El discreto encanto de la democracia británica
El escándalo de las escuchas ilegales en el Reino Unido ha puesto de relieve una trama de corrupción vergonzante, pero también una admirable capacidad de reacción institucional y social para sanear la vida pública
MADRID Actualizado: GuardarEl crédito del laborista Ed Miliband está subiendo en la misma medida que se hunde el del jefe de Gobierno, David Cameron. Mientras el líder de la oposición encabeza iniciativas y acapara titulares, el 'premier' británico se encuentra maniatado por el lastre de haber contratado como director de Comunicación a Andy Coulson, que dimitió en 2007 como director del diario 'News of the World', centro del escándalo de las escuchas ilegales.
El pasado miércoles, el duelo entre ambos políticos fue de envergadura. El calado del debate de emergencia lo requería. El escándalo de las escuchas ha puesto en cuestión el comportamiento de la clase política, los métodos de los medios de comunicación y la eficacia de la Policía. Miliband no dejó de golpear en los flancos de Cameron con sus insistentes preguntas sobre el "catastrófico error de juicio" en la contratación de Coulson y sobre su posible intervención a favor de los planes de Murdoch por hacerse con la totalidad de BSkyB, la plataforma de televisión por cable. El primer ministro se defendió como pudo, resistiéndose a pedir disculpas por su error, tal como le pide la oposición. Al final, a Cameron se le vio exhausto y un poco grogui.
El tono y la altura del debate en Westminster no defraudó. Fue el de las grandes ocasiones. Con marcado carácter partidario, pero vibrante y apasionado, con abucheos y gritos de apoyo, pero con una gran elegancia y respeto por el rival. Miliband fue implacable con Cameron, pero no hubo malas maneras, ni expresiones de desprecio.
Catarsis nacional
A causa de esta crisis, el Reino Unido se encuentra sumido en un estado de catarsis que llevará tiempo y del que todavía no sabemos muy bien el alcance que tendrá para el propio primer ministro, los servicios de Policía y los medios de comunicación. Sin embargo, ya a pesar del lodazal que apenas se ha comenzado a atisbar, da la impresión de que el cuerpo democrático del Reino Unido ha dado pruebas de tener buenas defensas para erradicar la enfermedad y sus secuelas. Aunque con un considerable retraso, la dolencia fue detectada y denunciada precisamente por una parte de la prensa no infectada por el virus del sensacionalismo sin escrúpulos, 'The Guardian'. Las primeras dimisiones se han producido y la investigación se ha puesto en marcha con una gran celeridad y profundidad. La vista de los responsables policiales, y de Rupert Murdoch y su hijo sentados ante la comisión parlamentaria a la vista de todo el mundo han dado una imagen de transparencia admirable.
David Mathieson, exasesor del ministro de Exteriores laborista, Robin Cook y colaborador de Vocento, comentaba a quien suscribe estas líneas que ante este escándalo sentía una mezcla de vergüenza, por la suciedad que ha salido a flote, y de orgullo, al ver la amplia reacción de rechazo suscitada y los mecanismos institucionales puestos en marcha para atajarlo.
Veremos cómo evoluciona la investigación y sus repercusiones, pero esta crisis puede contribuir a mejorar notablemente la salud del sistema democrático en el Reino Unido y a corregir los vicios que se habían enquistado en una clase política seducida y vampirizada por el desmesurado poder de un grupo de comunicación.