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Picasso vuelve al Prado

'La acróbata de la bola', cumbre de la etapa rosa y tesoro del museo Puskhin de Moscú, 'invitada' durante tres meses a la sombra de las Meninas

MADRID Actualizado: Guardar
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Hasta su muerte en 1973, Pablo Ruiz Picasso se consideró 'técnicamente' director del museo del Prado. Como él mismo refería, nadie comunicó nunca 'oficialmente' su cese al genio malagueño, director de la pinacoteca cuando estalló la 'guerra incivil'. Un museo que Picasso adoraba y del que era asiduo y temprano visitante, que albergó durante años su magistral 'Guernica', y que tiene en 1881, año del nacimiento de Picasso, la frontera histórica de su colección.

Ahora Picasso regresa a 'su casa' a través de una de sus obras cruciales, 'La acróbata de la bola' (1905). Emblema de la etapa rosa (1904-1905), tesoro del museo Puskhin de Moscú y que no había abandonado su 'casa rusa' desde 1971, se instala durante tres meses a la sombra de las Meninas y el legado de Goya.

Nunca consiguió el préstamo de 'la acróbata' el MOMA, aunque la Tate y el Louvre la acogieron en Londres y París en 1960 y 1971, año de su último viaje. El Prado, tras mucho insistir, la exhibe ahora como 'obra invitada' hasta el 18 de diciembre, gracias a Año Dual España-Rusia que ha llevado los tesoros de la pinacoteca española al Hermitage de Moscú, y que traerá a España lo mejor de la pinacoteca de San Petersburgo este otoño. Como contrapartida, el próximo año viajara a Moscú otro emblema del Prado, el retrato ecuestre del Príncipe Baltasar Carlos, de Diego Velázquez.

Obsesión

El director del Prado, Miguel Zugaza, no ocultó su enorme satisfacción por el logro del préstamo, que responde a la "obsesión por ver de nuevo a Picasso en Prado". No ocurría desde que en 2006, en la galería central y aún más cerca de 'Las Meninas' que tanto inspiraron a Picasso, algunas pinturas del genio malagueño se integraran en la muestra 'Tradición y vanguardia'. Entonces no se pudo contar con la "excepcional e inalcanzable" acróbata hoy instalada en la sala 60 de la planta baja del Prado.

Es ahora un soberbio cierre del paseo por la gran tradición de la pintura española. "Situado al final del recorrido es un magnifico colofón" se felicita Zugaza, que vería con buenos ojos cambiar el límite temporal fijado en 1995 y que le impide integrar obras de Picasso en la colección permanente del Prado. "Nunca estuvo el recorrido del Prado mejor rematado. Celebrémoslo como un espejismo" se contentó el director de la pinacoteca al recibir esta obra magistral. Para el Zugaza que reivindica el regreso del 'Guernica' a su primera casa en Madrid, el lienzo rosa es hoy "un remate temporal ideal, una bisagra extraordinaria para cerrar el discurso histórico del Prado y abrir la modernidad".

Forma, línea y volumen

'La acróbata de la bola' es un óleo sobre lienzo de 147 por 95 centímetros que un Picasso con 23 años y carente de recursos pintó en París en 1904, en su estudio de Bateau-Lavoir, sobre un retrato de su amigo Francisco Iturrino realizado en 1901 y que expuso en la galería de Ambriose Vollard.

Mediante dos simbólicas figuras del circo Medrano, que en esa época visitaba a menudo el Montmartre donde vivía y creaba Picasso, el artista reflexiona sobre la propia vida del creador, vinculada con una investigación pura sobre los problemas fundamentales de la pintura.

Picasso indagó en su etapa rosa sobre los aspectos cruciales de de la forma, la línea y el volumen, en una búsqueda esencial. Se aprecia en el cuadro en la oposición entre la gracia y ligereza de la acróbata, que hace equilibrios sobre una esfera de cara al espectador, y el peso y la rotundidad del atleta, sentado sobre un contundente cubo y dando la espalda al espectador. Situados ambos sobre estas sólidas figuras geométricas y ante un paisaje depurado, se muestra con perfecto equilibrio en la sobria paleta gris y rosa que Picasso adoptó tras la etapa azul (1901-1904).

Estamos ante un Picasso "que toma un rumbo muy distinto al de los jóvenes artistas franceses fascinados por el colorido violento del fauvismo" según destacó Javier Barón, jefe de departamento de pintura del XIX del Prado.

La estadounidense Gertrude Stein, descubridora y gran valedora de Picasso, fue la primera propietaria de 'La acróbata de la bola'.

La escritora y coleccionista de arte se lo vendió al galerista judío alemán Daniel-Henry Kahnweiler, que a su vez vendió la tela en 1913 al gran coleccionista ruso Iván Morozov.

El sí de Antónova

Con la revolución bolchevique, el cuadro pasó a formar parte de las colecciones ehoy en España es en buena medida gracias a la voluntad de Irina Antónova, casi nonagenaria y vivaz directora del Puskhin desde 1961. La directora más longeva y experimentada de los grandes museos del mundo se felicitó en el Prado por el intercambio que ha hecho posible un viaje tantas veces imposible. "Permitir el viaje ha sido una decisión muy especial. Es el emblema, la pintura más conocida, hermosa y amada de nuestro museo" reconocía.

"Picasso tiene además una aura a especial en Rusia, como la aportación más alta, elevada y valiente al arte del siglo XX", resumió Antónova. "En Rusia veneramos a Picasso" explicó la directora, tras recordar como el propio pintor organizó su primera exposición "soviética" en 1956 con presencia de Dolores Ibárruri e Iliá Erenburg. Una muestra que tras la muerte de Stalin "llevo aire fresco" a la vida cultural. "Picasso no es solo un pintor. Es un reformador, la figura que concentró ese paso grandioso, dramático, la transición radical que representó la vanguardia protagonizada en Rusia por figuras como Malevich y Kandinsky", concluyó Antónova.