmud Abbas que para el líder israelí. Y así fue, y de qué modo. El ponderado 'New York Times' los calificó de atronadores, sin adjetivar los recibidos por Netanyahu después. El mundo confirmó así lo sabido: la causa palestina y, en concreto, su decisión de apelar a las Naciones Unidas, dispone de un fuerte respaldo internacional. Lo que no significa que su petición de que la ONU reconozca un estado palestino como miembro de pleno derecho de la ONU salga adelante.

La nueva "guerra democrática"

Un jefe poco carismático, Mahmud Abbas, el reverso de la coloreada y dinámica estampa de su único antecesor, Yassir Arafat, asumió, bien aconsejado por los observadores palestinos -y algunos israelíes liberales defensores de la causa palestina, que los hay- que la sedicente primavera árabe aportaba ciertas ventajas tácticas, desde el argumento de que si los pueblos de los estados árabes se rebelan y triunfan sobre la opresión, los palestinos también deben hacerlo y del mismo modo: en la calle, política y pacíficamente, ganando a la opinión internacional y vendiendo su mercancía por medio de una "guerra democrática".

Así empezó la 'primavera árabe': con expresiones no violentas, pero muy seguidas, compactas y solventes y solo la ceguera de los gobiernos egipcio, libio y sirio, produjo violencia y desorden. En Túnez hay que reconocerle al depuesto Ben Alí algo más de perspicacia: fue el que antes entendió que su fin político era un hecho y huyó en pocas semanas, cuando su policía (que no el ejército) había matado a un número relativamente bajo de opositores.

Abás sabe de sobra que es exacto el aserto de Obama, Hillary Clinton y Netanyahu según el cual la conversión de Palestina en un miembro de la ONU no traerá un Estado. Pero esa no es la cuestión, pues la maniobra norteamericana en curso para demorar sin fecha toda votación en el Consejo de Seguridad, solo aplaza el asunto que, antes o después, irá a la Asamblea General, donde Washington no puede ejercer veto alguno. Es una operación que mezcla la clásica 'compra de tiempo' con una salida al candidato Obama, sabedor de que sería una pésima inversión indisponerse ahora con su opinión y, en particular, con el Senado y la Cámara baja, donde hay mayorías pro-israelíes compactas.

Tiempo ganado, tiempo perdido

Francia, que se las ingenió con una intervención inconcreta de Sarkozy proponiendo un plan en un año para terminar el conflicto (posibilidad solo abierta si la propuesta implicaba, como parecía sugerido, que se trataría de una solución impuesta por la comunidad internacional… o sea, por la ONU) pero dejó decir al ministro de Exteriores, Alain Juppé, la verdad: "la situación, el statu quo (que dura décadas) es completamente inaceptable (…) si hay veto o no se vota ¿qué sucederá sobre el terreno, qué pasará en la calle árabe y en la calle palestina?"

Así pues, el mecanismo puesto en marcha ya en el Consejo de Seguridad, que empezará el lunes a examinar la petición palestina y está destinado a ser el escenario donde los Estados Unidos la orillen mientras se libran de verse ejerciendo un veto que el mundo no entendería, solo dará una tregua. En términos jurídico-técnicos Washington se saldrá con la suya, pero en términos políticos y de opinión la victoria palestina es ya un hecho y la mayoría que la Asamblea General dará a su petición lo confirmará. El presunto 'tiempo ganado' es solo tiempo empleado.

Y hay más. Incluso en países cuyo gobierno duda sobre cómo proceder (en esto, por cierto, chapeau para Gran Bretaña, antigua potencia mandataria, miembro permanente y con derecho a veto en el Consejo y que se las ha ingeniado para estar desaparecida) las opiniones, medidas en sondeos solventes, es muy mayoritariamente favorable a la pretensión palestina. En Alemania, en concreto, que votará contra y cuyos gobiernos son, según la frase hecha, rehenes del holocausto, más del setenta por ciento…

En otras palabras: Palestina ya está en la ONU, pues así lo ha decidido la opinión internacional, ahora muy conocida y felizmente expresada en los medios electrónicos. Falta el trámite, la formalidad de una votación. Pero para la pudorosamente llamada 'cuestión palestina', es seguro que ya hay un antes y un después… del 23 de septiembre de 2011.