CONFLICTOS OLVIDADOS

La maldición de ser blanco

Los órganos y miembros de los albinos se venden a precio de oro

MADRID Actualizado: Guardar
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Malditos, condenados, perseguidos y discriminados. Son los negros albinos. De piel blanca, ojos azules, claros cabellos y, además, con todos los rasgos distintivos de la raza negra. Son considerados como los 'hijos del diablo' y sirven de ingrediente a la magia negra. Su pigmentación se explica por una maldición cernida sobre la familia y sus órganos y miembros se venden a precio de oro a los brujos, quienes los consideran elixir de la fortuna y el éxito.

Ser albino en el continente africano es sinónimo, en muchos casos, de abandono por los propios progenitores y de persecución segura por parte de su comunidad. Hasta hace un tiempo, su mayor preocupación era el ser marginados por sus compatriotas, por ser considerada su condición genética una maldición. Ahora, su rutina es una lucha constante por la supervivencia. La creencia de que con el cuerpo de un albino pueden elaborarse pócimas que otorgan éxito y riqueza ha dado lugar a una cacería donde el objetivo es cualquier parte del cuerpo de un albino.

La persecución y el miedo de esta comunidad ha originado la búsqueda de un refugio donde estar a salvo. Sólo en Tanzania hay un total de 170.000 albinos, cerca de un centenar son asesinados y desmembrados cada año desde 2008 y alrededor de 10.000 han sido desplazados de sus hogares o relegados a la clandestinidad.

El cuerpo del deseo

En Tanzania, un país donde el 80% de la población vive con menos de un euro al día, se llegan a pagar 800 por el antebrazo, o 1.000 euros si se trata de una pierna. En un país donde el SIDA es una de las principales causas de muerte, se cree que la violación de una mujer albina cura del virus a los afectados, lo que ha incrementado tanto el número de violaciones como el de contagios.

Además de las discapacidades físicas que la propia enfermedad genera, como los problemas ópticos, los negros albinos tienen que hacer frente a las elevadas temperaturas y el sol del clima tropical que, inclemente, provoca úlceras, quemaduras y cáncer en su frágil y sensible piel.

Sin embargo, esta comunidad sigue desamparada y la protección brindada es escasa frente a la ignorancia, las supersticiones y los prejuicios sociales. Mientras la educación e información sean casi inexistentes, sobre todo en las zonas rurales, estas creencias no podrán ser erradicadas en un continente tan maltratado ya de por sí como es África.