El presidente Salvador Allende, junto al jefe de las FFAA, el general Augusto Pinochet. / Archivo
la otra historia

Los otros enigmas de Allende

El presidente chileno, fallecido durante el golpe de Estado, todavía guarda puntos oscuros en su biografía

MADRID Actualizado: Guardar
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El Palacio de la Moneda aparece rodeado de tanques que bloquean la entrada. Decenas de soldados sostienen sus metralletas amenazantes mientras los aviones sobrevuelan la residencia oficial del presidente de Chile. Es la mañana del 11 de septiembre de 1973 y el Ejército encabezado por el general Augusto Pinochet acaba de dar un golpe de Estado del que no saldrá vivo Salvador Allende. Según los recientes análisis de una nueva autopsia realizada por orden judicial, el carismático líder socialista prefirió el suicidio antes que caer en manos de sus enemigos. Es el último secreto revelado sobre un hombre rodeado por numerosos enigmas.

El magnicidio mitifica a la víctima. Véase los casos de John F. Kennedy, Isaac Rabin o Anuar Sadat. El caso de Allende no es diferente. Además, este enérgico político, médico de profesión, se ha convertido en un referente para la democracia. Allende provenía de una familia acomodada de larga tradición masónica. Al menos su abuelo y su padre pertenecieron a la orden. Él siguió sus pasos y se inculcó de los principios de tolerancia y libertad que promulgaban los masones. Quizás fuese uno de los motivos por los que rechazase la violencia para alcanzar la revolución socialista, algo que exasperaba a los más dogmáticos, como Fidel Castro.

“Si el partido me da a elegir, me quedo con la masonería, y en el improbable caso de que la orden me diera a elegir, optaría por el partido”. Con estas inteligentes reflexiones zanjaba Allende las críticas lanzadas desde el Partido Socialista a su condición de masón. Y es que, su filiación a esta sociedad le trajo bastantes problemas, no sólo con sus oponentes naturales de la sociedad conservadora chilena, sino en su propio partido.

Juego de espías

Desde el primer momento Allende contó con la oposición de Estados Unidos y la simpatía de la URSS. Quedó atrapado en un juego de espías que todavía permanece bajo el peso del ‘top secret’. En la enemistad estadounidense mucho tuvo que ver la idea de que su campaña electoral en 1970 estuvo sufragada en parte por la KGB. De esta forma habría sido aupado al poder gracias a la ayuda soviética. Hasta se le acusó de trabajar directamente para el KGB. El papel de los servicios secretos soviético no está aclarado.

Menos dudas existen sobre la actuación de la CIA en la desestabilización del Gobierno liderado por Allende. La inteligencia estadounidense intentó acabar con su Ejecutivo en todo momento. Así se desprende de los documentos desclasificados de la CIA, en los que también se rechaza una participación directa en el golpe de Estado. Pero ¿por qué tal animadversión? Desde que llegó al poder, Allende plasmó una política de nacionalización, en especial, sobre la industria del cobre que afectó principalmente a empresas de EE UU. Así, estas compañías que llevaban explotando durante años con grandes beneficios este mineral fueron expropiadas. Este tipo de acciones sumado al contexto de guerra fría hicieron que Washington considerase prioritaria la caída de Allende.

El otro gran misterio es el del propio Ejército chileno y su relación con Allende. El jefe de las Fuerzas Armadas durante las elecciones de 1970, el general René Schneider, dejó claro que el Ejército aceptaría al candidato vencedor en las urnas. Casualmente, Schneider fue asesinado por grupos de extrema derecha dos días antes de que el Congreso confirmara a Allende como presidente. Su sustituto, el general Carlos Prats, también se mantuvo fiel al Gobierno constitucional pese al aumento del descontento entre la oficialidad. Incluso repelió una asonada el 29 de junio de 1973. Sin embargo, ante el riesgo de una nueva rebelión interna, dimite el 23 de agosto y recomienda para el puesto a Augusto Pinochet. Allende acepta. La historia cambia.