EL PAPA, CON LOS JÓVENES

«Ego, Benedicto, te absolvo»

El papa confiesa a cuatro peregrinos en el acto más reservado de su tercera visita a España

MADRID Actualizado: Guardar
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Como un sacerdote más de los 3.000 que administran el sacramento de la penitencia en el parque del Retiro, Benedicto XVI confesó ayer a cuatro jóvenes. Por espacio de cuarenta minutos, el pontífice escuchó los pecados de cuatro peregrinos: dos franceses, una suiza y un español. Es la primera vez que en el transcurso de una JMJ un papa atiende en primera persona a los infractores de los preceptos divinos.

Los penitentes se eligieron por sorteo entre los voluntarios que han trabajado en esta 26ª edición de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) y que habían manifestado previamente su deseo de recibir la absolución de Joseph Ratzinger. En un principio se pensó que solo tres personas se arrodillaran ante el obispo de Roma para recibir el perdón, pero finalmente se decidió designar una más por si alguien decidía no asistir.

Dos hombres y dos mujeres recitaron sus faltas al papa, a quien se le habilitó un confesionario más protegido y cerrado para impedir que tanto Ratzinger como los cuatro jóvenes fueran objeto de miradas indiscretas. La única condición para poder recibir el sacramento fue que se expresaran en alguno de los tres idiomas que mejor conocer Benedicto XVI: italiano, francés y alemán. Para facilitar el acceso al 'recinto del perdón', Ratzinger fue conducido en papamóvil al lugar donde estaban colocados los confesionarios, diseñados para la ocasión por el arquitecto Ignacio Vicens y realizado por trabajadores de la Carpintería Ebanistería Emilio Úbeda, afincada en Ávila.

Junto al confesionario del pontífice se instaló la cruz de la JMJ y una imagen de la Virgen. Benedicto XVI concluyó las confesiones a las 9.37 horas e inmediatamente se trasladó a la catedral de la Almudena, donde le esperaban unos 4.500 seminaristas.

Alud de confesiones

Ana, una voluntaria madrileña de 22 años que ha participado en esta 'Fiesta del Perdón', no oculta su extrañeza por el "alud de gente que se ha confesado estos días". "Nunca en mi vida había visto algo así", aduce. "Algunos salían llorando de felicidad. Ha sido conmovedor ver a tanta gente unida por una misma causa".

Vigilados por decenas de voluntarios encargados de impedir a los curiosos que se acerquen, los sacerdotes, sentados, escuchan con paciencia las confidencias de los peregrinos, protegidos del sol por la visera de estos vistosos muebles.

Entre los muchos carteles escritos en español, italiano o polaco, destacan algunos rotulados a mano por los propios sacerdotes que han que administrado el sacramento en idiomas tan ajenos a un europeo como el marathy y konkani (de la India), bantú y swahili (de África) o tagalo y binisaya (de Filipinas).

"En la parroquias nos sentimos un poco enclaustrados. En cambio aquí, te olvidas y relajas", asevera Delia. En el Retiro se han podido observar escenas insólitas que transgredían la solemnidad eclesiástica. No ha sido extraño ver cómo algunos peregrinos abandonaban la barrera que les separaba de su confesor y, sentados en el suelo, revelaban sus culpas.

Durante la JMJ de Madrid, unas 18.000 penitentes han pasado por por alguno de los 200 confesionarios que han permanecido abiertos en el parque del Retiro desde el martes hasta las tres de la tarde de hoy. Los confesionarios empezarán a ser retirados este domingo y serán reciclados.

Con la decisión de administrar él mismo la confesión, Benedicto XVI ha querido destacar la importancia que concede a este sacramento, signo de arrepentimiento y reconciliación. Como ya hiciera Juan Pablo II, Joseph Ratzinger ha puesto el acento en que la confesión adquiera un carácter más severo, ante la liviandad en, que a su juicio, ha caído este sacramento. Al anunciar la pasada semana el otorgamiento de una indulgencia plenaria a los peregrinos que asistieran a las jornadas, el Vaticano incidió en que este perdón de los pecados solo sería válido si el peregrino se confesaba de manera sincera antes de ir a comulgar. Ratzinger, en un discurso dirigido a los sacerdotes en marzo de este año, les encareció que pusieran especial cuidado en la tarea. "`No olvidemos cuantas conversiones y cuantas existencias realmente santas comenzaron en un confesionario!", dijo.

La confesión ha resistió mal la convulsión que supuso la apertura de la Iglesia en el Concilio Vaticano II. La Iglesia posconciliar subrayó entonces el carácter voluntario de la confesión, a la que renombró como "sacramento de la reconciliación", e incluso procedió a absoluciones colectivas. Karol Wojtyla y Josep Ratzinger consideraron un exceso esta práctica.