Grecia, al borde del abismo
La paternidad del desastre ha sido de los propios helenos, aunque la UE y las instituciones monetarias no se hayan lucido precisamente en el rescate del socio descarriado
MADRID Actualizado: GuardarGrecia está al borde del abismo. Las autoridades griegas han avisado de que solo hay recursos para pagar salarios públicos y pensiones hasta octubre. La suspensión de pagos, cuyo fantasma se agitaba estos días entre bastidores, ha adquirido corporeidad y puede producirse en cuestión de horas. Pero nadie podrá legítimamente mostrarse sorprendido.
En efecto, el análisis de situación era y es negro como el carbón: la economía griega, en permanente recesión desde 2009, ya cayó aquel año un 2,3 %, un 4,5 % en 2010 y los analistas consideran que puede contraerse alrededor del 5 % en 2011 debido a los recortes y las subidas de impuestos, que han afectado al consumo, a lo que se ha agregado un empeoramiento de la situación internacional. Hasta hace poco, todas las previsiones fijaban una vuelta de Grecia al crecimiento en 2012, que la OCDE concretaba recientemente en el 0,6 %, pero ese objetivo ya no es creíble. Es muy dudoso que mantener la presión sobre el país heleno en estas condiciones, mientras intentaba cumplir a la desesperada el objetivo de reducir este año el déficit al 7,6 % del PIB desde el 10,5 % de 2010, contribuya de algún modo a reconducir al euro hacia la senda de la estabilidad.
La paternidad del desastre ha sido de los propios griegos, aunque la Unión Europea y las instituciones monetarias internacionales no se hayan lucido precisamente en el rescate del socio descarriado. Fueron los griegos quienes enmascararon sus estadísticas macroeconómicas para ingresar en el euro y zafarse de las constricciones del Eurogrupo; y han sido los griegos quienes no han sabido ni programar el ajuste, ni emprender la campaña de privatizaciones que hubiera aliviado la deuda, ni tomar decisiones rotundas que les permitieran recuperar la confianza de sus valedores europeos y de los propios mercados.
El futuro está abierto: la reestructuración de la deuda griega puede hacerse dentro y fuera del euro. En ambos casos, el Eurogrupo deberá pagar los platos rotos del desastre pero, a cambio, cesará una incertidumbre que amenazaba con socavar la existencia misma de la moneda única.