Los bandoleros andaluces, en las librerías
Dos documentadas obras sobre 'Los Niños de Écija' y José María 'El Tempranillo' vuelven a poner de actualidad a estos forajidos
MADRID Actualizado: GuardarLos aficionados a la historia de los bandoleros están de enhorabuena. Ya pueden encontrar en las librerías una monografía rigurosa y prolijamente documentada sobre 'Los Niños de Écija', una cuadrilla de bandidos que llegó a contar con cuarenta personas entre sus miembros a principios del siglo XIX. Y, además, se reedita la obra 'José María El Tempranillo', de José Antonio Rodríguez Martín. Se trata de dos buenas oportunidades para acercarse a los avatares de los forajidos andaluces, cuyas adherencias folclóricas y novelescas han impedido un acercamiento científico a unos hechos apasionantes cuyo estudio, sin embargo, no ha suscitado el interés de las instituciones académicas.
Carlos de Olavarrieta y José Antonio Rodríguez, que han seguido de forma concienzuda el rastro a 'Los Niños de Écija', dan por descontado que la pobreza y la miseria imperantes tras la Guerra de la Independencia hicieron posible la aparición de bandidos.
Pero si José María 'El Tempranillo' puede erigirse en el prototipo del bandido generoso, no se puede predicar lo mismo de la partida de 'Los Niños de Écija'. Aunque pudo haber algunos forajidos que se vieron abocados al latrocinio, Rodríguez Martín cree que hay delitos "que en ningún modo son justificables por la mera subsistencia". No en balde, los miembros de la banda eran tildados de "salteadores de caminos, incendiarios, asesinos, forzadores de vírgenes y mujeres honradas".
Realidad y mito
Como primera labor, Olavarrieta y Rodríguez han tenido que separar el grano de la paja y desbrozar el camino de una investigación muy contaminada por el legado de los escritores románticos de la época, que forjaron toda una leyenda amable de estos desertores de la ley. Muchos cronistas presentaron a los forajidos como valientes guerrilleros y patriotas que se batieron el cobre contra el invasor francés. Sin embargo, la realidad dista mucho del mito y la primera demuestra que los bandoleros desvalijaron no tanto convoyes franceses como carros, galeras y viajeros nacionales.
Desempolvando archivos y documentos, los dos historiadores dan cuenta de que la banda de 'Los Niños de Écija' mantuvo en jaque durante casi cinco años de desmanes y atropellos, hasta 1817, a las autoridades de pueblos de Córdoba y Sevilla. "Las partidas de paisanos armados organizadas por los concejos, con escaso ánimo y peor pertrechadas, pocos resultados positivos generaron; más bien ocasionaron sustanciosos dispendios a las ya mermadas cuentas municipales", argumenta José Antonio Rodríguez. En cambio, obtuvieron una suerte desigual los varios comisionados designados ex profeso para exterminar a los bandidos. José García de la Torre, apoyado por tropas del Ejército, sí que descolló en mermar las fuerzas de los bandoleros.
Horca y garrote
Con el tiempo, a la mayoría de los asaltantes les esperó la horca o el garrote. Por supuesto hubo miembros de las partidas que perdieron la vida en encontronazos con las fuerzas del orden. Uno recibió el indulto por la colaborar en la captura de sus compañeros y muy pocos, dos o tres a lo sumo, lograron huir. Con ello no se descabezó el bandolerismo. "Apenas meses después aparecerían en la zona la denominada partida de los Dogos y la Cuadrilla de Montellano", cuenta el historiador. Pocos años más tarde adquiriría protagonismo José María 'el Tempranillo'.
La historia de este bandolero merece un libro aparte, como el que ha escrito José Antonio Rodríguez Martín, y que ahora rescata la editorial Castillo Anzur. 'El Tempranillo' encarna al bandolero generoso y con buenos sentimientos que robaba a los ricos para dárselo a los pobres. Pero su figura no se detiene ahí, "por cuanto participa activamente en los pronunciamientos liberales de los generales Manzanares y Torrijos contra el absolutismo de Fernando VII".
A Rodríguez Martín no acaba de gustarle la serie de televisión 'Bandolera', que emite Antena 3 TV, por los errores históricos en que incurre. Uno de ellos es que persevera en el error de plantear el asalto como la principal actividad de estos atracadores. No en vano, la Guardia Civil y el telégrafo prácticamente habían contribuido a exterminar el fenómeno. "Más bien el delito típico era el secuestro de terratenientes o sus familiares, a los que se les exigía para su liberación una fuerte suma de dinero", corrige.
Por añadidura, en la telenovela se usan armas impropias de la época y que ya estaban obsoletas. "He visto en algún capítulo que los trabucos y fusiles llevan llave de chispa de pedernal, que ya fue sustituida por la de percusión nada menos que en 1830", apostilla.