Darfur, el genocidio sudanés
La región, devastada por guerras civiles intermitentes, permanece sin voz en la comunidad internacional
MADRID Actualizado: GuardarDarfur continúa en silencio. La región occidental de Sudán, país devastado por guerras civiles intermitentes, permanece sin voz en la comunidad internacional. El conflicto, iniciado en 2003 con el levantamiento de grupos insurgentes contra el régimen de Jartum, en protesta por la pobreza y marginación que sufrían los habitantes de la región, ha quedado apartado de la agenda tras la reciente independencia de Sudán del Sur. Un balance de, según Naciones Unidas, más de dos millones de desplazados, un millón de refugiados y alrededor de 300.000 muertos, configura el panorama de una zona asolada por la falta de un acuerdo global.
Las diversas causas han ido encadenándose hasta desembocar en los enfrentamientos armados que vienen desarrollándose con mayor virulencia desde que el Gobierno de Omar Hasan al Bachir armara a los Janjaweed, milicianos árabes, otorgándoles carta blanca para actuar contra la población rebelde de Darfur.
El continuo sometimiento que la raza árabe ha ejercido sobre la negra, de mayoría cristiana, ha sido factor decisivo en el choque entre las partes beligerantes, llegando a una 'limpieza étnica' por parte del Gobierno central contra la población no musulmanas del país. Frente a la masacre cometida, acontece la pasividad y actuación interesada de la comunidad internacional, que ha permitido que el conflicto se intensificara dando lugar a una crisis humanitaria de dimensiones abrumadoras.
A día de hoy, todavía ninguna potencia ha dejado a un lado su sed de poder en la zona para frenar el problema. Idéntido esquema sigue la Liga Árabe, de la que el presidente de Sudán es miembro y que considera mayor el peligro de una intervención contra uno de los suyos, que el daño sufrido por el pueblo de Darfur, a pesar de que la Corte Penal Internacional emitiera una orden de detención contra el presidente por los crímenes cometidos.
Independencia
La espiral de desgracias que condena a la región, se ha visto incrementada al perder la escasa atención que los principales actores internacionales le prestaban, en favor de la independencia de Sudán del Sur. La zona occidental del país africano, no solo se enfrenta al hecho de pasar a un segundo plano en la agenda internacional, sino que tiene que combatir con la idea de que surja una nueva ola de violencia generalizada que empeore la situación. El nacimiento del nuevo país, abre la posibilidad de que la castigada región occidental pueda ser, en un futuro, el próximo territorio que adquiera la independencia de Sudán. Cabe barajar también la posibilidad de que la escisión meridional ocasione un aumento de violencia, por parte del Gobierno central sobre Darfur, sofocando a la población e intentando impedir así la creación de un nuevo Estado.
La posible libertad de la región sudanesa, o su autonomía en calidad de comunidad, fue tratada el pasado 14 de julio en la ceremonia celebrada con motivo de la firma de un acuerdo de paz entre el Gobierno de Al Bachir y uno de los grupos rebeldes de Darfur, el Movimiento de Liberación y Justicia. El documento, elaborado gracias a la mediación de la ONU, Catar y la Unión Africana, recoge, entre otros asuntos, la indemnización a los refugiados y la reconciliación. La firma representa un primer paso hacia la paz, pero queda todavía un largo camino hasta su resolución, ya que uno de los principales grupos insurgentes se ha negado a sentarse en la mesa de negociación.
Mientras los acontecimientos se suceden, los darfureños, eternos vilipendiados, continúan luchando contra el pillaje, las agresiones y las disputas interétnicas, que aumentan formando parte de una rutina que afecta cada día tanto a la población civil, como a las organizaciones humanitarias que desarrollan su trabajo en la zona.